por Gerrit Gielen
La Creación: Una Cooperación de Energías Femeninas y Masculinas
Al inicio hay Creación: el tiempo y espacio se crean a partir de lo que es el Uno. La diversidad es la consecuencia: la vida adopta formas interminables, hay un número infinito de campos de experiencia, esferas, dimensiones y mundos por explorar. Esto plantea la cuestión ¿Por qué ocurrió la Creación?
La unidad lo incluye todo, y para que ustedes puedan ser conscientes de sólo una parte de esa unidad, la Creación es necesaria. Para darles un ejemplo: la luz blanca es la suma de todos los colores. Para experimentar colores individuales, tenemos que desintegrar la luz blanca con el uso de un prisma. Esta difusión de la luz blanca en todos los colores del arco iris es a lo que llamo Creación: creando la diversidad a partir de la unidad.
Solamente cuando hemos experimentado la belleza y cualidades de todos los colores individuales entendemos verdaderamente lo que es blanco. La creación – creando la diversidad – parte del deseo de la auto percepción. Entendemos el todo solamente cuando hemos experimentado realmente todas las partes individuales. Podemos comparar esto con la experiencia que logramos durante nuestras vidas. Cuando yo era niño, entendía cómo era ser un niño, pero no sabía todavía cómo ser un adolescente enamorado, cómo ser un hombre casado, o un padre. Necesito tener todas esas experiencias para entender realmente quien soy como ser humano y para encontrar verdadera paz dentro de mí mismo.
En esta gran experiencia de descubrimiento, lo cual es el propósito de la Creación, hay dos fuerzas que juegan un papel central: femenina y masculina. El poder masculino es una energía inquisitiva de exteriorización, que es aventurera y quiere experimentar y entender todas las cosas. Es esta fuerza la que radica en la base de la emergencia del tiempo y el espacio. La energía femenina crea la conciencia de la unicidad interior. A través del lado femenino, la humanidad está conectada a esa unicidad (al Uno), y con el lado masculino, está conectada a la diversidad (los muchos). El lado femenino tiene que ver con el mundo interior, el lado masculino con el exterior, la realidad manifiesta.
La energía masculina asegura que lo que es único e individual puede experimentarse en todo, mientras que la energía femenina asegura la integración y la unión. Sin la energía femenina que integra las experiencias únicas de los individuos en un panorama más amplio, estas se perderían en la noche.
La dualidad surge cuando un ser comienza a identificarse con un lado o el otro. En el estado actual de la humanidad, es la parte masculina el objeto dominante de identificación. El resultado es una supresión del lado femenino que provoca una pérdida de ese sentido de conectividad interna. El sentido del Yo es muy fuerte: el ego se ve a sí mismo colocado frente a un universo que ya no se experimenta como una madre protectora. Entonces se siente pequeño y atemorizado, y reacciona queriendo amasar de ese universo, tanto poder como sea posible.
Cuando la femenina es la energía dominante, se enfoca demasiada atención en el mundo interior, lo cual crea una dualidad con el mundo exterior. El mundo interior, el mundo de lo espiritual, entonces es vito como algo superior y más elevado en comparación con una realidad exterior de diversidad y pluralidad de las formas.
El Paraíso: el equilibrio entre lo femenino y lo masculino
Podemos ver la dualidad en acción en la historia de la humanidad. En un pasado prehistórico, había un equilibrio entre las energías masculinas y femeninas. En ese tiempo no había países ni fronteras. Este era el tiempo de un paraíso terrenal llamado Lemuria. En mí viven impresiones de un tiempo en el cual, yo con otros seres angélicos, nos dedicábamos a preparar a la Tierra para la llegada de los humanos.
“Es como un sueño hermoso de hace mucho, mucho tiempo. Eramos seres angélicos radiantes. En colaboración la Madre Tierra estábamos creando la naturaleza. El tiempo para nosotros tenía una velocidad muy diferente, las plantas que creábamos, las veíamos brotar ante nuestros ojos. Estábamos ocupados preparando la Tierra para la llegada de la humanidad. Era un tiempo de esperanza, un tiempo de amor. Pensábamos que la Tierra se convertiría en un hermoso terreno de juego en el cual los seres con una sencilla conciencia infantil podría descubrir la vida en una forma deliciosa, un lugar donde la gente podía disfrutar el amor del uno por el otro y por la naturaleza. Qué equivocados estábamos. ¿Qué fue lo que salió tan terriblemente mal?”
La gente que poblaba la tierra en ese entonces sentía la conectividad interior de la vida y sabía que la Madre Tierra estaba ahí para todos. La gente vivía en armonía con la naturaleza. La Tierra, como el aire, era para todos, pero ella no era nuestra posesión. A la vez, la vida era como una experiencia de descubrimiento, una aventura feliz. En cada montaña, una nueva vista, detrás de cada horizonte, un nuevo país con nuevas experiencias a explorar.
La humanidad se creó como una raza muy curiosa e inquisitiva. En aquellos días, la gente poseía una conciencia exuberante algo infantil. Ellos disfrutaban la vida con una alegría espontánea que solamente vemos en los niños. Su conciencia era más expansiva que la nuestra: podían comunicarse con los animales, plantas, montañas y ríos. Era natural en ellos el tener contacto con guías espirituales y con criaturas etéreas como gnomos y hadas. Tenían un sentido diferente del tiempo y vivían el día a día.
En esta humanidad en desarrollo, había un ritmo natural, con las energías femeninas y masculinas ejerciendo su dominio en momentos alternos. Después de cada fase de descubrimiento y exploración, venía una fase de internalización. Al igual que los humanos corren alternando la pierna izquierda y la derecha. Pero entonces salió mal.
El fin del paraíso: la serpiente y la emergencia de la dualidad
En la Biblia esta frase se describe como la historia simbólica de Eva, quien fue tentada por la serpiente para probar la manzana que les da a los humanos el conocimiento del bien y del mal.
¿Qué salió mal? La humanidad como un todo es una raza masculina, una raza enfocada en el descubrimiento y la aventura. Por esta razón, existía en la propia humanidad el deseo de ser más libre del mundo espiritual. La raza humana quería embarcarse en una aventura y descubrir. La humanidad gradualmente encarnó cada vez a mayor profundidad en la Tierra y en la materia. La conexión con sus guías – los ángeles que acompañan a la humanidad en su evolución – y la alineación al mundo espiritual se volvieron menos importantes. Las mujeres, quienes por naturaleza están más enfocadas en el mundo interior, eran más hábiles en la creación de esta conexión que los hombres, y algunas mujeres eran mejores que otras en esto.
Este último grupo era muy importante para la comunidad y por tanto surgió una clase de sacerdotisas. Cuando la grieta entre estas sacerdotisas y el reino espiritual de los ángeles que acompañaban a la humanidad se hizo mayor, emergió una abertura para el contacto con otras fuentes que tenían intenciones menos apropiadas. Las energías reptilianas (la serpiente de la biblia) querían debilitar a la humanidad a través de divisiones.
A las sacerdotisas se les tentó con las ideas siguientes: el mundo interno es más importante que el externo, las mujeres más sintonizadas con el mundo interno son mejores que los hombres y tienen derecho a dirigir a los hombres. Tales pensamientos alentaron su ego y ellas comenzaron gradualmente a abrazar esta visión dualista del mundo. Las mujeres, y el mundo interno eran consideradas superiores, representando a lo “superior”. Los hombres y el mundo externo eran considerados inferiores, representando a lo “inferior”. Esto era algo parecido a la Manzana: la dualidad, el susodicho conocimiento del bien y el mal, se ancló sólidamente en los pensamientos de la humanidad.
Las sacerdotisas comenzaron a considerarse a sí mismas cada vez más importantes y querían hermosos templos y hogares para sí. Surgieron comunidades que se mantuvieron en una localidad. La humanidad dejó de vagar y descubrir cosas nuevas, y las mujeres se mantuvieron como dominantes durante mucho tiempo. Los hombres eran vistos cada vez más como seres inferiores y hasta tratados como esclavos.
La dominación femenina y las heridas en la energía masculina
Comenzó el tiempo de la reina-sacerdotisa. Ellas proclamaron una visión dualista del mundo que justificaba su poder y autoridad y la superioridad esencial de la mujer sobre el hombre. Ellas reclamaban que la verdad reside únicamente en el mundo interior, y que solamente las mujeres podían acceder a esa verdad. El mundo exterior se proyectaba como malo, peligroso y tentador, y la gente tenía que ser protegida contra este mundo malo por su propio bien.
Este concepto tuvo cuatro consecuencias de largo alcance que provocaron profundas heridas en la energía masculina.
La primera herida: la pérdida de la belleza
Vivir en un lugar requiere trabajo intenso en la agricultura y eso es trabajo de hombres. La urgencia natural del hombre hacia la aventura, que ya se veía como sospechosa, se suprimió aún más por tanto. Esa urgencia no iba con el trabajo pesado y aburrido tal como arar y sembrar.
La imagen de lo que era ser un buen hombre cambió: tenía que ser confiable, trabajador y sin mucho tiempo para pensar. Los aventureros eran vistos como holgazanes y vagos, un daño para la comunidad. Todo tipo de expresión en nuestro tiempo se refiere todavía a esto: “nadie muere por trabajar duro”, “el hombre debe ganarse el pan con el sudor de su frente”, “el diablo encuentra trabajo para manos ociosas”.
Sin embargo el deseo de aventura en el hombre es finalmente el deseo de experimentar la belleza y las maravillas del universo. Al suprimir este deseo, la primera herida en la energía masculina emergió: la pérdida de la habilidad para apreciar la belleza. El hombre aprendió a disfrutar de la belleza de la vida, a aventurarse y explorar nuevas formas de vida, a sentir la urgencia para crear, a descubrir; estas eran todas “malas” cualidades que debían suprimirse. Un “buen” hombre es muy trabajador y no hace preguntas.
Todavía vemos las consecuencias de esta forma de pensar. Miren las ciudades modernas diseñadas y construidas exclusivamente por hombres trabajadores y noten su falta de color y belleza. Todavía vemos a nuestro alrededor solamente una energía masculina en movimiento que no puede descansar y que no sabe lo que quiere.
A través de este desarrollo, los hombres se volvieron casi totalmente responsables del suministro de alimentos, haciéndolos más importantes dentro de la comunidad.
La segunda herida: la pérdida del amor
Debido a esta visión mundial dualista de la casta de la sacerdotisa, el mundo exterior se volvió incrementadamente peligroso. Las comunidades se mantenían en un sitio y necesitaban protectores. Esta también era tarea del hombre: los cazadores se convirtieron en guerreros. Un guerrero sin embargo, a diferencia de un buen cazador, no puede tener sentimientos. Un soldado que mata a otro ser humano no debe tener sentimientos respecto a su víctima. El no puede dejar que esto entre a su mente, el hecho de que el ser humano que él mató fue una vez un bebé que tuvo una madre que podía haberlo amado mucho y que quería lo mejor para él. El guerrero no puede pensar: “Ahora, maté un bebé. ¿Cómo le afectará eso a ella? ¿Qué sentirá ella cuando sepa que él murió? ¿Cuántas lágrimas derramará?” El guerrero que tiene empatía no puede ser un guerrero.
Un buen guerrero suprime la energía del corazón y actúa desde una visión mundial muy dualista: que el otro, el enemigo es malo. El oponente no es realmente un ser humano y por tanto puedo matarlo. Esta actitud por supuesto, resultó en un incremento de la dualidad en el mundo. Había más y más guerras, más lucha y más fronteras en el mundo. Y así los guerreros, los hombres, se fueron haciendo cada vez más importantes, hombres que habían perdido su conexión con su corazón.
Esta es la segunda herida en la energía masculina, la herida en el corazón: la pérdida del amor. Un hombre que desconecta sus poderes de empatía se siente solitario y perdido en un universo inmenso, vacío y hostil.
La tercera herida: la pérdida de sabiduría.
Dentro de las comunidades establecidas, el cambio y la renovación eran vistos con suspicacia. El poder se volvió conservador, el poder va de la mano con el temor al cambio y a la falta de flexibilidad. La espiritual natural basada en el amor cambió cada vez más a una fe dualista basada en el temor, con todo tipo de reglas respecto a lo bueno y lo malo. Cuando la espiritualidad es una religión establecida, los oficiales son necesarios para imponer las reglas, por la fuerza de ser necesario y esto suprime la innovación, esta se volvió la tarea de los hombres. Ya la verdad no se consideraba como una energía viviente y amorosa, que se despliega de forma dinámica y muestra facetas nuevas cada vez. La verdad fue dejada a un lado y sustituida por un conjunto de reglas impuestas por los hombres. En ese tiempo, vemos la emergencia de religiones autoritarias en las cuales la verdad se establece de una vez por todas y para todos, y si uno disentía, era malo o pecador.
Debido a que mantener las reglas de una religión a veces coincide con la promoción de esa religión, la última también era tarea de los hombres. Los hombres ahora eran las autoridades espirituales. Esto fortaleció la tendencia de que los hombres eran más importantes y más poderosos. Sin embargo, las religiones autoritarias tienen poco en común con la sabiduría y la verdad. Por tanto nació la tercera herida en la energía masculina: la pérdida de la sabiduría.
La humanidad todavía sufre grandemente por motivo de esta idea de que el cambio es malo y de que la verdad ha sido establecida en un libro de reglas de una vez por todas.
La cuarta herida: la pérdida de una sexualidad tierna
Debido al incremento de la tensión entre los sexos, la experiencia de la sexualidad también se vio bajo presión, había cada vez menos espacio para el amor y la ternura. Cuando los hombres bajo las sacerdotisas dominantes eran vistos como inferiores, tener sexo con un hombre era visto como un mal necesario. Y así las mujeres comenzaron a suprimir su energía sexual. Para los hombres el sexo se convirtió más y más en la expresión de una ira suprimida.
Donde al principio había una expresión de amor por la mujer, ahora se convirtió en expresión de violencia. La ira y la lujuria escalaron y comenzaron a coincidir: las fantasías sexuales de los hombres eran generalmente violentas.
Así nació una cuarta herida: una herida en el área de la sexualidad. Desde entonces, la sexualidad ha tenido más que ver con emociones reprimidas que con el amor entre el hombre y la mujer.
La emergencia de la dominación masculina
Debido a que las sacerdotisas ya no proclamaban una espiritualidad viviente, ellas finalmente se volvieron redundantes. Las rígidas reglas de una religión autoritaria dualista pueden funcionar sin el amor femenino y la intuición.
Debido a que los hombres se responsabilizaron gradualmente con el suministro de alimentos, la protección de la comunidad y la estricta aplicación de una espiritualidad “muerta” ellos tomaron el mando. La energía masculina se volvió dominante y continuaría así por un largo tiempo.
Sin embargo esta energía masculina dominante era una energía masculina herida: emergió un hombre que había perdido el sentido de la belleza, su corazón y su sabiduría.
Las mujeres eran vistas como inferiores, un objeto sexual y a veces víctimas de sentimientos sexuales torcidos derivados de la violencia. Las mujeres le recordaban al hombre sus sentimientos y los sentimientos eran peligrosos y malos, así que las mujeres eran malas. Debido a que la realidad estaba presa bajo reglas y mandos, las habilidades espirituales y naturales intuitivas de la mujer se veían como malas y peligrosas. La terrible cacería y quema de brujas, que en algunos lugares del mundo todavía existen, comenzaron en esos días. Las mujeres tenían cada vez menos derechos y se volvieron cada vez más oprimidas. Eventualmente, eran solamente consideradas apropiadas para tener hijos y criarlos. En la Edad Media las mujeres eran vistas por muchos teólogos como seres sin un alma.
Se había abandonado el paraíso, vinieron tiempos de guerras, crueldad, división y falsedad, un tiempo que infligiría heridas profundas en la energía femenina. Una humanidad dividida internamente ya no era capaz de protegerse. La serpiente había logrado su propósito, los seres humanos ya no estaban conectados a la verdad viviente y eran proclives a ideas falsas. Alguien que abraza una visión dual del mundo está atemorizado, y alguien que está atemorizado es fácil de manipular: ustedes imprimen en él que si no los escucha a ustedes, él será víctima de aquello a lo que teme.
Influencias extraterrestres y la emergencia de la Atlántida
Las personas que desprecian lo femenino son vulnerables. Ellas anhelan lo superior y buscan una guía, pero a la vez rechazan la solución natural que ofrece la energía femenina: confiar en tu intuición y sabiduría interior. Entonces ellas encuentran una solución falsa: los poderes en el mundo exterior que reclaman ser “superiores”. Pero entonces se vuelven totalmente abiertas a la manipulación.
En el pasado la consecuencia de esta vulnerabilidad derivó en que la humanidad se volvió el terreno de juego de todo tipo de fuerzas galácticas. Los humanos habiendo perdido su conexión con la femenina interna se permitieron ser cautivados fácilmente por lo que parecían ser milagros y el poder de civilizaciones técnicamente avanzadas. Pronto los representantes de estas civilizaciones fueron vistos por la humanidad como dioses. Los humanos fueron manipulados en todas las formas posibles, y también en forma genética.
Muchas historias respecto a viejos dioses, tales como los dioses famosos del mundo griego, con todos sus errores humanos y sus crueldades vienen de esos tiempos. La respuesta a esta cuestión: “¿eran los dioses cosmonautas?” (título de un libro de Erich von Daniken) es en mi opinión: “sí”.
Este tiempo de opresión terminó cuando un grupo de almas extra terrestres avanzadas decidieron vivir en la Tierra para ayudar al desarrollo de la humanidad. Ellas crearon un tipo de raza de súper hombres, también conocidos como los Atlantes o gente de las estrellas. Eran físicamente mucho más altos que la gente de la Tierra y tenían grandes capacidades intelectuales, su tercer ojo también estaba muy desarrollado. Su objetivo era doble: liberar a la humanidad y a la Tierra de influencias nocivas y poner a la humanidad en contacto de nuevo con su espiritualidad natural. Esto último se lograría restaurando el equilibrio entre las energías femeninas y masculinas.
Había comenzado la era atlante: un período en la historia de la humanidad que duró alrededor de cien mil años. Durante este período hubo una fuerte distinción entre estos extra terrestres encarnados, que se veían a sí mismos como los lideres iluminados de la humanidad – los llamados de la jerarquía espiritual – y los más o menos miembros inconscientes de la humanidad. La gente estelar, los atlantes vinieron frente a frente con la gente de la Tierra.
Sin embargo, el nacimiento de la Atlántida trajo dentro de sí mismo las semillas de su caída. Para liberar a la humanidad de influencias alienígenas, la gente de las estrellas en la Tierra desarrollo una gran dominación: eran la clase regente y veían a la gente de la Tierra como sus subordinados. Esto estaba en contra de sus intenciones espirituales. Tener el poder sobre la gente de la Tierra no iba a la par con su propósito de liberar a esas mismas personas internamente. La espiritualidad de la gente de las estrellas no era todavía algo nacido del corazón. Tenía razones de poder dentro de sí.
Los atlantes vieron a la gente de la Tierra como criaturas tontas solamente apropiadas para el trabajo esclavo.
Comenzaron a verse a sí mismos como superiores y abusaron del poder de su tercer ojo muy frecuentemente. Adicionalmente, aunque los atlantes consideraban a sus hombres y mujeres iguales, no era así con la gente de la Tierra, sus subordinados. Con ellos, eran los hombres los que dominaban. Esto fue propicio para los atlantes porque los hombres estaban mayor dotados para seguir órdenes y para construir ciudades magníficas. Los atlantes entendieron muy bien que siempre que las mujeres estuviesen suprimidas, ellos podían tener el control de la humanidad y podían hacer lo que quisieran.
El poder corrompe y este fue el caso de los atlantes. Cada vez más, comenzaron a disfrutar de su poder, de su éxito aparente e invencibilidad. Cada vez más abusaban de los poderes de su tercer ojo. Este tercer ojo suele llamarse agni, el chacra de fuego, y se necesita agua para borrar su poder. Se ha escrito mucho sobre el hundimiento de la Atlántida.
Sin embargo la razón más profunda fue un acto de auto sacrificio. Los atlantes más altamente desarrollados comprendieron que ellos podían ayudar a la humanidad solamente uniéndose a ella, y esto solo podía lograrse mediante la destrucción de la Atlántida. Solamente de esa forma podía eliminarse la dualidad entre la gente de las estrellas y la de la Tierra.
Yo recuerdo este episodio de una vida previa: “Estoy de pie en un edificio hermoso, una magnífica torre blanca. Miro la ciudad desde lo alto. He tenido una discusión con una mujer. Ella ha estado conmigo durante largo tiempo, pero ahora me deja para siempre. Estoy triste por su partida. Ella quiere vivir entre la gente de la Tierra para ayudarlos como un tipo de trabajador social. La brecha entre nosotros, los Poderosos Atlantes y la gente de la Tierra es enorme. Los vemos como una forma inferior de vida. Cuando me sintonizo con esta mujer siento que ella es esencialmente un alma de la Tierra que ha nacido entre los atlantes, y es por eso su gran deseo de ayudar a la gente de la Tierra. Ella es algo más pequeña y su pelo es rojo, inusual entre los atlantes. Yo voy hacia una habitación y en el medio de esta hay un símbolo poderoso dibujado en el piso. Si se paran en medio de ese símbolo pueden dejar su cuerpo fácil y permanentemente. Comprendo que lo que la mujer quiere hacer es lo correcto pero no funcionará, ella es una excepción. Mientras exista la Atlántida la gente de la Tierra serán subordinados. Ha sido así por miles de años. La brecha es muy grande, el poder demasiado adictivo, demasiado prevalente”.
Dentro de lo profundo siento cómo las fuerzas se vuelven contra la Atlántida. Me conecto con esas fuerzas y digo: Sí, voy adelante. Siento que no soy el único, muchos otros sienten que ha sido suficiente, las cosas no pueden continuar de esta forma, el dolor entre la gente de la Tierra y de la Tierra en sí misma, es demasiado. Existe en nosotros un deseo de cambio, un anhelo de nueva aventura. Una profundización de la vida. Entonces me paro sobre el símbolo y dejo ir mi cuerpo. Yo sé que cuando nazca de nuevo ya la Atlántida no estará, ya yo no seré más uno de ellos.”
Así fue que los regentes atlantes se convirtieron en lo que ahora llamamos Trabajadores de la Luz. Durante siglos, ellos fueron perseguidos y oprimidos por la humanidad mientras trataban de conectarla de nuevo con su verdad interna, con la que viene a nosotros a través de la energía femenina.
Después de la caída: la maldición atlántica.
La era de la Atlántida dejó una huella definida en la humanidad en relación con cómo debe ser una sociedad: la idea de que hay una cierta clase superior de gente que son privilegiados y una clase de gente sirviente. Durante muchos siglos, la humanidad fue gobernada por la denominada nobleza, gente que creía que sobre la base de su nacimiento, ellos estaban por encima de los demás y tenían derecho a dominarlos. La nobleza surgió del recuerdo que tenía la gente de la Tierra de cómo los atlantes se comportaban hacia ellos. Tan pronto se creaba una nación en algún lugar, surgía inmediatamente una clase aristócrata privilegiada, la memoria inconsciente de la Atlántida era responsable de ello.
Al igual que el caso de los atlantes, en que las mujeres eran iguales a los hombres, a las mujeres se les permitía ser líderes de la clase inferior de la gente de la Tierra. Muchos milenios después, en un momento posterior cuando las mujeres eran consideradas inferiores, este recordatorio atlante, como resultado, permitió que las mujeres pudieran dirigir países siempre que fueran de la nobleza. Por ejemplo, en países como los Países Bajos, se aceptaba como normal tener una reina en un tiempo en que las mujeres todavía no tenían derecho al voto. Se aceptaban las mujeres como líderes siempre que fueran de “sangre azul” – una referencia al origen celestial de los atlantes – que sobre la base de su origen, estaban por encima de la gente ordinaria.
Después de la caída de la Atlántida, la unidad artificialmente mantenida lograda por la Atlántida también desapareció: surgieron fronteras y naciones. De nuevo la humanidad trató de recrear la Atlántida desde su energía masculina. Los grandes imperios de la antigüedad: Babilonia, Persia, Asiria, el Imperio Romano, todos fueron intentos de recrear la Atlántida. Y debido a que cada uno de esos países trató nuevamente de ser la Nueva Atlántida, hubo casi siempre guerra continua.
Sin embargo, todos los intentos de unificar a la humanidad a través de la guerra están destinados a fallar. La unidad solamente puede surgir cuando viene del interior, no que nadie la imponga desde arriba. Esto es lo que eventualmente entendieron los Atlantes y por tanto ellos se transformaron a sí mismos en Trabajadores de la Luz. La maldición atlante radica en que la humanidad trata de recrear la Atlántida, de nuevo. El deseo de crear un imperio que impone su voluntad, un deseo de vivir en las ciudades magníficas de la antigüedad, la falta de respeto por la naturaleza, el gobierno de las clases superiores, de la gente de “sangre azul”, son todos consecuencias del recuerdo de la Atlántida.
Ahora, son precisamente los atlantes los que quieren que las cosas sean diferentes, ellos son los Trabajadores de la Luz de hoy. Estas almas recuerdan exactamente cómo, a través del abuso de poder, las cosas fueron mal en el pasado y harán todo lo posible por proteger a la humanidad contra los desastres. Afortunadamente, cada vez más personas comienzan a escuchar.
El regreso de los trabajadores de la luz
Cuando los viejos atlantes encarnaron como humanos entre la humanidad, realmente aprendieron de primera mano lo que significaba ser humano y solamente entonces se convirtieron en Trabajadores de la Luz, portadores de amor e inspiración. A veces fueron perseguidos violentamente por su papel, pero mientras tanto, plantaron las semillas de amor y esperanza. Los hombres que habían tenido una fuerte conexión con su intuición le dieron a la humanidad un arte hermoso y el progreso científico y social. Y dondequiera en el mundo vivieron mujeres valientes, a veces brujas, que se mantuvieron fieles a sí mismas y se irguieron en su espiritualidad original. Ellas han ayudado a un número increíble de personas y han plantado innumerables semillas de luz en los corazones de la gente. Pero a menudo terminaban quemadas en el intento.
Un hombre que aprecie lo que hay de original en él, comienza a abrazar de nuevo lo femenino. Una mujer que aprecia lo masculino en ella, conecta a los hombres a su alrededor con la fuente de amor y verdad en ella. Gradualmente la Luz ha incrementado.
“Ama a tus enemigos”, dijo Jeshua. No quiere decir que el amor trasciende la dualidad. No, el amor trae a la luz el que esa dualidad es ilusión. Es como si ustedes fuesen lámpara en mano buscando la oscuridad, pero donde quiera que llegasen parece que no hay oscuridad, porque después de todo, la luz de su lámpara brilla allí. La oscuridad no existe realmente, es simplemente la ausencia de luz. La dualidad no existe realmente, es solamente falta de amor. Cada vez que nos abrimos unos a otros, descubrimos que esa persona es justo igual a nosotros. La dualidad que pensamos inicialmente era real parece no existir del todo, es una ilusión.
A pesar de todas las guerras, la humanidad se desarrolló más y encontró tanto el progreso social como el técnico. Hay avances sociales importantes como la abolición de la esclavitud, la emancipación de la mujer, y la eliminación del trabajo infantil. En cuanto a la tecnología, la humanidad ha avanzado tanto que construyó un cohete y fue a la luna. Y una vez que los humanos llegaron a la Luna, miraron a la Tierra y se dieron cuenta que su hogar era más hermoso que antes. Vieron un mundo maravillosamente azul – sin límites – y comprendieron en lo profundo de su corazón que este mundo es un hermoso ser viviente del que tanto abusamos. Ellos trajeron de vuelta hermosas fotos e historias. Ellos compartieron sus experiencias espirituales.
El viaje a la Luna, un símbolo antiguo de lo femenino, era en un sentido la culminación de la energía masculina. Es como las semillas que brotan de lo masculino. Después que esto ocurre, hay sentimientos de gentileza y ternura y paz, a la femenina se le ha devuelto su espacio.
La humanidad totalizándose a sí misma
Durante los años sesenta, tuvo lugar un gran proceso de sanación. Los hombres comenzaron a llevar su pelo largo, una señal de recuperación de la conexión con su femenina interna. Desde todas partes la humanidad tuvo ayuda para superar la dualidad y volverse consciente de la interconexión de la vida. La ciencia desarrolló la hipótesis de Gaia mediante James Lovelock: la idea de que la Tierra es un organismo viviente. Esta fue una ruptura radical con la teoría “masculina” de la evolución que plantea que la Tierra está compuesta por una multitud de organismos que luchan entre sí. La teoría de Gaia es parte de una teoría mucho mayor, a saber, que el universo infinito es un único todo viviente: todos somos uno.
Volverse totales también significa unificación. Y de hecho la humanidad está descubriendo su unidad y conectividad interna. La gente viaja cada vez más, y hay encuentros amistosos entre gentes de diferentes culturas. Gracias al surgimiento del inglés, como lengua unificadora y de la Internet, puedo ahora por primera vez en la historia de la humanidad, comunicarme con casi todo el mundo. Estamos cada vez más comenzando a abrazar los mismos valores en la Tierra: la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La integración también significa que comprendemos que somos uno. No somos una mujer y un hombre, somos seres humanos. Tanto el masculino como el femenino están en nosotros. Sentir y abrazar eso nos hace totales, nos hace erguirnos en la Tierra como una luz brillante. Entonces habrá paz, una paz interior que se refleja en armonía con nuestros semejantes, con la Tierra y con el propio universo.