La pereza.
LA PEREZA: El mediador
La pereza es el pecado capital del “nueve”, que tiene el peligro de abandonarse a la inactividad y dejar para mañana lo que tendría que hacer hoy, o de dejarse influir por el humor del momento o por las decisiones de los demás. Los pecados del “nueve” son por «omisión» y tienen que ver con cosas que no se han hecho, con oportunidades que se han perdido y con cualidades que se han reprimido y se han mantenido ocultas. Prefieren dejar a otros, evitando los conflictos y no afrontando los problemas. La pereza puede asumir las siguientes manifestaciones:
- La resistencia al cambio: predilección por las cosas habituales y rutinarias, agresividad pasiva, tendencia a la resignación.
- El olvido de sí mismo: dificultades para la introspección y para la consciencia de las propias necesidades, renuncia a los deseos para responder a las expectativas ajenas; tendencia a desacreditarse, necesidad de pasar inadvertido.
- La compensación: tendencia a colmar la inercia mediante actividades compensatorias, como la dependencia del alcohol, de la comida, de la televisión, de la lectura o de un hobby. Trata de narcotizarse para no enfrentar las situaciones difíciles.
- La distracción: inclinación a despilfarrar las energías en intereses del momento, sin objetivos de fondo hacia los que orientar el propio esfuerzo.
- Intensidad a través de las pertenencias: La imagen que el “nueve” tiene de sí mismo está mediatizada por sus contextos de pertenencia, como la familia, el ambiente de trabajo o el grupo de amistades, que contribuyen a definir las funciones y la identidad. Y sobre todo está la búsqueda de fusión con la pareja para compensar la débil identidad personal.
La salida para los mediadores está vinculada a la capacidad de desarrollo de la virtud de la diligencia, que se cultiva mediante la práctica de actitudes como las siguientes:
– Asumir la responsabilidad por los dones recibidos, implicándose en la vida y con los demás.
– Encender el fuego interior de la motivación y apretar algo más el acelerador.
– Firmar el propio valor y dignidad, conscientes de que no es posible amar al prójimo sin amarse a uno mismo.
– Desarrollar la pasión por la vida, sacando a la luz las propias energías y capacidades.
– Expresar las opiniones propias y afrontar de manera constructiva los conflictos y las diferencias, evitando hacer creer a toda costa que todo es paz y armonía.
– Establecer límites y plazos en la realización de los proyectos, sin perderse en infinitas distracciones o casas no esenciales.
– Aprender a centrar la atención tomando la iniciativa, estableciendo prioridades y tomando decisiones.
Obsesivamente ambivalente, ve todos los puntos de vista. Conoce las necesidades de los demás mejor que las propias; agradable, manifiesta la ira en formas indirectas.
Los “nueve” evolucionados pueden ser excelentes pacifistas, consejeros, negociadores. Los “nueve” fueron niños que se sintieron ignorados durante su infancia; no se sentían escuchados, y las necesidades de los demás eran más importantes que las propias. Se adormecieron y olvidaron sus verdaderos deseos, procurándose pequeñas comodidades y sustitutos para el amor.
Aprendieron a anestesiarse y a olvidarse de sí mismos al darse cuenta de que sus prioridades probablemente no serían consideradas. Pierden el contacto con lo que quieren al fusionarse con los deseos de los demás. Tienen dificultad en decir que no y sienten que al entablar una relación ni siquiera se han preguntado su necesidad sino la del otro. Se encargan de mantener la paz, de mediar, de estar de acuerdo con los otros. No discuten nada; enseguida asumen la opinión ajena.
Son lentos, se pierden en los detalles y dan rodeos. No llegan al grano de la cuestión. Sin embargo, toda esa tolerancia guarda dentro de ellos un volcán de rabia a punto de erupción. Contienen la ira, pero la expresan como terquedad o agresión pasiva.
Es un adormecimiento psíquico; no quieren ver ni trabajarse. Pereza de ser, de sentir su interior, Pereza a la intensidad. Su depresión es resignada. Excesivo conformismo. Aspecto sano, como el campesino satisfecho, Sancho Panza. Tapan la realidad para no enfrentar el dolor. «La vida es simple. No sé por qué la gente se complica». Ni siquiera se dan cuenta de que sufren, están narcotizados.
Se suelen evadir a través del hacer cualquier cosa inútil. Aparentan no tener problemas, si bien van experimentando un empobrecimiento. Adoptan valores del entorno.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario