lunes, 9 de noviembre de 2015

VIVIR EN LA INOCENCIA

¿Qué es la inocencia? ¿Ser inocente te exige llevar una vida sencilla?

La inocencia es un estado de conciencia sin pensamiento, otro nombre de la nomente. Es cuando entras en sintonía con la ley suprema de las cosas, cuando dejas de luchar y empiezas a fluir con ella. 

Si desaparece el ego, también desaparece la mente y lo que queda es la inocencia. Si luchas con la vida, si vas contra la corriente, si no eres natural, espontáneo, si vives del pasado y no en el presente, no eres inocente.

Vivir del pasado significa llevar una vida irresponsable: es la vida de la reacción. No comprendes la situación; te limitas a repetir las viejas soluciones... y cada día, a cada momento, se te plantean problemas nuevos. La vida cambia sin cesar y la mente permanece estática. En eso consiste el problema: en que la mente sigue siendo un mecanismo estático y la vida un flujo continuo. De ahí que no pueda darse una comunión entre la vida y la mente.

Si sigues identificándote con la mente seguirás medio muerto. No participarás del júbilo que desborda la existencia. No asistirás a esa fiesta que no cesa: el canto de los pájaros, la danza de los árboles, el fluir de los ríos. Y tendrías que formar parte de esa totalidad.

Quieres ser diferente, quieres demostrar que vas a llegar más alto que los demás, que eres superior a los demás, y recurres a la astucia. Solamente mediante la astucia puedes demostrar tu superioridad. Es un sueño, es algo falso, porque en la existencia no hay nadie superior a nadie ni nadie inferior a nadie. La brizna de hierba y la gran estrella son iguales. La existencia es comunista, no existe la jerarquía; pero el hombre quiere ser superior a todo lo demás, quiere conquistar la naturaleza, y por eso tiene que luchar continuamente. Todos los problemas surgen de esa lucha.

La persona inocente es la que ha renunciado a esa lucha@, a la que ya no le interesa ser superior, a la que no le interesa interpretar un papel, demostrar que es especial, que se ha transformado en una rosa o en una gota de rocío sobre una hoja de loto, que ha pasado a formar parte de esta infinidad, que se ha fundido, fusionado y hecho una con el océano y es simplemente una ola., que no conoce la idea del «yo».

La desaparición del «yo» es la inocencia.
Por consiguiente, la inocencia no te exige que lleves una vida sencilla; la inocencia no puede exigirte nada. Todas las exigencias son producto de la astucia. Todas las exigencias están fundamentalmente destinadas a luchar, a ser alguien.

La inocencia vive sencillamente, sin ninguna idea de cómo vivir.
En cuanto entra en juego el «cómo» empiezas a complicarte.
La inocencia es una respuesta sencilla al presente.
Las ideas conforman el pasado acumulado: cómo vivió Buda —vive así y serás budista—, cómo vivió Jesucristo —y serás cristiano—, pero así te estarás imponiendo algo a ti mismo.

El iniverso jamás crea a dos personas iguales; cada individuo es único.

Una persona verdaderamente inocente sigue la vida, se limita a fluir con la vida; no tiene ningún objetivo como tal. Si tienes un objetivo no puedes ser inocente. La vida es un cambio continuo, para el que no puedes prepararte. A la vida no le hacen falta ensayos.

Hay que ser espontáneo, y en eso consiste la inocencia. Pues bien: si eres espontáneo no puedes ser ni cristiano, ni hindú ni budista, sino simplemente un ser humano.

La sencillez no es un requisito, sino una consecuencia de la inocencia, algo parecido a tu sombra. No hay que intentar ser sencillo; si intentas ser sencillo, el intento mismo destruye la sencillez. No se puede ejercitar la sencillez, porque esa sencillez sería superficial; la sencillez ha de seguirte como una sombra. No tienes que preocuparte por ella, no tienes que mirar constantemente por detrás del hombro para comprobar que te está siguiendo. Esa sombra no tiene más remedio que seguirte.

Alcanza la inocencia, y la sencillez te llegará como un regalo de Dios.
Y la inocencia significa la transformación a la no-mente, al no-ego, abandonar toda idea de objetivos, logros, ambiciones y vivir lo que sucede en el momento.

Vivir aquí y ahora es la inocencia. No puedes cumplir los mandamientos religiosos si quieres ser verdaderamente inocente.

Quien tiene que pensar constantemente en qué hacer y qué no hacer, quien se preocupa constantemente por lo que está bien y lo que está mal no puede vivir con inocencia. Incluso si siempre hace lo que está bien según sus condicionamientos, no estará bien. Si simplemente sigue a otros, ¿cómo puede estar bien? Quizá estuviera bien para ellos, pero lo que estaba bien para una persona hace dos mil años no puede ser lo mismo para ti en la actualidad. ¡Ha llovido mucho! La vida no es nunca la misma, ni siquiera durante dos segundos seguidos.

Una persona inocente no vive según ciertos requisitos impuestos por la sociedad, la Iglesia, el Estado, los padres, la educación. La persona inocente vive de su propio ser, su propia responsabilidad. Responde a la situación que se le plantea. Acepta el reto, se enfrenta a él, y hace lo que desea hacer su ser en ese momento, sin guiarse por ciertos principios.

La persona inocente no tiene principios, ni ideología. La persona inocente carece por completo de principios. La persona inocente carece por completo de carácter, porque tener carácter significa tener pasado, tener carácter significa estar dominado por otros, significa que la mente sigue siendo la dictadora y tú un simple esclavo.

De modo que no existen requisitos para la inocencia, ni siquiera el requisito de llevar una vida sencilla. Puedes llevar una vida sencilla, imponerte una vida sencilla, pero no será sencilla. Y puedes vivir en un palacio, rodeado de lujos, pero si vives en el momento llevarás una vida sencilla.

Puedes llevar una vida de mendigo pero no serás sencillo si te has impuesto el esfuerzo de ser mendigo. Si ha pasado a ser tu carácter no eres sencillo. Sí, de vez en cuando incluso un rey lleva una vida sencilla —no sencilla en el sentido de que no tenga el palacio y muchos bienes, claro que no—, sino que no es un acaparador, un posesivo.


OSHO. 

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