Si
sientes miedo, sientes miedo. ¿Para qué convertir el asunto en un problema?
Reconoce que tienes miedo, al igual que posees dos manos. ¿Para qué crear un
problema? El miedo está allí y lo único que debes hacer es tomar nota y
aceptarlo. Acéptalo y no te preocupes. Verás que súbitamente desaparece.
Esa
es la alquimia interior: los problemas desaparecen tan pronto como se aceptan,
pero se agrandan y complican cuando se entra en conflicto con ellos. Claro que
hay sufrimiento y con él viene el miedo. Pero acéptalo porque no hay nada que
puedas hacer al respecto. No pienses que estoy hablando de pesimismo al decir
que no puedes hacer nada al respecto. Cuando digo que no hay nada que puedas
hacer, te estoy dando la clave para solucionar el problema.
El
sufrimiento es parte de la vida y del crecimiento, y no hay nada de malo en él.
El sufrimiento se convierte en algo malo solamente cuando es destructivo, y no
se utiliza para crear; el sufrimiento se convierte en algo malo solamente
cuando la persona sufre y no aprende nada de su sufrimiento. Yo quiero decirles
que cuando el sufrimiento deja lecciones es una fuerza creadora.
La
oscuridad es bella cuando insinúa la pronta aparición del alba; la oscuridad es
peligrosa cuando es interminable y no insinúa un amanecer. Es peligrosa cuando
sencillamente se perpetúa y la persona continúa moviéndose como autómata en la
rutina de su círculo vicioso. Esto te puede suceder si no estás alerta: por
querer salir de un sufrimiento, terminas creando otro, y para escapar de ese
creas otro, y luego otro, y así sucesivamente. Y todos esos sufrimientos que no
has vivido continúan aguardándote. Han escapado, sí, pero simplemente para caer
en otro sufrimiento, porque la misma mente que creó el primer sufrimiento, crea
también los siguientes. El sufrimiento siempre estará ahí porque es una
creación de la mente.
Acepta
el sufrimiento y atraviésalo; no escapes. Es una dimensión completamente
diferente en la cual debes trabajar.
El
sufrimiento está ahí; sal a su encuentro, atraviésalo. El sufrimiento estará
ahí, de modo que acéptalo. ¿Qué temblarás? ¡Entonces tiembla! ¿Para qué fingir
que no tiemblas, que no sientes miedo? Si eres cobarde, pues acéptalo.
Todas
las personas son cobardes. Aquellas a quienes llamamos valientes solamente
están fingiendo porque muy en el fondo son tan cobardes como el resto del
mundo. En efecto, son quizá más cobardes porque para crear su cobardía se han
fabricado una máscara de bravura y tratan de actuar de tal manera que nadie
piense que son cobardes. Su bravura es apenas una fachada.
Pero
la sociedad todo lo ha convertido en problema.
Cuando
un niño siente miedo de la oscuridad le decimos: “No tengas miedo, sé
valiente”. ¿Por qué? El niño es inocente; es natural que sienta miedo en la
oscuridad. Pero lo obligamos a ser valiente y a esforzarse por serlo. Entonces,
se llena de tensión y se limita a soportar la oscuridad; todo su ser está tenso
y listo para temblar, pero el niño se reprime. Ese temblor reprimido lo
perseguirá durante toda la vida. Habría estado bien temblar en la oscuridad; no
habría nada de malo en ello. Habría estado bien llorar y correr y refugiarse en
los brazos de sus padres, no había nada de malo en ello.
Ese
niño habría salido de la oscuridad con mayor experiencia y mayor conocimiento.
Después de temblar y sollozar en la oscuridad se habría dado cuenta de que en
realidad no había nada que temer. Al reprimirlo, nunca logras experimentar el
fenómeno en su totalidad y no extrae de él lección alguna.
La
sabiduría viene con el sufrimiento, a través de la aceptación. Cualquiera que
sea la situación, siéntete a gusto en ella…
¡Eres
hermoso! Acéptalo y, no importa lo que suceda, permite que pase y vive la
situación.
El
sufrimiento no tarda en convertirse en aprendizaje, en cuyo caso se convierte
en una fuerza creadora.
El
miedo te dejará intrepidez y la ira te dejará compasión. Al comprender el odio,
nacerá en ti el amor. Pero eso no sucede creando un conflicto, sino viviendo
con la consciencia alerta.
Acepta
y atraviesa la situación.