RAMTHA.
Vuestro amado Padre no ha creado ninguna ley, excepto una. Y esa ley es expresar vuestra vida de acuerdo con vuestra soberana voluntad, pues sólo a través del ejercicio de vuestra voluntad, extendéis la conciencia de toda la vida, que es lo que el Padre es.
Si Dios el Padre fuera una entidad que creara leyes, te hubiera negado a tí y a él mismo la libertad de expresión que permite a la vida evolucionar y perpetuarse por ella misma. Él se habría convertido en una fuente limitada. ¡En un final! Y no hay final en el siempre jamás.
Lo que vosotros llamáis la “Ley de Dios”, como está escrita en vuestro Libro de los Libros, vienen a ser muchas leyes, porque cada profeta añadió a la ley. Y de hecho ha sido una afirmación muy poderosa declarar que la “Ley de Dios” dice esto o aquello, o restringe, esto , o debes hacer tal cosa. Y por lo que vosotros llamáis la “Ley de Dios”, la gente ha aprendido a someterse a Dios y a temerle. Los hijos no deben temer a sus padres, deben ser como los padres.
La Ley de cada Uno es que Dios, la Fuente de toda la vida, permite que todas las cosas se expresen a través de su ser como ellas quieran, como su libertad lo desee. Pues sólo a través de la libertad llegaréis a conocer al Padre y a ser uno con ÉL una vez más. Y cuando retornéis al Padre y él contemple su propio retorno, será verdaderamente un gran día, una gran eternidad, ya que en vuestro regreso a casa venís a ser como Él es; y siendo como Él es, siempre habrá una vida de amor y gozo ilimitados y una eternidad del ser.
Dios, el Padre ¡No posee leyes! El hombre es el creador de las leyes, no Dios.
El Padre le ha otorgado al hombre la libre voluntad para ser el soberano dador de leyes en su propio reino para crear desde el pensamiento cualquier creencia, verdad o actitud que se ajuste a su reno de evolución y de entendimiento de toda la vida. El hombre ha usado esa libertad para crear leyes que ha considerado necesarias para poder vivir en sociedad.
Desafortunadamente, la mayoría de las leyes han sido creadas despiadadamente con el propósito de intimidar y esclavizar a la gente. Han sido creadas para limitar la libertad, no para exaltarla. El hombre no puede permitirse vivir en un estado sin leyes, porque él, en el terror de su propio ser, cree que deben de existir leyes para gobernarle. Esto es sólo porque él no entiende la infinitud y la divinidad de sí mismo.
En la constitución cósmica de todo lo que es, no hay tal cosa como la maldad. Aunque se haya escrito que el hombre es perverso en su alma, no lo es; el hombre es divino dentro de su ser. Pues su alma y todo lo que él es, es Dios. Porque si no fuera Dios, entonces ¿de dónde vendría?
No hay nada que esté fuera de la jurisdicción del Padre, del ser. ¡Nada! Cualquier pensamiento o acto que alguien haya juzgado como perverso, malvado o equivocado, está vivo en conciencia. Y si existe en conciencia, es ciertamente una parte de la Mente de Dios. Y puesto que todas las cosas son parte de Dios, si tú dijeras que cualquier cosa es perversa, estarías diciendo al mismo tiempo que Dios es perverso ¡Y no lo es! Ni tampoco es bueno, pues para definir los perímetros de lo bueno deberías sopesarlo con el entendimiento que llamáis el mal.
Dios no es ni bueno ni malo, Dios no es algo bueno con más fuerza que algo malo. Ni tampoco es perfección. El Padre simplemente es ...el ser de toda la vida, una “expresión en el ahora” que vive simplemente por el gozo de obtener gozo, para así poder conocerse a sí mismo. Y esa esencia vital no tiene la capacidad de alterarse y abandonar su estado de ser al juzgar a una parte de ella misma como buena o mala, perversa o divina, perfecta o imperfecta.
¿Sabes lo que pasaría si Dios pudiera mirar hacia abajo y decir: “esto es perverso”? La totalidad de esa conciencia que está expresando algo que necesita expresar finalizaría y se excluiría de la fuerza vital. Y si eso pasara, entonces la vida y su expansión siempre continua cesarían de existir, ya que la voluntad libre, que permite la creación, dejaría de existir. Pero Dios es totalmente ilimitado, una totalidad individida del ser. Así, Dios no puede mirarse a sí mismo desde una perspectiva limitada. Si pudiera, vosotros ni siquiera estaríais aquí para poder expresar vuestra opción de juzgaros a vosotros mismos y a vuestros hermanos.
No existen ni el bien ni el mal, mal; sólo es ser.
En el ser, todas las cosas se miden exclusivamente en términos de culminación, en términos de experiencia emocional que el alma necesita para culminar su sabiduría. Cada cosa que habéis hecho, por hermosa o vil que hayáis determinado que sea, la habéis hecho simplemente por el bien del conocimiento. Al hacerlo fuisteis presionados por vuestra alma y vuestras pasiones para poder aprender. Sólo después de hacerlo os disteis cuenta y descubristeis el valor de esa acción, y así aprendisteis de ella. Eso no es ni perverso ni malvado, eso es lo que cuesta convertirse en Dios.
Es el hombre, y no Dios, quien juzga al hombre. Y el hombre en su creatividad, ha inventado el balance entre lo bueno y lo malo para robar a sus hermanos su libertad de expresión.
El miedo al castigo por no estar a la altura del dogma religioso, o las leyes de los gobiernos, ha sido la espada que ha dominado y controlado naciones durante años. Y si alguna vez hubo algo, que en vuestros términos llamarías “perverso”, habría sido aquello que quitara a una entidad la libertad de expresar el Dios dentro de él. Y cada vez que esto se le hace a otra persona, también se le hace a uno mismo, y más profundamente. Porque todo juicio o limitación que impongas a otro, se convierte en ley dentro de tu propia conciencia; y mediante esa ley, te juzgarás y limitarás a tí mismo.
El hombre no es perverso en su alma. Y aunque vive creyendo que lo es, en un mayor entendimiento no existe tal cosa como la perversión o la maldad. Sólo existe la plataforma de la vida que le permite al hombre la opción de crear desde su pensamiento cualquier cosa que elija. Esa es la única realidad que existe. Y en esa realidad, Dios permite que la ilusión de la maldad sea creada a través de supersticiones, creencias dogmáticas, y las tan limitadas y encerradas actitudes de la humanidad, y a causa de la continua observación, el juicio y la expectativa de la maldad, ésta existe de hecho en la realidad de aquel que cree en ella, pero sólo en su realidad, puesto que si así lo cree, así será en su reino.
Las únicas leyes que existen son aquéllas que habéis creado para ser efectivas en vuestra vida.
Si tú eliges creer que hay bondad y maldad, entonces, esa es tu verdad, y no estás equivocado en absoluto. Pero recuerda, esa es tu verdad no la mía ni la de ningún otro. Y, si verdaderamente es tuya, colectivamente te pertenece porque se ha formado en tu opinión. Y mientras tengas esa opinión, siempre será ciertamente, real. Y cuando dejes de creerla, entonces dejará de ser realidad.
Así de simple es.
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