¿Qué es la inocencia? ¿Ser inocente te exige llevar
una vida sencilla?
La inocencia es un
estado de conciencia sin pensamiento, otro nombre de la nomente. Es cuando
entras en sintonía con la ley suprema de las cosas, cuando dejas de luchar y
empiezas a fluir con ella.
Si desaparece el
ego, también desaparece la mente y lo que queda es la inocencia. Si luchas con
la vida, si vas contra la corriente, si no eres natural, espontáneo, si vives
del pasado y no en el presente, no eres inocente.
Vivir del pasado
significa llevar una vida irresponsable: es la vida de la reacción. No
comprendes la situación; te limitas a repetir las viejas soluciones... y cada
día, a cada momento, se te plantean problemas nuevos. La vida cambia sin cesar
y la mente permanece estática. En eso consiste el problema: en que la mente
sigue siendo un mecanismo estático y la vida un flujo continuo. De ahí que no
pueda darse una comunión entre la vida y la mente.
Si sigues
identificándote con la mente seguirás medio muerto. No participarás del
júbilo que desborda la existencia. No asistirás a esa fiesta que no cesa: el
canto de los pájaros, la danza de los árboles, el fluir de los ríos. Y
tendrías que formar parte de esa totalidad.
Quieres ser
diferente, quieres demostrar que vas a llegar más alto que los demás, que
eres superior a los demás, y recurres a la astucia. Solamente mediante la
astucia puedes demostrar tu superioridad. Es un sueño, es algo falso, porque
en la existencia no hay nadie superior a nadie ni nadie inferior a nadie. La
brizna de hierba y la gran estrella son iguales. La existencia es comunista, no
existe la jerarquía; pero el hombre quiere ser superior a todo lo demás,
quiere conquistar la naturaleza, y por eso tiene que luchar continuamente.
Todos los problemas surgen de esa lucha.
La persona inocente
es la que ha renunciado a esa lucha@, a la que ya no le interesa ser superior,
a la que no le interesa interpretar un papel, demostrar que es especial, que se
ha transformado en una rosa o en una gota de rocío sobre una hoja de loto, que
ha pasado a formar parte de esta infinidad, que se ha fundido, fusionado y
hecho una con el océano y es simplemente una ola., que no conoce la idea del
«yo».
La desaparición del
«yo» es la inocencia.
Por consiguiente, la
inocencia no te exige que lleves una vida sencilla; la inocencia no puede
exigirte nada. Todas las exigencias son producto de la astucia. Todas las
exigencias están fundamentalmente destinadas a luchar, a ser alguien.
La inocencia vive
sencillamente, sin ninguna idea de cómo vivir.
En cuanto entra en
juego el «cómo» empiezas a complicarte.
La inocencia es una
respuesta sencilla al presente.
Las ideas conforman
el pasado acumulado: cómo vivió Buda —vive así y serás budista—, cómo
vivió Jesucristo —y serás cristiano—, pero así te estarás imponiendo algo a
ti mismo.
El iniverso jamás
crea a dos personas iguales; cada individuo es único.
Una persona
verdaderamente inocente sigue la vida, se limita a fluir con la vida; no tiene
ningún objetivo como tal. Si tienes un objetivo no puedes ser inocente. La
vida es un cambio continuo, para el que no puedes prepararte. A la vida no le
hacen falta ensayos.
Hay que ser
espontáneo, y en eso consiste la inocencia. Pues bien: si eres espontáneo no
puedes ser ni cristiano, ni hindú ni budista, sino simplemente un ser humano.
La sencillez no es
un requisito, sino una consecuencia de la inocencia, algo parecido a tu sombra.
No hay que intentar ser sencillo; si intentas ser sencillo, el intento mismo
destruye la sencillez. No se puede ejercitar la sencillez, porque esa sencillez
sería superficial; la sencillez ha de seguirte como una sombra. No tienes que
preocuparte por ella, no tienes que mirar constantemente por detrás del hombro
para comprobar que te está siguiendo. Esa sombra no tiene más remedio que
seguirte.
Alcanza la
inocencia, y la sencillez te llegará como un regalo de Dios.
Y la inocencia
significa la transformación a la no-mente, al no-ego, abandonar toda idea de
objetivos, logros, ambiciones y vivir lo que sucede en el momento.
Vivir aquí y ahora
es la inocencia. No puedes cumplir los mandamientos religiosos si quieres ser
verdaderamente inocente.
Quien tiene que
pensar constantemente en qué hacer y qué no hacer, quien se preocupa
constantemente por lo que está bien y lo que está mal no puede vivir con
inocencia. Incluso si siempre hace lo que está bien según sus
condicionamientos, no estará bien. Si simplemente sigue a otros, ¿cómo puede
estar bien? Quizá estuviera bien para ellos, pero lo que estaba bien para una
persona hace dos mil años no puede ser lo mismo para ti en la actualidad. ¡Ha
llovido mucho! La vida no es nunca la misma, ni siquiera durante dos segundos
seguidos.
Una persona inocente
no vive según ciertos requisitos impuestos por la sociedad, la Iglesia, el
Estado, los padres, la educación. La persona inocente vive de su propio ser,
su propia responsabilidad. Responde a la situación que se le plantea. Acepta el
reto, se enfrenta a él, y hace lo que desea hacer su ser en ese momento, sin
guiarse por ciertos principios.
La persona inocente
no tiene principios, ni ideología. La persona inocente carece por completo de
principios. La persona inocente carece por completo de carácter, porque tener
carácter significa tener pasado, tener carácter significa estar dominado por
otros, significa que la mente sigue siendo la dictadora y tú un simple
esclavo.
De modo que no
existen requisitos para la inocencia, ni siquiera el requisito de llevar una
vida sencilla. Puedes llevar una vida sencilla, imponerte una vida sencilla,
pero no será sencilla. Y puedes vivir en un palacio, rodeado de lujos, pero si
vives en el momento llevarás una vida sencilla.
Puedes llevar una
vida de mendigo pero no serás sencillo si te has impuesto el esfuerzo de ser
mendigo. Si ha pasado a ser tu carácter no eres sencillo. Sí, de vez en
cuando incluso un rey lleva una vida sencilla —no sencilla en el sentido de que
no tenga el palacio y muchos bienes, claro que no—, sino que no es un
acaparador, un posesivo.
OSHO.