Hay relaciones que son sanadoras y otras que son destructivas. Una
característica de las relaciones sanadoras es que las parejas se respetan uno
al otro como son, sin tratar de cambiar al otro.
Sienten mucho placer en su mutua compañía, pero no se sienten intranquilos,
desesperados o solos si el otro no está alrededor. En esta clase de relación,
ustedes ofrecen comprensión, apoyo y aliento a su ser amado sin tratar de
resolver sus propios problemas. Hay libertad y paz en la relación. Por
supuesto, puede haber desacuerdos de vez en cuando, pero las emociones que
surgen son efímeras. Ambos en la pareja están preparados para perdonar. Hay una
conexión del corazón entre ellos como resultado de lo cual ellos no tomarán las
emociones o errores de la otra persona como algo personal. Debido a que no
dispara una capa más profunda de dolor, ellos no le dan mucha importancia a
eso. Emocionalmente, ambos en la pareja son independientes. Ellos no toman su
fuerza y bienestar de la aprobación o de la presencia de su compañero. Él o
ella no siente un vacío en su vida sino que agrega algo nuevo y vital.
En una
relación sanadora, las parejas pueden también conocerse uno al otro de una o
más vidas pasadas. Pero en estos casos, casi nunca hay una carga emocional
kármica. Las dos almas pueden haberse conocido en una vida pasada de un modo
que fue esencialmente alentador y sustentador. Como amigos, pareja o como padre
e hijo, ellos se han reconocido uno al otro como compañeros de alma. Esto crea
una unión indisoluble a lo largo de varias vidas.
He
aquí un ejemplo. Un hombre joven crece en una familia pobre en algún lugar en
la Edad Media. Él es bondadoso y sensible por naturaleza y no concuerda muy
bien con su ambiente. Su familia está formada por gente trabajadora, más bien
gente dura que resta importancia a su naturaleza soñadora, ‘poco práctica’.
Cuando es adulto entra a un monasterio. Él no es realmente feliz aquí tampoco,
porque la vida está estrechamente regulada y hay poca calidez humana o
compañerismo entre las personas que viven ahí.
Sin embargo hay un hombre que es un poco diferente. Es un sacerdote
que tiene un alto rango pero que no tiene aire de autoridad y quien está
verdaderamente interesado en él. De vez en cuando él pregunta cómo están yendo
las cosas y le asigna varios trabajos placenteros como jardinería. Cada vez que
se miran hay entre ellos una sensación de reconocimiento, algo de la misma
mentalidad. Hay una conexión silenciosa desde el corazón. Aunque ellos no se
encuentran muy a menudo o hablan mucho, el sacerdote es una fuente de esperanza
y de aliento para el hombre joven.
En una
vida posterior este hombre es una mujer. Una vez más, ella tiene una naturaleza
bondadosa y soñadora. Ella tiene dificultades en sostenerse por sí misma.
Cuando es adulta ella se empantana en un matrimonio con un hombre que es
autoritario y dominante. Al principio, ella se vio cautivada por su notable,
poderoso carisma, pero más tarde se da cuenta de cómo su autoridad la limita y
la oprime. Sin embargo, es muy difícil para ella poder liberarse de él.
En su
trabajo a veces ella habla del tema con un colega, un hombre algo mayor que
ella. Él la alienta a sostenerse por sí misma y a permanecer fiel a sus propias
necesidades. Cada vez que ella habla con él, ella intuitivamente sabe que él
tiene razón. Luego, después de un gran conflicto interno, ella se divorcia de
su marido. El contacto con su colega cambia ahora. Ella siente cariño por él.
Él resulta ser soltero. Ella se siente tan cómoda con él que parece como si se
conocieran desde hace siglos. Ellos comienzan una relación que es amorosa,
relajada y alentadora para ambos. La simpatía que estuvo fluyendo entre ellos
en una vida anterior ahora toma forma como una relación satisfactoria entre un
hombre y su esposa.
Esta
es una relación sanadora. La mujer ha tomado una decisión esencial al dejar a
su marido y al elegir por ella misma. Con esto ella ha afirmado su
independencia emocional. Esto ha creado las bases para una relación amorosa
bien equilibrada con un alma conveniente