viernes, 21 de septiembre de 2018

LA METÁFORA DEL ARCOIRIS.


 Imagina que hay un arcoíris y tú eres uno de los colores.

 Tú y todos tus colores hermanos y hermanas pueden parecer ser individuales y separados allá en el cielo, ¿Pero, lo están?

 No. Los colores son continuos.

 Lo que estás viendo es en realidad, un despliegue de frecuencias de luz parejo, ininterrumpido, indiviso. Es el observador el que en su mente decide agrupar una serie de estas frecuencias e identificar un área como una banda de amarillo, y otra como una banda de verde, por ejemplo. Pero, la verdad es que no hay ningún sitio donde un color termine y comience el otro. No hay realmente una “banda” de ningún color, excepto que puedas elegir imaginarlo de ese modo.

 Todos los colores en realidad son uno. Simplemente parecen colores separados allá en el cielo. 

A partir de eso, podemos entender cómo un ser puede percibirse a sí mismo teniendo una naturaleza diferente o única, pero al mismo tiempo sabiendo que de verdad es sólo una parte de la luz blanca brillante, que es UNA.

 Pero podemos extraer otra pequeña y grata observación de esta analogía del arcoíris. ¿Qué te parece el hecho de que, por supuesto, no hay un arcoíris ahí? Todo es una ilusión. Hay luz y humedad. La interacción entre esas dos cosas provoca que tú creas que estás viendo estos colores en el cielo. ¿Pero, qué estás viendo realmente? ¿Estás viendo gotas de lluvia? ¿O estás viendo rayos de sol? Ambos, supongo.

Pero entonces, ¿por qué otra persona, ubicada en otro lugar, ve el arcoíris en una localización distinta de la que tú lo ves? Porque dos observadores separados unos metros entre sí están viendo que la luz incide diferentemente en distinta gotas de lluvia. Lo que sugiero es que hay un tercer componente. La luz, la humedad y... Tú, el observador. Tu perspectiva absolutamente única es el tercer componente. Para cada observador, el arcoíris lucirá un poquito distinto. Por una razón obvia, estará en una localización diferente, dependiendo de dónde está parado el observador.

 Y la gran verdad espiritual que recogemos de esto es... Tú no existes en un vacío. Tienes tus propias experiencias, pero cada observador, cada persona con la que interactúas, te percibe ligeramente distinto. Eres creado de nuevo en la mente de cada persona con la que te puedas relacionar. Y esto es algo sobre lo que se debería reflexionar profundamente. 

Pero y... si yo soy yo; digamos que soy el color amarillo de este arcoíris, y cien personas me ven y cada uno me ve de modo algo diferente, entonces... ¿cuál versión de mí soy yo? ¿te ven ellos como tú eres? ¿O te ven ellos como ellos son?

 Gracias a la metáfora del arcoíris puedes ver que es muy posible tener tu propia identidad única e individual, con sus características y naturaleza, y aun así estar totalmente consciente de tu unidad con todos los otros colores e incluso, estar consciente de tu unidad con todos los observadores y de tu unidad con todos los otros fenómenos que hacen parte de tu existencia.

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