MENSAJE DE LOS PLEYADIANOS
Canalizado por Gillian MacBeth-Louthan
Siempre hemos existido como luz. No podemos ser más que la expresión de la luz. Provenimos de los soles detrás de los soles, de la luz detrás de la luz. Somos su reflejo tal como somos su comienzo. Somos todo lo que ha existido y todo lo que ha nacido a la forma a lo largo del tiempo.
Somos un portal de luz dentro del Sistema Estelar Pleyadiano, un faro cristalino que les permite ingresar a nuestro lugar del espacio y tiempo donde la luz puede curvarse y transmite el conocimiento y la sabiduría a todos los que traspasan nuestra puerta. Somos como un portal estelar cristalino que alberga códigos de luz que han sido mantenidos cautivos y buscan ser completados por aquellos que tienen un anhelo en su corazón por nuestra energía.
Se nos menciona a través de los textos como los Grandes Seres de las Pléyades que escoltaron a la humanidad hacia un nivel más elevado y una escalera de diferencia genética. Nos presentamos para reflejarles partes de ustedes que han sido ocultadas dentro de su propia sombra humana. Venimos a reflejar la veracidad de su belleza y de sus habilidades, las que no ven al estar atrapados en el torbellino de sanar, componer, eliminar, dejar ir, liberar.
Cada uno de ustedes representa un universo, un universo que ha tenido amnesia y ha olvidado que es un universo. Su cuerpo contiene billones de galaxias y constelaciones que representan toda la vida que han encarnado. Su Tierra es un anfitrión para todos estos millones de universos que se apresuran hacia la plenitud del ser y la plenitud del recuerdo. No hay un simple mortal dócil en toda la estructura de la Tierra. Como en toda existencia, hay agujeros negros, agujeros blancos y agujeros azules. Hay gigantes rojas, enanas marrones. Hay estrellas calientes; hay estrellas frías. Hay energías que son amigables con su entorno y energías que desean destruirlo.
Ustedes son seres galácticos de proporción inimaginable. Como el universo que son y nacieron para ser, es hora de atar los cabos sueltos y cortar los lujos de estar estáticos e ineptos en su así llamada humanidad. La luz que brota emanando e irradiando de su estrella diurna -el Sol- proviene de la profundidad de las Pléyades. Brillamos en la Atlántida, en Lemuria y en el Antiguo Egipto. Fuimos la luz venerada por los mayas. Tanto los anasazi como los sumerios conocían nuestro calor. Nos conocieron todas las civilizaciones que van más allá de sus registros de tiempo y piedra. La Luz de las Pléyades llega a ustedes y los recoge suavemente. Recoge cada pizca suya que está fracturada. Recoge el ADN que es débil y frágil y lo hace fuerte y vibrante. Recoge células de tristeza y les trae alegría. Reúne todas sus partes en un punto que solo puede iniciar la creación. Es un punto de amor.
Esta energía es la que llega y los acompaña hacia más de lo que jamás hayan experimentado o creído posible. Deben separarse de la unión de todo lo que supieron que eran limitaciones y convertirse en una nación de luz soberana. Ya no pueden esperar a que su ciudad, sus ayuntamientos, su familia, su pueblito y su gobierno se unifiquen. Cada uno es una entidad completa; cada uno es todo un campo de luz unificado. No hay nada que esté fracturado o roto en su existencia excepto cuando perciban que lo está. Deben alejarse del dolor y el aislamiento y mirar plenamente a quién y qué representan.
Todos ustedes están aquí como Emisarios de Luz, como Embajadores del Creador. No están aquí para holgazanear, para que sus cuerpos se vuelvan frágiles, viejos y enfermos. Están aquí para comprender la culminación y ver enteramente por qué existieron en primer lugar. Es a través de esta aceleración de las partículas y el campo de luz unificado que nacen a la totalidad. No hay nada que no puedan lograr. No hay nada que no puedan crear. No hay nada que no puedan sanar. Ustedes efectúan y afectan todo. Todo en su mundo los escucha.
Ustedes son seres que han olvidado su inmensidad. Si van a salvar este mundo al haber encarnado para hacerlo, deben comenzar por ustedes mismos. No son víctimas de nada ni de nadie, a menos que así lo decreten. No hay nada que pueda dañarlos, no hay nada que pueda destruirlos, no hay nada que les puedan quitar porque ustedes son el centro del universo en forma humana. Han olvidado la totalidad de su ser. Despierten a quiénes son.
Hablen como un dios. Piensen como un dios. Conviértanse en un dios. No permitan que las distracciones de su día, de su humanidad, de su cuerpo los posean y los esclavicen de tal manera que minimicen la creación misma de quiénes son. Salgan del cuerpo y obsérvenlo como un vehículo que ustedes instruyen, un vehículo que los transporta a través del espacio y el tiempo de todas las maneras y en cada pensamiento.
Donde están sus pensamientos es donde moran, mírenlo como la dirección de su creación. Esta dirección se convierte entonces en su universo cuantificado y su campo de luz definido. Redefinan quiénes son para sí mismos y luego eso seguirá como el día y la noche en que son redefinidos en cada célula de su cuerpo, en cada nivel de su vida y en cada documento que alguna vez haya registrado su vida, su nacimiento y su muerte. Ustedes son el centro del universo. No lo tomen a la ligera. Porque dónde estén ubicados en su pensamiento, en su ser, en su construcción de las circunstancias, se propaga a través de toda existencia. Eso afecta su pasado, su presente y su futuro, porque todo está conectado.
Gillian MacBeth-Louthan
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Traducción: Susana Peralta
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