viernes, 13 de enero de 2017

LO IMPORTANTE ES EL MENSAJE, NO EL MENSAJERO.

Calificar a una persona de “gurú” es una nueva forma de generar límites mentales, en el sentido que, desde nuestra perspectiva espiritual, “gurú” se transforma en seguridad, en persona confiable, y ahí estamos de nuevo con nuestros miedos (presentados de una manera más refinada) en busca de seguridad.

Cuando alguien nos trae una carta, lo que vale es lo que están dentro del sobre, no la forma en que se exprese o se vista el cartero. Sin embargo, nuestros filtros mentales hacen que generalmente pongamos el foco de atención en el mensajero, sobre todo si lo que nos comunica choca contra nuestras suposiciones o creencias.

Si matamos al mensajero, en el sentido de desacreditarlo, automáticamente muere su mensaje, pues el emisor no nos resultó confiable.

Lo que la mente no nos permite ver es que el verdadero emisor no es el que hace de mensajero, éste es sólo un canal de expresión, un medio para que el mensaje nos llegue.

Si vemos con el corazón, incluso aquel que nos agrede nos está dando un buen mensaje. Nos está comunicando de qué manera no tenemos que hacerlo porque causa sufrimiento. Todo tiene una enseñanza oculta, todo comunica. Está en nosotros develar aquello que se nos quiere decir.

A medida que caminamos, vamos descubriendo otras perspectivas. Una vez que aprendemos a no matar al mensajero y darle importancia sólo al mensaje, llegado a cierto punto el juego vuelve a repetirse de una manera aún más sutil, para que sigamos elevándonos.

En esta nueva instancia, puede que esta vez no aceptemos el mensaje por el tipo de letra con que está escrito. Si nos seguimos abriendo y damos otro paso al trascender esta limitación, comprendemos que lo que verdaderamente cuenta es el espíritu que anima el mensaje. En este punto, ya no cuenta el mensajero y no nos quedamos atados a la forma en que está expresado el mensaje, sólo queda aquello que puede sentirse, la verdadera esencia de aquello que se nos comunicó.

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