No es
primera vez que escribo o hablo sobre ello. Ni va a ser la última. Por allá por
el año 98, cuando tuve las primeras experiencias con la técnica terapéutica de
las regresiones, quedé sorprendido con el fenómeno y con la importancia que
pueden tener en nuestras vidas las posesiones por espíritus ajenos.
Una
posesión espiritual puede llevar nuestra vida por una vereda completamente
diferente a la de nuestra voluntad, por más fuerte que parezcamos ser. El
trabajo terapéutico que realizo con las Almas posesoras me ha llevado a
profundas reflexiones sobre las creencias que he tenido sobre la vida, la
muerte y la vida después de la muerte, así también como lo que he pensado sobre
la conciencia y las consecuencias de nuestros actos.
El
temor a tener que cambiar las creencias, lo que lleva a quedarse sin un marco
de referencia y un poste en el cual afirmarse, y la ignorancia, unida al
fanatismo religioso, lleva a muchos a pensar que las posesiones espirituales
son malignas, infernales, oscuras, fantasmales y terroríficas.
Es
cierto que las hay de este tipo, pero en su inmensa mayoría son solamente
Almas, como la suya o la mía, que no han podido, no han sabido o no han querido
ir a la Luz, a seguir el camino que seguimos todas las Almas una vez que el
cuerpo que nos ha alojado en la vida muere.
Como
siempre digo, mi verdadero paciente es la entidad alojada en el campo
vibratorio de la persona que me pide ayuda, ya que es un prisionero, que está
atrapado en este plano manifestando el mismo estado anímico y emocional que
antes de dejar su cuerpo original tras la muerte de éste, asunto que pudo
ocurrir meses, años o décadas atrás.
He
tenido experiencias con entidades cuyos cuerpos originales han muerto hace más
de 100 o 150 años, ¡más de un siglo! Esta entidad cautiva no evoluciona a la
par que su anfitrión, y muchas veces entorpece, dificulta o anula el
crecimiento y educación de este. El no ir a la Luz las priva de la propia
evolución como Alma, ya que no pueden acceder al plano “superior” donde se
regenera la energía, se restañan las heridas, se recibe amor, comprensión y
cuidados, y se prepara para una próxima experiencia terrenal, o donde sea. No
tienen progreso espiritual.
La
desposesión espiritual tiene resultados inmediatos en las personas. Y además
esos cambios permanecen en el tiempo. Los síntomas por los que llega la persona
que consulta pueden ser físicos, emocionales, mentales o espirituales, y pueden
remitir instantáneamente.
La
desposesión espiritual necesita valentía para enfrentarse a lo desconocido, a
entidades sufrientes, a traumas inimaginables, a crueldades que van casi más
allá de lo soportable, a dolores profundos y a escuchar acciones de bajeza
indescriptible. Es un trabajo para valientes. Hay entidades de todo tipo, y
muchas de ellas se vuelven después de un tiempo en tiranos que tratan de hacer
prevalecer su voluntad por sobre la del dueño del cuerpo, llevando a
situaciones límite o trágicas.
Un Alma
que no va a la Luz puede ser capturada y convertida en esclava, para ser
enviada a alguna persona a causarle daño, ruina, o muerte. Ese es el trabajo de
magia negra tan recurrente y conocido en nuestros países. Muchas veces son
utilizadas también para hacer amarres de parejas, para inducir quiebras
económicas y producir enfermedades. Incluso se utilizan para llevar maldiciones
familiares, las que se transmiten de padres a hijos, por ejemplo.
El Alma
prisionera no tiene conciencia de que está ocupando un cuerpo que no le
pertenece. Cree que es el suyo, ya que no muchas veces no asimila que el propio
murió anteriormente. Algunas almas se resisten a ir a la Luz, y en su
testarudez hacen del trabajo de desposesión uno cansador y hasta agotador, pues
se niegan a dejar a sus anfitriones.
Muchas
veces esas almas son parientes que no quieren despegarse por un mal entendido
amor familiar. Hay que explicarles con mucha calma lo que sucede y lo que están
haciendo, ya que quiebran la ley del libre albedrío al poseer un cuerpo sin
autorización del dueño que una vez que se da cuenta de ello reclama su
libertad.
Las
almas que se quedan en este plano tratan muchas veces de seguir con lo que
estaban acostumbrados a hacer cuando su cuerpo tenía vida. Muchos están
confusos, infelices, frustrados y muchas veces rabiosos. En el estado de Almas
perdidas no tienen nada que los satisfaga y tampoco tienen energía para cambiar
su estado deplorable. Entonces comienzan a producir estragos en los
anfitriones.
¿Ha
notado en usted o en personas cercanas cambios súbitos de humor, de
comportamiento, de forma de pensar o actuar?, ¿ha visto cómo se transforma un
ser querido cuando consume una copa de alcohol? ¿Ha escuchado decir que alguien
no parece el mismo? Bueno, estas pueden ser claramente indicios de presencias
extrañas en el campo vibratorio de usted o alguien que conoce. La desposesión
espiritual puede ser una buena terapia para liberar las almas perdidas y lograr
paz y armonía en la vida.
LUIS
FLORES CORNEJO
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