viernes, 25 de mayo de 2018

CONOCIENDO AL CREADOR

Según las ciencias modernas, todo empezó con una gran explosión “El Big Bang”, el núcleo de una materia de gigantescas proporciones que se fue girando en sí misma, hasta originar la explosión que daría paso al universo en expansión. Se puede entender esta teoría porque vemos que la materia del universo se expande en todas direcciones; y para que un cuerpo se mueva en el espacio inerte y sin fin, hace falta que algo lo haya empujado antes y de eso se deduce que hubo un núcleo y por lo tanto una expansión. Pero en esta teoría, habría dos preguntas que hacerse: primero, ¿Qué o quién colocó ese núcleo de materia primordial que luego daría paso al universo en expansión?, Segundo, ¿Siendo una explosión tan enorme, correspondería a una explosión caótica y no fue así y por qué?.

Todo lo que nos rodea es una obra maestra digna de admiración y por lo tanto, sabemos como premisa general que no puede existir ningún efecto sin causa y que si hay una creación, claro está que debe de haber un CREADOR.

 Cuando miramos la maravilla del universo, podemos ver claramente que las cosas existen por un propósito y una finalidad y no obedecen a ninguna casualidad. Todo está muy bien pensado y calculado y la prueba de ello se encuentra en la armonía y el orden que reinan en el universo.

 Todo está dispuesto de una manera que podemos ver fácilmente que la creación es una obra maestra que lleva el nombre de su Creador.

El sol y la luna están exactamente a la distancia precisa para suministrar la vida en la tierra; si estuvieran a una distancia más alejada o cercana, sería algo catastrófico para nuestro planeta. Los eclipses de sol y de luna, se dan gracias a esta precisión. Tomando como ejemplo la explosión inicial de la materia, debemos de anotar que esta precisión que se da alrededor de la tierra y en todos los confines del universo, dan prueba de la existencia del Creador; como también dan prueba de ello, las innumerables criaturas y seres vivos que están diseñados de una forma en sus cuerpos, que les proporciona una autonomía relativa para su existencia y la necesidad de su Creador.

 La filosofía materialista ofrece una explicación del orden y equilibro en el universo gracias a la casualidad. Sin embargo, la investigación del universo nos muestra que esa suposición es irreal. La casualidad, lo fortuito, sólo conduce al caos; mientras que es el orden antes que el caos, lo que prevalece en el universo. Dicho orden nos prueba la existencia y poder eterno del Creador.

 Cuando exploramos el universo, encontramos numerosos ejemplos de orden. El mundo en el que vivimos es solamente uno de esos ejemplos. Éste, con todas sus características, esta creado con equilibrios extremadamente delicados, los cuales, lo hacen apropiado para la existencia de lo viviente.
 La distancia que hay desde la tierra al sol, la inclinación del eje terrestre respecto a su orbita, los equilibrios existentes en la atmósfera, la velocidad de rotación de la tierra alrededor de su eje y alrededor del sol, las funciones de los océanos y de las montañas en la tierra, las características de los seres vivientes y las interacciones de todo lo mencionado, son algunos elementos del equilibrio ecológico.

 Cuando se compara a la tierra con otros planetas, se hace más evidente que está especialmente proyectada para el ser humano. Por ejemplo, el agua es un compuesto que se encuentra muy raramente en el espacio. La forma líquida del agua existe solamente en nuestro planeta de entre todos los planetas del sistema solar. Además, el 70% del mundo está cubierto con agua. Son millones las variedades vivientes en ese medio.

 El congelamiento del agua, la capacidad de acumular calor, la existencia de grandes masas de agua en la forma de océanos e incluso la distribución del calor a lo largo del mundo, son todas características exclusivas de la tierra. Ningún otro planeta tiene una masa líquida como la nuestra en constante circulación. El eje de la tierra tiene una inclinación de 23 grados respecto a su órbita. Las estaciones se forman debido a esa inclinación. Si la misma fuese mayor o menor, las diferencias de temperatura entre las estaciones de la tierra serían extremas, con veranos insoportablemente calurosos e inviernos excesivamente fríos.

 La velocidad de rotación de la tierra alrededor de su eje es la más apropiada para los seres vivientes. Cuando observamos otros planetas en el sistema solar, se advierte que también experimentan la noche y el día. Sin embargo, como la noche y el día abarcan periodos de tiempo mucho más prolongados que los de la tierra, las diferencias de temperatura entre el día y la noche son muy grandes. La brutal actividad del viento en las atmósferas de otros planetas no se experimenta en la atmósfera de la tierra, gracias a la rotación equilibrada de la que hablamos antes. 

 A lo ya mencionado pueden agregarse muchas cosas más. Pero los ejemplos citados hasta ahora nos revelan de todos modos, cierta realidad. El mundo en el que vivimos esta muy especialmente constituido para la supervivencia de los seres vivientes. No es el producto de la casualidad sino de un orden consciente. Este orden perfecto que prevalece en todo el universo nos conduce a una sola conclusión: Un único Creador, con poder y sabiduría infinitos, Creador del universo y de todos los mundos.
 Para poder acercarnos e intentar entender al Creador en la medida de lo que podemos asimilar, primero debemos de entender su obra y analizarla.

 Sabemos que la materia del universo no es independiente porque no vemos ninguna autonomía propia, una personalidad en la que piense por sí misma, sino más bien obedece a unas leyes y en todo momento podemos ver que el universo está controlado, sumiso y dirigido por el Creador.

 Sabemos que el Creador es ETERNO, ya que “la materia es eterna y nunca se destruye, solo se transforma” y como la creación es eterna, el Creador que la controla lo es también.

 El constante cambio en las condiciones de la materia y la permanente disipación de la ENERGÍA, revelan a la razón humana su atributo de eternidad. Ninguna cosa existe por sí misma, a menos que haya sido creada. Todas las cosas tienen un principio y el principio de todas las cosas es el Creador.

Cuando hablamos de la creación en sí, es bastante obvio hacer una conexión entre creación y Creador y saber el principio de las cosas, ya que el principio de todo es el Creador. Cuando intentamos ver el principio del Creador, nuestra inteligencia no da más de sí. Si nosotros no podemos comprender la totalidad del funcionamiento de nuestro cerebro y nosotros somos la creación, difícilmente podremos entender el principio del Creador. 

La exploración del universo y su comprensión están muy lejos del alcance de la inteligencia del ser humano. Y si nosotros en definitiva, no podemos descifrar el inmenso universo que es la creación, ¿Cómo podríamos atrevernos a descifrar al Creador y menos todavía preguntarnos su principio?. Es algo que está muy lejos de nuestro alcance, como está lejos el ejemplo para un recién nacido comprender los postulados elementales de la ciencia; porque antes éste recién nacido, deberá esperar a que crezca y con ello su cerebro, aprender a leer y a escribir y tener las herramientas suficientes para entender las cosas, y ésta es la paradoja entre la creación y el Creador. Somos bastante insignificantes para poder entender algo con bastante significado.

 De la maravilla que vemos en la creación y en nosotros mismos, podemos deducir la majestuosidad y la grandeza del Creador. No hay inteligencia posible capaz de descifrarle, su poder y sus atributos son tan grandes que nada se le resiste, su omnipresencia y omnipotencia todo lo abarca y lo único que puede hacer el ser humano, es reconocer su Unicidad-Indivisibilidad y rendirse en sometimiento como señal de respeto y agradecimiento.  

No hay comentarios.:

Publicar un comentario