Sepan, pues, que todos ustedes son divinidades… Sí, son divinidades, y viven en una región muy elevada en donde no hay ni enfermedades, ni sufrimientos, ni limitaciones, ni oscuridad, ni tristeza, ni desánimo. Allí están en la plenitud.
Somos como radios que no pueden sintonizar todas las emisoras
Pero esta vida que viven arriba no pueden aún hacerla descender aquí, sentirla, comprenderla ni manifestarla, porque la personalidad no se los permite. Esta es obtusa, opaca, está mal adaptada, o mal regulada, como una radio que no llega a captar ciertas emisoras.
Las ondas que la Inteligencia cósmica de arriba propaga por las regiones sublimes son tan rápidas, tan cortas, y la materia de la que la personalidad está formada es tan densa y tan pesada que ésta no
puede vibrar acorde con los mensajes divinos, los cuales entonces se pierden, pasan sin dejar rastro, y el ser humano no tiene idea de lo que está viviendo, en realidad, en las regiones más elevadas de su ser.
Recibirán revelaciones ocasionales, pero no durarán.
Pero cuando comienza a trabajar convenientemente, cuando aplica reglas de vida pura y tiene el deseo de convertirse por fin en hijo de Dios, la personalidad empieza a evolucionar, a ennoblecerse; las emociones se hacen más puras, el intelecto se ilumina, la voluntad se fortalece. La personalidad se convierte entonces en un instrumento apto para expresar cada vez mejor la vida sublime de la individualidad, hasta que un día ambas se fusionen y se hagan una. Entonces, ya no habrá personalidad. La personalidad y la individualidad serán una única entidad perfecta.
Mientras tanto, nos llegan de vez en cuando algunas luces, algunas chispas, algunas revelaciones, algunas intuiciones, momentos brillantes que nos deslumbran y decimos: «¡ Ya! ¡ Ahora comprendo!» Pero esto no dura mucho y de nuevo vuelven las nubes. Y algún tiempo después, leyendo un libro, mirando un paisaje, rezando o meditando, nos vuelve a pasar lo mismo y comprendemos, sentimos que estamos viviendo un gran momento. Luego, de nuevo recaemos, volvemos atrás.
Y ésta es la vida del ser humano: ¡Pelear, luchar hasta el día en que, al fin, ya no caiga más, hasta el día en que deje de ser esclavo, débil y miserable! Entonces sí será la expresión de la Divinidad, y habrá una nueva vida y un renacimiento completo.
Esto es lo deseable. Algunos dirán: «¡Qué tontería! Todo esto no tiene sentido, no es verdad», y seguirán viviendo la vida de la personalidad. Bueno, más tarde verán que los que tenían razón eran esa minoría de hombres iluminados que llegaron muy lejos en sus estudios, en sus comprobaciones, y que conocen la estructura del ser humano, y finalmente creerán. Pero mientras tanto ¡cuánto tiempo perdido! Por eso es preferible creer de inmediato… Creer, ejercitarse, dominarse, controlarse y caminar hacia adelante.
Tendrán momentos de desánimo, pero pasarán, como la primavera sigue al invierno.
Esto no quiere decir que de pronto vayamos a convertimos en una divinidad, claro que no; pero cada día haremos nuevas adquisiciones, nuevos proyectos, ganaremos nuevas riquezas. Caeremos, nos levantaremos… volveremos a caer, nos pondremos de nuevo en pie… dudaremos, creeremos… de nuevo nos desanimaremos, de nuevo recobraremos el ánimo, hasta que al fin la conciencia divina, impersonal, la conciencia de la individualidad se instale, se asiente y adquiera consistencia.
Y ahora, ¿ qué conclusión podemos sacar de esta conferencia? A veces uno está muy cansado y empieza a dudar; nos encontramos en la vida con tantas filosofías extravagantes que circulan por el mundo, con tantas ideas contrarias a todo lo que esta tradición divina nos aporta, que la vamos dejando de lado y nos olvidamos de todo, volviendo a la mentalidad humana ordinaria, sin fe, sin conciencia ni bondad. Hay que estar, pues, muy atentos. Hay que saber lo que nos espera si volvemos atrás. Hay que saber razonar así: «Bien, en este momento estoy un poco cansado, no tengo ganas ni de leer, ni de rezar, ni de meditar, ni de nada… Pero esto pasará, pronto pasará».
Miren como en la vida todo pasa: después de la primavera viene el verano, más tarde el otoño y luego el invierno. Y de nuevo, después de un invierno, vuelve la primavera. Entonces, ¿ por qué no les va a suceder lo mismo a ustedes ? Piensen: «Bueno, voy a esperar a que pase un poco el invierno y después las cosas irán mejor». Así es cómo hay que razonar.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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