«Es necesario que te acostumbres a estar solo. Salúdate a ti mismo; entiende cómo debes vestir tu alma.»
GEORGE HERBERT
«Quien tiene luz dentro de su sereno corazón, puede colocarse en el centro y disfrutar del día brillante.»
MILTON
En una vida de bendiciones, la confianza en uno mismo es de vital importancia. Si no hay paz, debe existir la fortaleza; si no existe seguridad, debe haber estabilidad. Si deseamos alegría duradera, no debemos apegarnos a cosas que nos pueden arrebatar para siempre en cualquier momento.
El ser humano no comienza a vivir verdaderamente hasta que no encuentra un centro inamovible dentro de sí mismo que lo haga mantenerse en pie, que regule su vida y del cual pueda obtener su paz. Si confía en algo inestable, él también será inestable. Si se apoya sobre cosas que le pueden arrebatar, correrá el riesgo de caerse y lastimarse. Si busca la satisfacción acumulando posesiones efímeras, le faltará la felicidad aunque esté rodeado de abundancia.
Permitamos que el hombre aprenda a estar solo, sin necesidad del apoyo de nadie, sin esperar favor alguno, sin desear ventajas personales, sin pedir ni quejarse, sin ansiar ni lamentarse; confiando sólo en la verdad que se encuentra en su interior y obteniendo como resultado la satisfacción y el bienestar de la integridad de su propio corazón.
Si un hombre no puede encontrar paz en su interior ¿dónde la encontrará? Si teme estar a solas consigo mismo, ¿qué estabilidad puede encontrar cuando esté rodeado de personas? Si no puede encontrar alegría cuando esté en comunión con sus propios pensamientos, ¿cómo evitará la desdicha cuando esté en contacto con los demás? El que aún no ha encontrado nada dentro de sí mismo en lo que poder apoyarse, no encontrará un lugar de descanso permanente.
En todas partes, la gente vive engañada, creyendo que su felicidad depende de otras personas y de las cosas externas, y, por consiguiente, vive con continuas decepciones, excusas y lamentaciones. El que no busca la felicidad en otra persona o en las cosas externas, sino que la encuentra en su interior, que es su fuente inagotable, será un ser independiente y sereno en todas las circunstancias y nunca se convertirá en la víctima desvalida del infortunio y de las penas. El que busca el apoyo en otras personas, el que mide su felicidad por la conducta de los demás y no por la suya, el que depende de la ayuda de otros para obtener la paz mental, es un hombre que no tiene punto de apoyo espiritual, su mente va de aquí para allá, con los constantes cambios que se producen a su alrededor y vive en ese incesante flujo y reflujo de los espíritus que habitan en el infortunio y el descontento. Es un minusválido espiritual a quien todavía le falta aprender a mantener su centro de gravedad mental, y así poder caminar sin ayuda de muletas.
Así como un niño aprende a andar para ir de un lado a otro por sí mismo, sin necesidad de que nadie le ayude, un hombre debe aprender a estar solo, a juzgar, a pensar y a actuar por su cuenta para elegir, con la fortaleza de su propia mente, el camino que va a recorrer en la vida.
En el exterior se encuentra el cambio, la decadencia y la inseguridad; en el interior está toda la seguridad y las bendiciones. El alma es autosuficiente. Donde hay necesidad, existe un suministro abundante. Tu residencia eterna está en tu interior; ve a ese lugar y toma posesión de tu mansión. Allí eres un rey; en cualquier otra parte, serás un vasallo.
Acepta que los demás manejarán bien o mal su propio pequeño reino y procura reinar con fortaleza en el tuyo. Todo tu bienestar y la ventura de todo el mundo se encuentran allí. Tú tienes conciencia, síguela; tienes una mente, aclárala; tienes juicio, aplícalo y mejóralo; tienes voluntad, empléala y fortalécela; tienes conocimiento, increméntalo; existe una luz dentro de tu alma, cuídala, atiéndela, estimúlala, protégela de los vientos de la pasión y ayúdala a brillar con un resplandor cada vez más constante y sereno. Abandona el mundo y regresa a tu interior. Piensa como un hombre, actúa como un hombre y vive como un hombre. Sé rico dentro de ti mismo, sé completo dentro de ti mismo. Encuentra el centro inmutable en tu interior y obedécelo. La Tierra mantiene su órbita porque obedece a su centro, que es el Sol. Obedece al centro de luz que se halla en tu interior, sin importarte que los demás lo llamen oscuridad, si así lo desean. Recuerda que sólo eres responsable de ti mismo, que sólo te rindes cuentas a ti mismo; por lo tanto, confía en ti. Si tienes miedo, ¿quién podrá entregarte su confianza? Si eres infiel a ti mismo, ¿dónde podrás encontrar la dulce satisfacción de la verdad?
Un gran hombre permanece solo en la simple dignidad de su independiente fortaleza interior; persigue su propio camino sin temor y no se disculpa ni «pide permiso». La crítica y los aplausos no significan para él más que el polvo sobre su abrigo que se sacude él mismo. No se deja llevar por las opiniones cambiantes de los hombres, sino que se deja dirigir por la luz de su propia mente. Otras personas malvenden su madurez por tonterías de adulación o de modas pasajeras.
Hasta que no puedas permanecer solo, sin tener que buscar la guía de espíritus, de mortales, de dioses y de hombres; hasta que no te guíes únicamente por ti mismo para llegar a la luz de la verdad que se halla en tu interior, no podrás romper las cadenas, ni sentirte libre y bendecido. Pero no confundas el orgullo con la autosuficiencia. Tratar de permanecer sobre los destruidos cimientos del orgullo, es vivir ya desmoronado. Ningún hombre depende más de los demás que el orgulloso. Depende de la aprobación y se toma a mal la censura de los demás. Confunde la adulación con la crítica sana, y es más fácil que se sienta lastimado o halagado por las opiniones ajenas. Su felicidad está en manos de otras personas. Pero el hombre que es autosuficiente no se basa en el orgullo personal, sino en la ley, los principios, los ideales y las realidades imperecederas que se encuentran en el centro de su ser. Allí es donde se estabiliza, negándose a ser arrastrado por las olas de la pasión interior o por las tormentas de las opiniones externas, y, cuando pierde el equilibrio momentáneamente, enseguida lo recupera para seguir en pie. Su felicidad está por completo en sus propias manos.
Encuentra tu centro de equilibrio y consigue estar solo, y, sea cual sea tu tarea en la vida, obtendrás la victoria. Lograrás lo que tengas en mente, ya que el hombre independiente es invencible. Pero, aunque ya no dependas de otras personas, aprende de ellas. Nunca dejes de aumentar sus conocimientos y disponte siempre a recibir lo que es bueno y útil.
Jamás podrás ser demasiado humilde; las personas más independientes son las más humildes. «Ningún aristócrata ni príncipe de noble cuna, podrá compararse en dignidad con un santo. Porque éste, aunque sea humilde, puede permitirse lo que sabe, ya que descansa en la grandeza de Dios que se encuentra en su interior.» Aprende de todos los hombres y, sobre todo, de los maestros de la Verdad, pero no dejes de conocer la verdad que te confirma que la guía definitiva está en tu interior. Un maestro puede decirte «aquí está el camino», pero él no puede obligarte a recorrerlo, ni puede andarlo por ti. Tú debes hacer tus propios esfuerzos, debes conseguir tu propia fuerza, debes alcanzar tu verdad por tus propios medios, sin ayuda; debes confiar implícitamente en ti mismo.
«Esto es Dios: ser Hombre con tu poder. Crecer poderoso en la fuerza de tu espíritu y, como la luz, emprender tu vida.»
Has de ser tu propio maestro, gobernarte a ti mismo, sin adular ni imitar a nadie, pero haciendo tu trabajo como una parte vital del universo; dando amor, pero sin esperarlo; dando compasión, pero sin desearla; brindando ayuda, pero sin depender de ella. Si los demás censuran tu trabajo, no les hagas caso. Será suficiente con que tu trabajo esté bien hecho: descansa al lograr esa satisfacción. No te preguntes: «¿Le agradará mi trabajo?», sino «¿Mi trabajo es bueno?». Si tu trabajo es bueno, la crítica de los otros no puede afectarte; si tu trabajo es malo, la desaprobación de los demás no importará, porque el trabajo pronto quedará anulado por sí mismo. Las palabras y los actos de la verdad no pueden desaparecer hasta que éstos hayan terminado por completo su trabajo; las palabras y los actos falsos no pueden perdurar, ya que no tienen ningún trabajo que hacer. La crítica y el resentimiento son actitudes superfluas.
Libérate de la tiranía auto impuesta de tu dependencia esclava y permanece solo, no como una unidad aislada, sino como una parte receptiva del todo. Busca la alegría que nace de la bien merecida libertad, de la paz que fluye del sabio dominio de uno mismo, de las bendiciones inherentes a la fuerza innata.
«Gloria a aquél que, completo, si está solo, excava hacia su tumba un camino únicamente suyo, y, sin importarle lo que los demás piensen o digan, sólo pregunta a su alma si tiene alguna duda.»
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