Por cuatro siglos, del año 900 hasta el año 1300, la temperatura media en la tierra había sido entre 3° y 7° superior a las de siglos anteriores, por lo que a esta época extraordinariamente cálida se le ha denominado "periodo medieval cálido" o también, “pequeño óptimo climático”. Esta época extraordinariamente cálida coincidió con uno de los periodos más prósperos de la civilización. Existía la sensación de progreso, la sensación de crecimiento, vitalidad y creatividad. La gente dependía de cosechas bastante seguras. La población se multiplicó en Europa y las enfermedades se redujeron notablemente. Por ciertos datos, parece que los viñedos del norte competían con los del sur. Fue la época de relativo optimismo, aunque es cierto que el campesinado no acababa de salir de la miseria. Se llegó a pensar que el clima sería inmutable.
Pero con el siglo XIV llegó el frío, un inesperado descenso de las temperaturas recorrió el mundo, en el curso de tan solo una década la temperatura media global se redujo 4° centígrados. El cambio fue calamitoso, se pusieron de manifiesto las debilidades medievales y se desató una reacción en cadena que duró más de 500 años. El cambio golpeó particularmente el norte y el este en Europa. Los glaciares crecieron y alcanzaron las dimensiones de 10,000 años atrás, las dimensiones de fines de la última glaciación. En Inglaterra el río Támesis se congeló con frecuencia y se popularizaron “Las ferias del hielo”, por más de doscientos años, entre1607 y 1814.
La pequeña edad glaciar del segundo milenio de nuestra era no solo fue una época de temperaturas más bajas, también hubo fortísimas tormentas que arrasaron el suelo y las cosechas. Las masas campesinas no tenían nada que llevarse a la boca. Terminando el año 1300 hubo hambruna, en el año 1305 un millón y medio de personas había muerto en Europa, por hambre o enfermedades relacionadas. Se asaltaba por comida.
En toda Europa las cosechas eran vulnerables un siglo tras otro y las hambrunas se sucedían unas tras otras. La gente siempre se hallaba hambrienta y expuesta a los estallidos de la “peste bubónica”. Durante “La Pequeña Edad de Hielo” esta enfermedad, importada por vía marítima desde Asia, encontró el caldo de cultivo ideal. La gente empezó a morir a millones. La plaga acabó en 1351, habiéndose llevado por delante a 25 millones de personas, un tercio de la población de la época, y los que sobrevivieron siguieron padeciendo sucesivas hambrunas. La histeria colectiva acabó echando la culpa de la situación calamitosa a algunos grupos marginales: la “persecución de las brujas” se acometió con fanatismo ciego.
En 1484 el papa Inocencio VIII tuvo la peregrina y mortal ocurrencia de culpar públicamente a las brujas del clima frío y destructivo de Europa y hasta el siglo XVII la caza de brujos y brujas estuvo asociada con el clima frío. Más de 50,000 hombres y mujeres, acusados de prácticas diabólicas, murieron en la hoguera.
Hoy 700 años después de comenzada “La Pequeña Edad de Hielo”, para muchos científicos la verdadera causa de está mini glaciación se encuentra en la “cinta transportadora oceánica", las corrientes marinas. Se trata de un potente curso de agua templada, un río enorme dentro del mar, de entre 80 y 100 kilómetros, que traslada el calor desde el trópico a las latitudes del norte. “La Corriente del Golfo” es un fragmento de esta enorme circulación global de agua.
La Cinta Transportadora Oceánica, opera así: en el trópico las masas de agua se calientan por la alta incidencia de radiación solar y fluyen superficialmente hacia el norte rumbo a Islandia. A medida que el agua se enfría, se vuelve más densa porque adquiere una mayor proporción relativa de sales y acaba hundiéndose; el curso de agua cambia de dirección y vuelve por las profundidades del océano hacia el sur para mantener el equilibrio con el agua templada.
Corriente del Golfo
Los científicos piensan que “La Pequeña Edad de Hielo” se produjo cuando se interrumpió la Corriente del Golfo. Se postula que el intenso calor que se desarrolló por cuatro siglos, del año 900 hasta el 1300, con temperatura media entre 3° y 7° superior a las de siglos previos, fundió el “hielo ártico”, aportando agua dulce al mar, rebajando la salinidad marina. Como consecuencia el agua del mar perdió densidad y capacidad de hundirse en el océano, deteniéndose la Corriente del Golfo.
Sin dicha corriente, el clima de la Tierra, fundamentalmente el de Europa, se enfriaría enormemente. El calor ya no se transportaría a la atmósfera del Atlántico norte y los vientos procedentes del mar ya no serían cálidos, sino fríos. Las temperaturas en toda Europa serían gélidas, como en Siberia.
Hoy, el calentamiento del planeta podría sumir a Norteamérica y a Europa en una congelación profunda, probablemente en sólo unas pocas décadas.
Esta es una teoría que va ganando credibilidad entre muchos científicos que estudian el clima. La descongelación del hielo marino que cubre el Ártico podría alterar o incluso detener las grandes corrientes del Océano Atlántico. Sin el inmenso calor que proporcionan estas corrientes marinas (comparables a la producción de energía de un millón de centrales nucleares) la temperatura media europea podría descender de 5 a 10 grados centígrados (9 a 18 grados Fahrenheit), y algunas zonas de Norteamérica se enfriarían sólo un poco menos.
Algunos científicos creen que este cambio en las corrientes marinas puede surgir pronto, de un modo inesperado, en un período de tiempo tan corto como de 20 años.
Es difícil predecir qué pasará realmente, puesto que el Ártico y el Atlántico Norte son sistemas muy complejos, con muchas interacciones entre la tierra, el mar y la atmósfera. Los resultados de investigaciones recientes, sin embargo, sugieren que los cambios que estamos viendo en el Ártico podrían afectar potencialmente a las corrientes que calientan Europa del Este, y este hecho mantiene a mucha gente preocupada.
Científicos temen que el hielo que se funde en el Océano Ártico pueda verter una cantidad de agua dulce al Atlántico Norte suficiente como para interferir con las corrientes marinas.
Parte de esta agua dulce procedería de la propia masa de hielo que se derrite, pero el principal contribuyente sería el aumento creciente de lluvia y nieve en la región. La capa de hielo que se contrae deja al descubierto una cantidad mayor de superficie oceánica, permitiendo que una mayor cantidad de humedad se evapore en la atmósfera y dé lugar a un mayor número de precipitaciones.
Debido a que el agua salada es más densa y pesada que la dulce, este "endulzamiento" del Atlántico Norte haría las capas superficiales más livianas o boyantes. Y esto es un problema, ya que el agua de la superficie necesita hundirse para impulsar un modelo primario de circulación oceánica conocido como el "Gran cinturón transportador". El agua que está a un nivel bajo con respecto a la superficie fluye a través del suelo oceánico hacia el ecuador, mientras que las aguas superficiales cálidas de las latitudes tropicales fluyen hacia arriba para reemplazar al agua que se hunde. De esta manera el transportador se mantiene activo. Un aumento en la cantidad de agua dulce podría evitar el hundimiento de las aguas superficiales del Atlántico Norte, disminuyendo o deteniendo esta circulación.
Inevitablemente, la discusión apunta a los humanos. ¿La actividad industrial humana tiene mucho que ver con el calentamiento del Ártico? ¿Podríamos revertir la tendencia, si quisiéramos? No todos los científicos están de acuerdo. Algunos afirman que los cambios que están ocurriendo en el Ártico son consecuentes con los largos y lentos ciclos de comportamiento oceánico que la ciencia conoce. Otros ven un componente eminentemente humano.
El derretimiento del hielo marino es consecuente con el calentamiento que hemos presenciado en el último siglo, pero no sabemos qué porción de ese calentamiento se debe a las fluctuaciones naturales del clima y cuál a la emisión de gases de efecto invernadero.
Si el Gran cinturón transportador se detiene de pronto, no importará la causa. Los europeos estarán pensando en otras cosas, por ejemplo, cómo hacer que crezcan cultivos en la nieve. Esta es la hora de averiguarlo, mientras el fenómeno es sólo una posibilidad escalofriante.
La historia se repite, todo es cíclico.
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