sábado, 11 de julio de 2015

CORRECCIÓN DE LOS ERRORES.

El ego mantiene vigilancia sobre  los errores de otros egos y no es la clase de vigilancia que tu Espíritu quiere que mantengas. 

Los egos critican basándose en el tipo de "lógica" de que son partidarios. Entienden esa clase de lógica porque para ellos tiene sentido. Para el Espíritu, no obstante, no tiene ningún sentido.

Para el ego lo caritativo, lo correcto y lo apropiado es señalarles a otros sus errores y tratar de "corregirlos". Esto tiene perfecto sentido para él porque no tiene idea de lo que son los errores ni de lo que es la corrección. 

Los errores pertenecen al ámbito del ego, y la corrección de los mismos estriba en el rechazo del ego. Cuando corriges a un hermano le estás diciendo que está equivocado. Puede que en ese momento lo que esté diciendo no tenga sentido, y es indudable que si está hablando desde su ego no lo tiene. Tu tarea, sin embargo, sigue siendo decirle que tiene razón. No tienes que decírselo verbalmente si está diciendo tonterías. Necesita corrección en otro nivel porque su error se encuentra en otro nivel. Sigue teniendo razón porque es parte del todo. Su ego, por otra parte, está siempre equivocado, no importa lo que diga o lo que haga.

Si le señalas a tu hermano los errores de su ego, tienes forzosamente que estar viendo a través del tuyo porque el Espíritu  no percibe sus errores. Esto tiene que ser verdad, toda vez que no existe comunicación entre el ego y el Espíritu. Lo que el ego está diciendo no tiene sentido, y el Espíritu  no intenta comprender nada que proceda de él. Puesto que no lo entiende, tampoco lo juzga, pues sabe que nada que el ego haga tiene sentido.

Reaccionar ante cualquier error, por muy levemente que sea, significa que no se está escuchando al Espíritu. Él simplemente pasa por alto todos los errores, y si tú les das importancia, es que no lo estás oyendo a Él. Si no lo oyes, es que estás escuchando al ego, y mostrándote tan insensato como el hermano cuyos errores percibes. Esto no puede ser corrección. Y como resultado de ello, no sólo se quedan sus errores sin corregir, sino que renuncias a la posibilidad de poder corregir los tuyos.

Cuando un hermano se comporta de forma demente sólo lo puedes sanar percibiendo cordura en él. Si percibes sus errores y los aceptas, estás aceptando los tuyos. Si quieres entregarle tus errores al Espíritu, tienes que hacer lo mismo con los suyos. A menos que ésta se convierta en la única manera en que lidias con todos los errores; no podrás entender cómo se deshacen. ¿Qué diferencia hay entre esto y decirte que lo que enseñas es lo que aprendes?  Tu hermano tiene tanta razón como tú, y si crees que está equivocado te estás condenando a ti mismo.

Tú no te puedes corregir a ti mismo. ¿Cómo ibas a poder entonces corregir a otro? Puedes, no obstante, verlo verdaderamente, puesto que te es posible verte a ti mismo verdaderamente. Tu función no es cambiar a tu hermano, sino simplemente aceptarlo tal como es. Sus errores no proceden de la verdad que mora en él, y sólo lo que es verdad en él es verdad en ti.  Sus errores no pueden cambiar esto, ni tener efecto alguno sobre la verdad que mora en ti. Percibir errores en alguien, y reaccionar ante ellos como si fueran reales, es hacer que sean reales para ti. No podrás evitar pagar las consecuencias de esto, no porque se te vaya a castigar, sino porque estarás siguiendo al guía equivocado, y, por lo tanto, te extraviarás.

Los errores que tu hermano comete no es él quien los comete, tal como no eres tú quien comete los tuyos. Considera reales sus errores, y te habrás atacado a ti mismo. Si quieres encontrar tu camino y seguirlo, ve sólo la verdad a tu lado, pues camináis juntos.  Cualquier intento que hagas por corregir a un hermano significa que crees que puedes corregir, y eso no es otra cosa que la arrogancia del ego. 


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