martes, 20 de diciembre de 2016

DESPIERTA, TODO ES UN SUEÑO.

«Fenómenos» significa todo lo que ves, todo lo que experimentas. Todo lo que se puede experimentar son fenómenos. Recuerda, no sólo los objetos del mundo son fenómenos y sueños, sino también los objetos de la conciencia.

Los fenómenos pueden ser objetos del mundo o pueden ser objetos de la mente. Pueden ser fabulosas experiencias espirituales.

Quizá observes cómo la kundalini se eleva dentro de ti: eso también es un fenómeno. Un sueño hermoso, un sueño muy dulce, pero no deja de ser un sueño. Quizá veas una luz extraordinaria inundando tu cuerpo, pero esa luz es también un fenómeno. Quizá veas lotos floreciendo en tu interior y percibas una deliciosa fragancia emanando de tu ser. Esos son también fenómenos. Porque tú siempre eres el que ve y no lo visto, siempre eres el experimentador y nunca lo experimentado, siempre el testigo y nunca lo observado.

Todo lo que se puede observar, ver, mirar, son fenómenos. Fenómenos materiales, fenómenos psicológicos, fenómenos espirituales. Todo es lo mismo.

No hay necesidad de hacer distinciones. Recuerda lo básico: aquello que pueda ser visto es un sueño.

Ésta es una técnica absolutamente poderosa. Empieza a contemplar de esta manera: si andas por la calle, piensa que las personas que pasan son sueños. Que las tiendas y sus comerciantes y los clientes y la gente que viene y que va son todos sueños. Las casas, los autobuses, el tren, el avión, son todos sueños.

Te sorprenderás inmediatamente. Algo de tremenda importancia sucede en tu interior. En el momento en que piensas que «todo son sueños», de repente, como un destello, algo se hace patente: «Yo también soy un sueño.» Porque si lo visto es un sueño, ¿quién es el «yo»? Si el objeto es un sueño, entonces el sujeto es también un sueño. Si el objeto es falso, ¿cómo puede el sujeto ser la verdad?   Imposible.

Si lo observas todo como si fuera un sueño, de repente descubrirás que algo se está escapando de tu ser: la idea del ego. Esta es la mejor manera de dejar el ego, y la más fácil. Inténtalo. Medita de esta manera.

Meditando así, una y otra vez, un día sucede el milagro: miras hacia adentro y ya no encuentras al ego allí.

El ego es un producto derivado, un producto derivado de la ilusión de que lo que ves es verdadero. Si piensas que los objetos son verdaderos, entonces el ego puede existir. Se trata de un producto derivado.

Si piensas que los objetos son sueños, el ego desaparece. Y si piensas continuamente que todo es un sueño, entonces un día, una noche, mientras duermes, te sorprenderás: de repente, en el sueño, recordarás que ¡éste es también un sueño! E inmediatamente, cuando venga el recuerdo, el sueño desaparecerá.

Y por primera vez tendrás la experiencia de encontrarte profundamente dormido y al mismo tiempo despierto.

Una experiencia muy paradójica, pero extraordinariamente benéfica.

Una vez que has visto desaparecer al sueño —como consecuencia de haberte vuelto consciente de él—, la cualidad de tu consciencia tiene una nueva fragancia. A la mañana siguiente te despertarás con una cualidad totalmente diferente y desconocida. Despertarás por primera vez.

Ahora sabrás que todas las otras mañanas eran falsas. No estabas verdaderamente despierto. Los sueños seguían. La única diferencia era que por la noche soñabas con los ojos cerrados y por el día con los ojos abiertos.

Pero si el sueño ha desaparecido por el surgir de la consciencia, ¡te has vuelto consciente en el sueño...! Y recuerda, consciencia y sueño no pueden existir juntos. Aquí surge la consciencia y ahí desaparece el sueño.

Cuando duermes y permaneces despierto a la vez... ¡La mañana siguiente será tremendamente importante! ¡Será incomparable! ¡Nunca te habrá sucedido nada parecido! Tus ojos estarán tan claros, tan transparentes... y todo tendrá un aspecto tan psicodélico, tan lleno de color, tan vivo... incluso percibirás que las rocas respiran, que pulsan, que hasta poseen un corazón latente. Cuando te vuelvas despierto, la existencia entera cambiará su cualidad.

Vivimos en un sueño. Estamos dormidos, incluso cuando pensamos que estamos despiertos.

Primero, los objetos perderán su objetividad. Y segundo, el sujeto perderá su subjetividad. Y eso te lleva a la transcendencia. El objeto carece ya de importancia, el sujeto tampoco importa ya; entonces, ¿qué es lo que queda? Una consciencia transcendental: un observar puro, un observar sin la idea del «yo» o del «tú»; tan sólo un espejo limpio que refleja aquello que es.

Y Dios es aquello que es.

Ahora ya sabes qué es la conciencia. Has conocido esa conciencia transcendental en donde los objetos y los sujetos ya no existen. Por vez primera has conocido esa pureza, ese espejo cristalino. Ahora examina su naturaleza. Mírala, examínala profundamente. Vibra, sacúdete, vuélvete tan alerta como sea posible.

¡Despierta y ve! Y empezarás a reír. Porque ahora podrás ver que nunca ha habido nacimiento y que nunca habrá muerte.

Ésta es la conciencia sin nacimiento y sin muerte. Siempre ha estado ahí. Es eterna. No tiene edad. ¡Y tenías tanto miedo de la muerte!, ¡y tenías tanto miedo de envejecer!, ¡y tenías tanto miedo de miles de cosas! Y nada ha sucedido jamás: todo era un sueño.

Viendo esto, uno sonríe, uno se ríe. Tu vida ha sido hasta ahora ridícula, absurda. Tenías miedo sin motivo, eras avaricioso sin motivo, sufrías sin motivo. Estabas viviendo en una pesadilla y todo era tu propia creación.



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