Es extraordinariamente hermoso, extraordinariamente complejo. No hay otra cosa tan compleja, tan sutil como el cuerpo. No sabes nada de él. Sólo lo has mirado en el espejo.
Nunca lo has mirado desde el interior; te darás cuenta de que es un universo en sí mismo. Eso es lo que los místicos han estado diciendo siempre: que el cuerpo es un universo en miniatura.
Si lo ves desde el interior, es tan vasto: millones y millones de células, y cada una de ellas vivas en sí misma, cada célula funcionando de una manera tan inteligente que casi parece increíble, imposible, inconcebible.
Comes y el cuerpo transforma la comida en sangre, huesos, médula. Comes y el cuerpo la transforma en consciencia, pensamiento. Un milagro está sucediendo a cada momento. Cada célula funciona tan sistemáticamente, de una manera tan ordenada, con tal disciplina interior, que casi parece no ser posible: millones de células. Setenta millones de células existen dentro de tu cuerpo, setenta millones de almas. Cada célula tiene su propia alma. ¡Y cómo funcionan! Con qué coherencia funcionan, con qué ritmo y armonía. Y las mismas células se convierten en los ojos y las mismas células se convierten en la piel y las mismas células se convierten en tu hígado y en tu corazón y en tu médula y en tu mente y en tu cerebro. Las mismas células se especializan – entonces se convierten en células especializadas- pero son las mismas células. Y cómo se mueven y cómo trabajan de sutil y silenciosamente.
Penetra en el cuerpo, penetra en el fondo de su misterio. Porque son tus raíces. El cuerpo es tu tierra; tú estás enraizado en el cuerpo. Tu consciencia es como un árbol en el cuerpo. Tus pensamientos son como frutos. Tus meditaciones son como flores. Pero tú estás enraizado en el cuerpo; él te apoya. El cuerpo apoya todo lo que estás haciendo. Amás, y el cuerpo te apoya. Odias, el cuerpo te apoya... Quieres matar a alguien, el cuerpo te apoya. Quieres proteger a alguien, el cuerpo te apoya. En la compasión, en el amor, en la ira, en el odio –en cada modo- el cuerpo te apoya. Estás enraizado en el cuerpo; te estás nutriendo del cuerpo. Incluso cuando empiezas a darte cuenta de quién eres, el cuerpo te apoya.
Es tu amigo; no es tu enemigo. Escucha su lenguaje, descodifícalo, y poco a poco, según penetres en el libro del cuerpo y pases sus páginas, llegarás a darte cuenta de todo el misterio de la vida. Condensado, está dentro de él. Aumentado un millón de veces, está extendido por todo el mundo. Pero, condensado en una pequeña fórmula, está presente en tu cuerpo.
El cuerpo entraña todos los misterios del universo; es uno en miniatura. La diferencia entre el cuerpo y el universo es sólo de cantidad. Así como un simple átomo encierra todos los secretos de la materia, el cuerpo contiene todos los secretos del universo. Uno no necesita salir a buscar ningún secreto fuera, más bien debe penetrar en su interior.
Hay que cuidar el cuerpo. Uno no debería estar en su contra, no debería condenarlo. Si lo haces, es que has condenado a Dios, porque en lo más recóndito de tu cuerpo reside Dios. Dios ha elegido esta morada del cuerpo para vivir. Respeta tu cuerpo, ama tu cuerpo, cuídalo. Las supuestas religiones han creado mucho antagonismo entre el hombre y su cuerpo. Es cierto que no eres el cuerpo. Pero eso no quiere decir que tengas que estar en contra de él; es un amigo. El cuerpo puede mandarte al infierno, así como también puede mandarte al cielo. Es simplemente un vehículo. Es neutral: donde sea que quieras ir, él está listo. Es una maquinaria de inmensa complejidad, belleza, orden. Cuanto más comprende uno al cuerpo, más respeto le tiene. ¿Entonces, qué decir respecto a todo el universo? Incluso este pequeño cuerpo supone tal milagro. Por tanto, yo llamo al cuerpo el templo de lo divino.
Una vez que cambia tu actitud respecto al cuerpo, resulta más fácil entrar, porque el cuerpo se abre a ti. Te permite entrar, comienza a revelarte sus secretos. Así es como llegaron a saberse los secretos del yoga por primera vez. Así es como se supieron por primera vez los del tao. El yoga no surgió de la disección de cadáveres. La ciencia médica moderna está basada en cadáveres y en su disección. Hay algo en ella básicamente erróneo. Todavía no ha sido capaz de conocer el cuerpo vivo. La disección de un cuerpo es una cosa, saber algo de un cuerpo disecado es una cosa, y saber algo acerca de un cuerpo vivo es totalmente diferente. Pero la ciencia moderna no encuentra el modo de saber sobre el cuerpo vivo. El único modo que conoce consiste en despedazarlo. En cortarlo, pero en el momento en que lo cortas ya no es el mismo fenómeno. Comprender a una flor en su tallo, en un árbol, es una cosa; córtala, diseccionarla, es otra distinta. Ya no se trata del mismo fenómeno. Su cualidad es diferente.
Albert Einstein tenía unas cualidades que no tiene su cadáver, que no puede tener. Muere un poeta; el cadáver está ahí, ¿pero dónde está el genio? El cadáver de un idiota y el cadáver de un genio son lo mismo. Al diseccionar el cadáver, no serás capaz de saber si pertenecía a un genio o a un idiota, si pertenecía a un místico o a alguien que nunca fue consciente de ningún misterio de la vida. Resultará imposible porque estás mirando simplemente la casa, pero el ser que habitó en ella ya no está allí. Estás estudiando tan sólo la jaula y el pájaro ha volado; estudiar la jaula no es estudiar el pájaro. Pero aun así, el cuerpo aloja lo divino en él.
El mejor modo es penetrar en el interior de ti mismo y mirar tu propio cuerpo desde ahí, desde la parte más interna de tu ser. Entonces resulta un gozo extraordinario... sólo de ver su funcionamiento, su tictac. Es el mayor milagro que ha ocurrido en el universo.
OSHO.
Nunca lo has mirado desde el interior; te darás cuenta de que es un universo en sí mismo. Eso es lo que los místicos han estado diciendo siempre: que el cuerpo es un universo en miniatura.
Si lo ves desde el interior, es tan vasto: millones y millones de células, y cada una de ellas vivas en sí misma, cada célula funcionando de una manera tan inteligente que casi parece increíble, imposible, inconcebible.
Comes y el cuerpo transforma la comida en sangre, huesos, médula. Comes y el cuerpo la transforma en consciencia, pensamiento. Un milagro está sucediendo a cada momento. Cada célula funciona tan sistemáticamente, de una manera tan ordenada, con tal disciplina interior, que casi parece no ser posible: millones de células. Setenta millones de células existen dentro de tu cuerpo, setenta millones de almas. Cada célula tiene su propia alma. ¡Y cómo funcionan! Con qué coherencia funcionan, con qué ritmo y armonía. Y las mismas células se convierten en los ojos y las mismas células se convierten en la piel y las mismas células se convierten en tu hígado y en tu corazón y en tu médula y en tu mente y en tu cerebro. Las mismas células se especializan – entonces se convierten en células especializadas- pero son las mismas células. Y cómo se mueven y cómo trabajan de sutil y silenciosamente.
Penetra en el cuerpo, penetra en el fondo de su misterio. Porque son tus raíces. El cuerpo es tu tierra; tú estás enraizado en el cuerpo. Tu consciencia es como un árbol en el cuerpo. Tus pensamientos son como frutos. Tus meditaciones son como flores. Pero tú estás enraizado en el cuerpo; él te apoya. El cuerpo apoya todo lo que estás haciendo. Amás, y el cuerpo te apoya. Odias, el cuerpo te apoya... Quieres matar a alguien, el cuerpo te apoya. Quieres proteger a alguien, el cuerpo te apoya. En la compasión, en el amor, en la ira, en el odio –en cada modo- el cuerpo te apoya. Estás enraizado en el cuerpo; te estás nutriendo del cuerpo. Incluso cuando empiezas a darte cuenta de quién eres, el cuerpo te apoya.
Es tu amigo; no es tu enemigo. Escucha su lenguaje, descodifícalo, y poco a poco, según penetres en el libro del cuerpo y pases sus páginas, llegarás a darte cuenta de todo el misterio de la vida. Condensado, está dentro de él. Aumentado un millón de veces, está extendido por todo el mundo. Pero, condensado en una pequeña fórmula, está presente en tu cuerpo.
El cuerpo entraña todos los misterios del universo; es uno en miniatura. La diferencia entre el cuerpo y el universo es sólo de cantidad. Así como un simple átomo encierra todos los secretos de la materia, el cuerpo contiene todos los secretos del universo. Uno no necesita salir a buscar ningún secreto fuera, más bien debe penetrar en su interior.
Hay que cuidar el cuerpo. Uno no debería estar en su contra, no debería condenarlo. Si lo haces, es que has condenado a Dios, porque en lo más recóndito de tu cuerpo reside Dios. Dios ha elegido esta morada del cuerpo para vivir. Respeta tu cuerpo, ama tu cuerpo, cuídalo. Las supuestas religiones han creado mucho antagonismo entre el hombre y su cuerpo. Es cierto que no eres el cuerpo. Pero eso no quiere decir que tengas que estar en contra de él; es un amigo. El cuerpo puede mandarte al infierno, así como también puede mandarte al cielo. Es simplemente un vehículo. Es neutral: donde sea que quieras ir, él está listo. Es una maquinaria de inmensa complejidad, belleza, orden. Cuanto más comprende uno al cuerpo, más respeto le tiene. ¿Entonces, qué decir respecto a todo el universo? Incluso este pequeño cuerpo supone tal milagro. Por tanto, yo llamo al cuerpo el templo de lo divino.
Una vez que cambia tu actitud respecto al cuerpo, resulta más fácil entrar, porque el cuerpo se abre a ti. Te permite entrar, comienza a revelarte sus secretos. Así es como llegaron a saberse los secretos del yoga por primera vez. Así es como se supieron por primera vez los del tao. El yoga no surgió de la disección de cadáveres. La ciencia médica moderna está basada en cadáveres y en su disección. Hay algo en ella básicamente erróneo. Todavía no ha sido capaz de conocer el cuerpo vivo. La disección de un cuerpo es una cosa, saber algo de un cuerpo disecado es una cosa, y saber algo acerca de un cuerpo vivo es totalmente diferente. Pero la ciencia moderna no encuentra el modo de saber sobre el cuerpo vivo. El único modo que conoce consiste en despedazarlo. En cortarlo, pero en el momento en que lo cortas ya no es el mismo fenómeno. Comprender a una flor en su tallo, en un árbol, es una cosa; córtala, diseccionarla, es otra distinta. Ya no se trata del mismo fenómeno. Su cualidad es diferente.
Albert Einstein tenía unas cualidades que no tiene su cadáver, que no puede tener. Muere un poeta; el cadáver está ahí, ¿pero dónde está el genio? El cadáver de un idiota y el cadáver de un genio son lo mismo. Al diseccionar el cadáver, no serás capaz de saber si pertenecía a un genio o a un idiota, si pertenecía a un místico o a alguien que nunca fue consciente de ningún misterio de la vida. Resultará imposible porque estás mirando simplemente la casa, pero el ser que habitó en ella ya no está allí. Estás estudiando tan sólo la jaula y el pájaro ha volado; estudiar la jaula no es estudiar el pájaro. Pero aun así, el cuerpo aloja lo divino en él.
El mejor modo es penetrar en el interior de ti mismo y mirar tu propio cuerpo desde ahí, desde la parte más interna de tu ser. Entonces resulta un gozo extraordinario... sólo de ver su funcionamiento, su tictac. Es el mayor milagro que ha ocurrido en el universo.
OSHO.
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