domingo, 19 de julio de 2015

PARÁBOLA DEL AGUILA

PARABOLA DEL AGUILA (de James Aggrey)
Erase una vez un hombre que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho. Se lo llevó a su casa y lo puso en su corral, donde pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a conducirse como estos. Un día un naturalista que pasaba por allí, le pregunto al propietario por qué razón un águila, el rey de las aves y los pájaros, tenía que permanecer encerrado en el corral con los pollos

Como le he dado la misma comida que a los pollos, y le he enseñado a ser como un pollo, nunca ha aprendido a volar, respondió el propietario; se conduce como los pollos y por tanto no es un águila.

-Sin embargo, insistió el naturalista, tiene corazón de águila, y con toda seguridad se le puede enseñar a volar.

Después de discutir un poco más, los dos hombres convinieron en averiguar si era posible que el águila volara. El naturalista le cogió en sus brazos, suavemente y le dijo “Tú perteneces al cielo no a la tierra, abre las alas y vuela”. El águila sin embargo estaba confusa: no sabía qué era y al ver a los pollos comiendo, saltó y se reunió con ellos de nuevo.

Sin desanimarse, al día siguiente, el naturalista llevó el águila al tejado de la casa y la animó diciéndole: “Eres una águila, abre las alas y vuela”; pero el águila tenía miedo del mundo desconocido y saltó otra vez en busca de la comida de los pollos.

El naturalista se levantó temprano al tercer día, sacó el águila del corral y lo llevó a una montaña. Una vez allí, alzó al rey de las aves y lo animó diciéndole “Eres una águila y perteneces tanto al cielo como a la tierra. Ahora, abre las alas y vuela”.

El águila miró alrededor, hacía el corral y hacía arriba, al cielo. Pero siguió sin volar. Entonces el naturalista lo levantó directamente hacia el sol; el águila empezó a templar y abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante, voló alejándose hacia el cielo.
Es posible que el águila recuerde todavía a los pollos con nostalgia; hasta es posible que de cuando en cuando vuelva a visitar el corral. Que nadie sepa, el águila nunca ha vuelto a vivir vida de pollo.
Siempre fue un águila, pese a que fue mantenida y domesticada como un pollo.

Cuando el hombre aun no era hombre, todos éramos águilas, conectados a la sabiduría inagotable del Ser del que provenimos, viviendo en comunión con todo lo que existía en el planeta y en el universo. Cuando el hombre empezó a ser hombre (lhumanu, tras las primeras manipulaciones genéticas), empezamos a ser pollos, se introdujo el componente de la mente predadora en cada uno de nosotros, se nos desconectó de aquello de donde veníamos, y se nos dio la realidad subjetiva en la que vivimos, encerrando al planeta y su satélite bajo el paraguas de la malla energética “de control” de la que ya hemos hablado tantas veces. Milenios pasaron, y el hombre vivió como pollo sin saber que era águila. Pero llego el naturalista (millones de ellos), y nos dijeron que empezáramos a volar. Nos dijeron que extendiéramos las alas, y empezamos a hacerlo. Extender las alas dolía mucho, porque estaban llenas de programas y miedos insertados a los pollos para mantenerlos en el corral, pero a pesar de que varias plumas caían con cada esfuerzo por extender las alas, millones de supuestos pollos empezaron a abrirlas dejando ir las caretas que se habían puesto para poder adaptarse a la vida en el corral. Cuando la careta iba cayendo, la mente predadora se hacia más débil, y el águila recordaba más ser águila de verdad.


“Pase lo que pase, no mires atrás, mantente firme y siempre ve hacia delante”. Todos somos águilas, y hay que volar. Por mucho que quieran mantenernos como pollos, no hay nada ya que nos pueda atar al gallinero.

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