viernes, 17 de noviembre de 2017

CONOCETE A TI MISMO.

El‏ número Diez representa el “Conócete a ti mismo”.‏ ‏

El Uno entra en el Cero‏ para animarlo, y ponerlo en movimiento. Lo‏ que podemos expresar, también, con un punto en el centro de un círculo.‏ El viento o espíritu de Dios, es el‏ principio masculino que cubre la materia -sim‏bolizada aquí por el agua- para fertilizarla. El‏ agua es el círculo, el Cero, y el espíritu de Dios, es‏ el punto, el Uno.

Sin el espíritu que la anima, la‏ materia permanece “tohu vabohu”: informe y‏ vacía. Pero cuando es acariciada, trabajada por‏ el espíritu, todas las posibilidades que contiene‏ comienzan a manifestarse, y se convierte en un‏ universo con soles, constelaciones, nebulosas.‏ Nuestro universo representa, pues, el Cero, la ma‏teria que ha sido ya trabajada, animada y organi‏zada por el espíritu, el Uno.‏

Todo lo que vemos en el universo está pro‏ducido por el Uno y el Cero, por el Uno que penetra al Cero para animarlo. Se trata de un principio mecáni‏co; el pistón debe entrar en movimiento en el‏ interior del cilindro para accionar el motor. Sin‏ este movimiento, nada marcha. ¿Y la rueda?‏ ¿Qué es una rueda? Un Cero (el círculo) que gira‏ alrededor de un eje central (el Uno). La rueda nos‏ muestra al Uno trabajando en el Cero, al espíritu que‏ pone a la materia en actividad. Y la tierra‏ también tiene un eje alrededor del cual, su masa,‏ el Cero, gira continuamente.

Aquél que conoce el método para estudiar‏ los números, ve cómo estos se vuelven signifi‏cativos, vivos, activos. ‏ A fin de formar el número Diez, el Uno y el Cero deben estar unidos y en movimiento.‏

Todo acto que contribuye a mantener la‏ vida en nosotros, corresponde al número Diez.‏ Comer, es abrir la boca, el Cero, para introducir en‏ ella el alimento, el Uno, y este encuentro produce‏ una energía. ¿Y qué es ver? La acción de la luz,‏ el Uno, que viene a dar en el ojo, el Cero. El mismo‏ fenómeno se produce también con el sonido que‏ llega hasta nuestro oído. En cuanto a nuestra ca‏beza, que es esférica, también es un Cero, y en este ‏ El Uno y el Cero, debe descender el Espíritu. Mientras no haya‏ recibido el espíritu, nuestra cabeza, que es un Cero,‏ no fabrica más que estupideces. Pero el día en‏ que es visitada por el rayo celestial, trae al‏ mundo un hijo divino y nos convertimos en Diez.‏ Hasta entonces, sólo somos un Cero. Ustedes dirán: “¡Vaya‏ unas interpretaciones!” Pues sí, son interpreta‏

Y el número Diez está también en nosotros: es‏ el intelecto, el Uno, y el corazón, el Cero. A través del‏ intelecto debemos entrar en el corazón (el nues‏tro y el de los demás) a fim de iluminarlo y de‏ hacer un trabajo con él. El intelecto debe, análo‏gamente al pistón, entrar en el corazón y salir de‏ él. El que no utiliza de esta manera su intelecto,‏ es incapaz de comprender nada, y sobre todo,‏ incapaz de conocerse.‏ ‏

Podemos decir que el‏ número Diez representa el “Conócete a ti mismo“.‏ Es penetrando con su luz las profundas cavernas del‏ corazón, que la sabiduría descubre sus tesoros, ‏ los filones escondidos de piedras, de metales y‏ de líquidos preciosos. En este pozo oscuro del‏ corazón, el intelecto desciende y remonta; des‏ciende y remonta a fin de hacer salir del pozo el‏ agua preciosa. El número Diez representa, pues, el‏ trabajo del intelecto sobre el corazón, pero‏ también el del espíritu sobre el alma. En su‏ significado sublime, el Diez representa al hombre‏ cuyo espíritu se sumerge en los abismos del‏ Alma cósmica para penetrar sus misterios, y sale‏ de él iluminado.‏

Hay que llegar a conocer el Diez en los planos‏ superiores. En toda criatura existe un aspecto fe‏menino, que es la oscuridad, y un aspecto mascu‏lino, que aporta la luz. Descubrimos estos dos‏ aspectos particularmente desarrollados en todos‏ los seres que han sido grandes creadores. El Diez‏ sin luz, es un Diez en el mundo de dos dimensio‏nes; en el mundo de tres dimensiones, el Diez está‏ en acción en el seno de la luz. ‏ ‏ ‏

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