jueves, 13 de agosto de 2015

NACER ES SER ELEGIDO.

Nacer es ser elegido. Nadie está aquí por casualidad. Cada uno fue enviado a cumplir un destino particular.

A veces el significado profundo de un suceso sale a la luz cuando se lo interpreta de manera espiritual.

Considérese el momento de la concepción: las posibilidades son infinitas. Pero en la mayoría de los casos se concibe un solo niño. Esto parece sugerir la intervención de cierta selectividad. Ésta sugiere a su vez la presencia de una providencia protectora que te soñó, te creó y se ocupa de tí.

Nadie te consultó acerca de los grandes problemas que forjan tu destino: cuándo habrías de nacer, dónde y de qué padres. Imagina la diferencia en tu vida si hubieras nacido en la casa vecina. No se te ofreció un destino para elegir. Dicho de otra manera. Se dispuso un destino especial para ti. Pero también se te dio libertad y creatividad para trascender los dones, crear un conjunto de nuevas relaciones y forjar una identidad constantemente renovada, que incluye la vieja pero no se limita a ella. Éste es el ritmo secreto del crecimiento, que obra discretamente detrás de la fachada exterior de tu vida.

El destino crea el marco exterior de la experiencia y la vida; la libertad encuentra y llena su forma interior.

Millones de años antes de que llegaras, se preparó cuidadosamente el sueño de tu individualidad. Se te envió a una forma de destino que te permitiría expresar el don singular que traes al mundo.

Cada persona tiene un destino singular. Cada uno debe hacer algo que nadie más puede. Si otro pudiera cumplir tu destino, sería él quien ocuparía tu lugar y tú no estarías aquí.

Es en lo más profundo de tu vida donde descubrirás la necesidad invisible que te trajo aquí. Cuando empiezas a desentrañarlo, tu don y la capacidad de emplearlo cobran vida. Tu corazón se acelera y la urgencia de vivir reaviva la llama de tu creatividad. Si puedes despertar este sentido del destino, entras en consonancia con el ritmo de tu vida. Pierdes esa consonancia cuando reniegas de tu potencial y tu talento, cuando te refugias en la mediocridad para desoír la llamada. Cuando eso sucede, tu vida se vuelve aburrida, rutinaria, o cae en el automatismo anónimo.

El ritmo es la clave secreta del equilibrio y la comunión. No caerá en la falsa satisfacción ni en la pasividad. Es el ritmo de un equilibrio dinámico, de una buena disposición del espíritu, una ecuanimidad que no está concentrada en sí misma. Este sentido del ritmo es antiguo.

La vida nació en el océano; cada uno viene de las aguas del útero; el flujo y reflujo de las mareas vive en nuestra respiración. Cuando estás en consonancia con el ritmo de tu naturaleza, nada perjudicial puede alcanzarte. La Providencia está en comunión contigo; te protege y te transporta a tus nuevos horizontes.


Ser espiritual es estar en consonancia con el propio ritmo.

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