EL ORGULLO.
El orgulloso cree estar animado en su servicio por los más altos motivos y hacerlo todo sin segundas intenciones. En la práctica, le resulta bastante difícil observarse a sí mismo interiormente y percibir su subjetivismo.
El aparente altruismo de esta personalidad es la manera legítima que tiene de vivir su propio egoísmo. En cierto sentido el orgulloso está convencido de no tener necesidad de los demás y de que los demás en cambio si tienen necesidad de él; está convencido de que él no necesita a Dios, sino que Dios tiene necesidad de su ayuda para salvar al mundo.
La salida positiva del «orgulloso» consiste en practicar la humildad, que no es otra cosa que un orgullo sanado y santificado. Verse desnudo es como verse desnudo delante de un espejo sintiendo gratitud por lo que éste refleja, sin exagerar orgullosamente los propios sentimientos, imaginándolos mayores de lo que son y sin minusvalorarse, negándose a aceptar lo que hay.
La humildad se practica a través de actitudes como las siguientes:
- Aceptar las propias limitaciones, necesidades y sentimientos,
- Reconocer que las propias motivaciones, a la hora de ayudar a los demás, están a menudo mezcladas con exigencias personales de fondo.
- Darse cuenta de que cuando estalla la cólera o el resentimiento es porque hay necesidades reprimidas o insatisfechas que piden ser atendidas.
- Aprender a ser uno mismo, más que esforzarse en complacer a los demás.
- Quererse a uno mismo independientemente de la utilidad práctica que uno pueda suponer para el prójimo.
- Dejarse amar por los demás, sin ceder a la necesidad de comprar o ganarse su afecto con el propio esfuerzo.
- Alegrarse cuando las personas se hacen independientes y autosuficientes.
- Encontrar espacios para estar a solas con uno mismo, como oportunidad para la profundización interior.
Exige aprobación y afecto. Busca ser amado y apreciado, volviéndose indispensable para otra persona. Entregado a satisfacer las necesidades de los demás. Manipulador. Los orgullosos revolucionados son personas genuinamente consideradas y solícitas.
Los orgullosos poseen una tremenda necesidad de afecto y aprobación. «¿Les pareceré simpático?» Desean ser amados, protegidos y sentirse importantes en la vida de los demás. Durante su infancia estas personas obtuvieron amor y seguridad complaciendo las necesidades de los demás. Por ello son muy intuitivos para captar la necesidad ajena.
La persona orgullosa se siente tan maravillosa que no necesita exhibirse, pero su máxima necesidad es la atención, para lo cual seduce: a cada uno le da lo que quiere. Promete más de lo que cumple. Le atraen las emociones y las caricias, necesita gente para abrazar y contactar. Es un dar para recibir, un estar en el otro para que le hagan caso. Como princesas. Es una niña buena, pero puede resultar fatal. Seduce con total inocencia «Ya sé que soy maravillosa, pero no lo hago queriendo».
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