Por
el Maestro Yaco Albala
Dedicado a la raza humana, a los que pasan por la
vida ignorando que existen y que sólo por esa razón se ven obligados a vivir y
morir, hasta tanto no conciban que así la vida como la muerte proceden de la
Existencia.
Tener conciencia del existir es el primer signo de plenitud.
No son
las experiencias, ni los ideales, ni los instantes felices que vivimos
los que
gratifican la vida del hombre, sino el conocernos día tras día.
El saber
de nosotros por nosotros mismos y el hacer de cada instante el misterio
constante de una Eternidad que se renueva.
¿Quiénes
somos? ¿Qué somos? He allí el misterio.
Nuestra
identidad es el recuerdo de nuestras vidas pasadas; lo que somos, nuestra vida
individualizada en el seno de Dios.
El hombre ignora la realidad en la cual vive, debido a que duerme.
Despertar
de la vida a la Existencia es su primer deber.
Quien
despierta, ve quien piensa, duerme.
El
pensamiento como instrumento del hombre despierto es una realidad; al servicio
de quien duerme, es una ilusión.
El
hombre vive para lo que cree ser, por eso muere; mas puede vivir para lo que
es, y así no morirá jamás.
Aclarar
este misterio es haber encontrado el sentido de la vida, ya que no es la
fragilidad del hombre la que puede heredar el misterio, sino el hombre que ha
sabido de sí, sin que nadie se lo dijera; que es para sí mismo El Camino, La
Verdad y La Vida, y que haber comprendido esta realidad es haber reconocido a
Quien la Encarnó, para que podamos tener Vida Eterna.
Nuestro
andar por la vida sólo deja huellas cuando hemos vivido realidades.
Esta es
la herencia que al mundo le podemos dejar.
Es el
diálogo con lo Real lo que hace eterna la imagen del hombre.
Este
diálogo, natural y esencial, no necesita ser predicado.
Son las
corrientes de la vida y los corazones que han comprendido los que llevarán el
mensaje, pues éste no tiene dueño, pertenece a la Existencia, es Su
manifestación, y sólo puede ser vivido haciéndonos uno con El.
La
relación entre el hombre y la verdad es sólo verdad cuando el hombre hace del
hombre su propia verdad.
La ilusión es el sacrificio que hace la verdad para encontrarse con
esa ilusión llamada hombre.
Sólo por
este sacrificio podemos encontrar la verdad, pues la verdad
es el
sacro oficio de posibilitar a las ilusiones que accedan al Reino de la Verdad.
El mayor
respeto por la condición humana es poder señalar lo que no muere.
Sólo así
será verdad lo que vive y sólo así vivirá eternamente.
Es el
conocimiento de la Existencia lo que puede lograr la Paz en el mundo.
En la
dualidad de los que viven y mueren sólo existe el dolor que los hace despertar.
La
dualidad ha sido el gran impostor de la humanidad y los testigos presenciales
de la
historia.
Trascender
la dualidad es vivir en la realidad.
Ella nos hará libres.
En la
vida, hay un tiempo para Crear, un tiempo para Conservar, y un tiempo para
Renovar.
Si el
hombre le concediera esta exactitud a la vida y pudiera lograr esta sublime
obediencia, habría creado en su interior el habitáculo más sagrado de su
existencia.
Podrá
acceder así a la historia de la humanidad y aportará la cuota de su realidad;
y sabrá,
por intermedio de ella, de la grandeza de esa Magna Obra llamada Creación.
Ingresará
a las filas de los pioneros de las razas y dejará las huellas de su saber
en el gran receptáculo de la naturaleza.
Será su
eterno auxiliante, y en señal de obediencia, renovará la vida, cual ejemplo
Divino de multiplicación.
Sabrá
entonces que el pensamiento y la vida no siempre tienen existencias paralelas,
pues cuando una retorna al Universo, la otra retorna al Origen.
No sin
antes dejar impreso en el espacio, la realidad de su logro cual guía infalible,
para el
Eterno Caminante.
De esta
manera sabrá de todo cuanto quisiera saber, y lo que es más, sabrá de él mismo,
pues no existe ofrenda mayor que dar la vida.
Pues de
esta manera se obtiene la Vida Eterna, ya que es una Ley que cuando los Cielos
recogen ofrendas, dispensan Gracias, que la Providencia mantiene en suspenso.
De esta
manera, el hombre que confía y espera es merecedor de lo que recibe, pues sólo
dando podemos tener conciencia de lo recibido, y sólo sabiendo agradecer,
podríamos reconocer el Día de la Oportunidad.
Este día se celebra cuando los Cielos besan la Tierra, y en la vida
de un hombre, cuando ha encontrado el camino hacia Dios.
Yaco Albala