La
vida está llena de emociones positivas y negativas pero en la práctica hay una
desigualdad enorme entre ellas. La sociedad promueve a los cuatro vientos las
primeras, como la felicidad, la gratitud y la compasión, mientras demoniza las
segundas, como la tristeza, la ira, la ansiedad y la culpa.
En ese contexto, la gente siempre ha buscado suprimir las negativas,
porque las asocia con conductas violentas y las considera una especie de caldo
de cultivo para desarrollar enfermedades mortales. Las emociones negativas no
son tan malas como parecen. Más aún, son
indispensables para alcanzar el bienestar y la prosperidad.
Las
emociones negativas aunque son poco placenteras, pueden ser “potencialmente útiles y, en
consecuencia, ‘positivas’ si se experimentan en dosis moderadas y se aprovechan
con sagacidad”.
Hay
claves para sacar ventajas de este tipo de emociones que por lo general traen
consigo información sobre aspectos que no están marchando bien en la vida. Lo
importante es captar esos mensajes y transformar lo negativo en una fuerza que
ayude a construir una vida más placentera.
La Tristeza
Este
sentimiento puede presentarse de varias maneras y de forma recurrente.
Normalmente
las personas sienten profunda tristeza cuando pierden a algún ser querido o
también ante la desaparición de un objeto muy preciado. Sin embargo, el dolor
emocional que ocasiona la tristeza tiene un efecto protector, pues esas
circunstancias adversas le permiten a la persona fortalecerse, sanar sus
heridas y tomar el impulso necesario para salir adelante.
Los
neurobiólogos la asocian con la hibernación pues así como algunos animales se
protegen de la dureza del invierno, la tristeza puede funcionar de la misma
forma que un exfoliante limpia y rejuvenece la piel. Además, “ayuda a evaluar
mejor a las personas y hacerles ver con mayor realismo las cosas. Por eso el
llanto puede servir de catarsis”.
La
tristeza puede encaminar la vida de una persona hacia nuevos y prósperos
rumbos, así como mejorar sus probabilidades de felicidad a largo plazo.
La Ira.
Esta
emoción primitiva, que por lo general produce reacciones violentas, resulta de
eventos cotidianos como el tráfico pesado de la ciudad o de cosas más graves
como haber sufrido algún tipo de maltrato. Se mencionan dos tipos de ira para cada uno de esos dos
escenarios.
La
primera tiene que ver con la impaciencia que ocasiona estar atrapado en un
trancón, algo ante lo cual el afectado no puede hacer nada. En ese contexto la
ira es un desperdicio de energía. La segunda está relacionada con cosas más
delicadas como una traición amorosa y en dichas situaciones sí se justifica
sentirla, pues sirve como mecanismo de defensa para rechazar esa injusticia.
Aunque
se dice que es mucho peor reprimir esta energía que expresarla, se recomienda
hacerlo con precaución y autocontrol pues solo una delgada línea separa al
poder constructivo del destructivo de la ira.
Pero
algunas investigaciones han demostrado que en sus justas proporciones esta
emoción puede ayudar a mejorar las relaciones interpersonales. “Hay que saber
aprovecharla para cambiar y no para agredir al otro. Enojarse puede servir para
tomar fuerza y motivarnos a enfrentar con valentía los problemas”.
La Ansiedad.
Es
normal estar ansioso. Si bien puede resultar desagradable en algunas ocasiones,
en otras tantas demuestra que una persona se preocupa por probarse a sí misma
en diferentes contextos y trazar metas en el camino. Es, por lo tanto, muy útil
para aprender y superarse.
Es
un detector de riesgos interno que le ha permitido al ser humano evolucionar,
estar alerta ante el peligro y eliminar las amenazas de su entorno.
Las
ventajas que ofrece pensar negativamente, está el saber enfrentar y solucionar
cualquier problema en la vida diaria.
“Sentir ansiedad no debe ser visto como una falla sino como una forma de salir
de la zona de confort. Es mucho mejor estar preocupados que ser complacientes”.
El Aburrimiento.
Hay
muchas historias de grandes artistas y científicos a quienes les vino a la
cabeza su gran obra o hallazgo en medio de un profundo aburrimiento.
El
tedio, por fastidioso que parezca, puede ser una puerta de entrada para la
creatividad y la autotrascendencia.
Al
parecer cuando la mente está divagando y no tiene una tarea fija, el
subconsciente es capaz de establecer nuevas conexiones e incluso de resolver
viejos problemas. Por eso es importante
tener momentos de total inactividad, sin celulares ni televisión ni libros. El
cerebro lo agradecerá, pues aumentará “la creatividad y la innovación”.
La Soledad.
Hay
una gran paradoja en torno a la soledad. Si bien las personas odian sentirse
solas, al mismo tiempo admiten que en ocasiones necesitan alejarse de todos.
Pero
una cosa es ser solitarios y otra la soledad. Los momentos de estar solos son
valiosos porque permiten la autointrospección y relajación. “Se necesita de
esos oasis de calma en los que es posible retirarnos del mundo exterior y de la
interacción con los demás para sentir paz”.
En
este tema se recomienda el equilibrio: no aislarse del mundo, pero sí aprender
a no depender de los demás para estar satisfechos. De hecho, esta es una buena
forma para ganar autonomía y fortalecerse para enfrentar cualquier adversidad.
Además brinda mayor claridad sobre las cosas y mejorar la calidad de vida.
La Culpa.
Este
sentimiento surge cuando alguien cree que se equivocó o pudo haber hecho mejor
las cosas.
Aunque
es una emoción que la mayoría de las veces amarga a cualquiera y puede provocar
acciones y pensamientos autodestructivos, en ocasiones es posible sacarle
provecho.
La
gente puede usar la culpa para convertirse en mejores personas. “Es la
oportunidad para reflexionar y aprender de los errores. De esa manera se
encuentra la motivación para crecer y desarrollarnos”. La clave está en no
excederse y castigarse por cualquier error. Nadie está exento de equivocarse y
lo importante es transformar esta emoción “en arrepentimiento y compasión, lo
cual es muy positivo”.
LA
CLAVE DE TODO LO ANTERIOR ES ESTAR EN CONSCIENCIA PERMANENTE DE TODO LO QUE NOS
SUCEDE.
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