Una más de las manifestaciones de la vanidad, en
la que se exalta la belleza física propia como el valor máximo al que uno puede
aspirar.
El inconformismo con
el propio físico y la búsqueda del “cuerpo perfecto”se convierte en una
obsesión, una enfermedad psicológica que hace cometer a la persona todo tipo de
aberraciones, como dejar de comer, consumir todo tipo de substancias
adelgazantes, vigorizantes, excitantes, etc, colocarse todo tipo de prótesis,
poniendo incluso en riesgo su propia vida.
La
persona atrapada bajo el influjo del narcisismo jamás se conforma con su
físico. Invierte todo su tiempo, su energía, su voluntad y su dinero en
modificarlo, creyendo que se trata de sí mismo, cuando en realidad no es más
que un vestido que utiliza para operar en el mundo físico. Alberga la falsa
ilusión de que llegará el día en el que alcanzará su cuerpo ideal y será feliz,
alentada en esa creencia por la industria de la estética, la cosmética y el
consumismo, que se lucra a su costa.
Pero esta ilusión es
sólo una trampa tendida por el defecto, porque la felicidad no se consigue de
ese modo. Sólo se consigue a través del progreso en el amor. Por ello, la
insatisfacción crece más y más. Y mientras, el reloj biológico transcurre
inexorablemente hacia la vejez, pareciendo que el proceso natural de
envejecimiento va frustrando todas las conquistas realizadas con tanto
esfuerzo.
Y así pasa la vida y
llega el momento de dejar definitivamente el que fuera un bello cuerpo físico,
condenado inexorablemente al proceso de descomposición natural.
Cuando el espíritu
vuelve al mundo espiritual toma conciencia del tiempo y esfuerzo malgastado
inútilmente en embellecer algo ajeno a uno mismo, un cuerpo que se pudre ahora
en una tumba, y de lo poco que ha dedicado a mejorar lo que perdura, lo que uno
es, el espíritu. Pero no hay nada irremediable, ya que la vida del espíritu
continuará y podrá volver a encarnar para volver a hacer lo que no quiso en la
vida que malgastó creyendo ser el cuerpo que vistió.
Visto de ese modo,
la belleza física es casi un obstáculo para el progreso del espíritu.
No creáis por lo que
se ha dicho que la belleza es un atributo negativo en sí mismo. Al contrario,
porque a medida que el espíritu avanza, los cuerpos en los que el espíritu
encarna son cada vez más perfectos, más bellos, en consonancia con la belleza
del interior de los espíritus que encarnan en ellos, y así ocurre en los mundos
físicos espiritualmente más avanzados que el vuestro.
Pero sí puede ser un
arma de doble filo en los mundos primitivos, en manos de espíritus poco
avanzados. Para los espíritus poco avanzados, inmersos en la etapa de la
vanidad, el atractivo físico es un arma para dar rienda suelta a toda su
vanidad, y la utilizan con este fin. Saben que aunque se comporten como
personas caprichosas, groseras, maleducadas, altivas, su belleza física les
proporcionará lo que desean: admiradores, personas que estén a su disposición
para complacerles.
¿Para
qué esforzarse por ser buenas personas si consiguen lo que quieren con la
deslumbrante belleza de su cuerpo?...
Hasta que les
sobreviene la vejez y entonces se quedan solos, porque pierden el único
atractivo que tenían y se hunden en su propia miseria moral, ya que jamás han
luchado por mejorar su interior, tan ocupados como estaban en mantener su
exterior bello y atractivo.
Al final, una vida
en vano? No..., fue un paso necesario
para entender que no era ese cuerpo al que le rindió culto.
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