viernes, 8 de marzo de 2019

LA PAZ NO ES DE LA MENTE.


Si podemos comprender qué significa ser pacífico, tal vez comprendamos el verdadero significado del amor.

Pensamos que la paz es algo que debe ser alcanzado mediante la mente, la razón, ¿pero es así? ¿Puede la paz llegar jamás mediante cualquier tipo de aquietamiento, control o dominio del pensamiento? Todos queremos paz; y para la mayoría de nosotros, la paz significa que nos dejen tranquilos, que no nos perturben ni interfieran con nosotros; de ese modo construimos un muro en tomo de nuestra propia mente, un muro de ideas.

Es muy importante que ustedes comprendan esto, porque a medida que vayan creciendo se enfrentarán con los problemas de la guerra y la paz. ¿Es la paz algo que ha de ser perseguido, atrapado y domesticado por la mente? Lo que la mayoría de nosotros llama paz es un proceso de estancamiento, un paulatino deterioro. 



Pensamos que encontraremos la paz aferrándonos a una serie de ideas, construyendo internamente una valla de seguridad, un muro de hábitos, de creencias; pensamos que la paz es cuestión de perseguir un principio, de cultivar una tendencia, una fantasía o un deseo particular. Queremos vivir sin perturbaciones, de modo que encontramos un rincón del universo o de nuestro propio ser, dentro del cual nos arrastramos viviendo en la oscuridad de nuestro propio encierro. Eso es lo que casi todos buscamos en nuestra relación con el marido, con la esposa, con los padres, con los amigos. Inconscientemente deseamos la paz a cualquier precio, y así es como la perseguimos.

¿Pero puede la mente encontrar la paz alguna vez? ¿Acaso no es la mente misma una fuente de perturbación? La mente sólo puede adquirir, acumular, negar, afirmar, perseguir. La paz es absolutamente esencial, porque sin paz no podemos vivir creativamente. ¿Pero es la paz algo para ser realizado por medio de luchas, renuncias, sacrificios de la mente? ¿Entienden de qué estoy hablando?

Puede que mientras son jóvenes estemos descontentos, pero cuando vayamos creciendo, a menos que seamos muy sensatos y estemos muy alerta, ese descontento será canalizado en alguna forma de resignación pacífica a la vida.  


La mente está buscando perpetuamente aliarse en un hábito, en una creencia, en un deseo, en algo que le permita vivir y estar en paz con el mundo. Pero la mente no puede encontrar la paz, porque sólo puede pensar en términos de tiempo, en términos de pasado, presente y futuro: lo que ha sido, lo que es y lo que será. Está constantemente condenado, juzgando, sopesando, comparando, persiguiendo sus propias vanidades, sus propios hábitos, sus propias creencias, y una mente así jamás puede ser pacífica. Puede engañarse a sí misma con un estado al que llama paz, pero eso no es paz. La mente puede hipnotizarse mediante la repetición de palabras y frases, siguiendo a alguien o acumulando conocimientos; pero no es pacífica, porque una mente semejante es ella misma el centro de la perturbación; por su propia naturaleza es la esencia del tiempo. Por lo tanto, la mente con la que pensamos, con la que calculamos, con la que ideamos y comparamos, no puede encontrar la paz.

La paz no es el resultado de la razón; no obstante, si ustedes observan las religiones organizadas verán que se hallan presas en esta persecución de la paz por medio de la mente. La paz es tan pura y creativa como destructivo es la guerra, y para encontrar esa paz uno tiene que comprender qué es la belleza. Por eso es importante, mientras somos muy jóvenes, tener belleza a nuestro alrededor: la belleza de los edificios que tienen proporciones apropiadas, la belleza del aseo, de la conversación sosegada entre los mayores. En la comprensión de lo que es la belleza conoceremos el amor, porque la comprensión de la belleza es la paz del corazón.

Paz del corazón, no de la mente. Para conocer la paz tenemos que descubrir qué es la belleza. La manera como hablamos, las palabras que usamos, los gestos que hacemos, estas cosas importan muchísimo, porque a través de ellas descubriremos el refinamiento de nuestro propio corazón. La belleza no puede ser definida ni explicada con palabras. Sólo puede ser comprendida cuando la mente está muy quieta.


Por lo tanto, mientras son jóvenes y sensibles, es esencial que tanto ustedes como quienes son responsables por ustedes, creen una atmósfera de belleza. La manera como visten, como caminan, como se sientan, como comen, todas estas cosas y las que les rodean son muy importantes. Cuando sean mayores se encontrarán con las cosas feas de la vida; las construcciones feas, la gente fea con su malicia, su envidia, su ambición, su crueldad; y si no han cimentado y establecido la percepción de la belleza en sus corazones, serán fácilmente arrebatados por la enorme corriente del mundo. Entonces quedarán presos en la interminable lucha por encontrar la paz mediante la mente. La mente proyecta una idea de lo que es la paz y trata de perseguirla, quedando de ese modo atrapada en la red de las palabras, en la red de las fantasías y las ilusiones.

La paz puede llegar únicamente cuando hay amor. Si tienen paz meramente gracias a la seguridad financiera o de otra clase, o gracias a ciertos dogmas, rituales o repeticiones verbales, no hay creatividad, no existe la urgencia de producir una revolución fundamental en el mundo. Una paz semejante sólo conduce al contentamiento y a la resignación. Pero cuando en ustedes exista la comprensión del amor y de la belleza, encontrarán que la paz no es una mera proyección de la mente. Ésta es la paz creativa, la paz que elimina la confusión y genera orden dentro de nosotros mismos. Pero esta paz no llega mediante esfuerzo alguno por encontrarla. 


Llega cuando estamos observando constantemente, cuando somos sensibles tanto a lo bello como a lo feo, a lo bueno como a lo malo, a todas las fluctuaciones de la vida. La paz no es algo mezquino creado por la mente; es inmensamente grande, infinitamente extensa y sólo puede ser comprendida cuando hay plenitud en el corazón.

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