Conciencia y centrado
Lo primero
que debes comprender es qué significa la conciencia.
Vas
andando. Eres consciente de muchas cosas: de las tiendas, de la gente que pasa
a tu lado, del tráfico, de todo. Eres consciente de muchas cosas, solo eres
inconsciente de una cosa... y esa cosa eres tú.
Vas
andando por la calle, eres consciente de muchas cosas, ¡y solo no eres
consciente de ti mismo! A esta conciencia de uno mismo se la llama «recordarse a uno mismo».
«Constantemente, estés donde estés, recuérdate a ti mismo.»
Hagas lo
que hagas, por dentro debes seguir haciendo una cosa continuamente: ser
consciente de que tú lo estás haciendo.
Si estás
comiendo, sé consciente de ti mismo. Si estás andando, sé consciente de ti
mismo. Si estás escuchando, si estás hablando, sé consciente de ti mismo.
Cuando estés irritado, sé consciente de que estás irritado. En el momento
mismo en que aparezca la ira, sé consciente de que estás irritado. Este
constante acordarse de uno mismo crea en ti una sutil energía, una energía
muy sutil. Empiezas a ser un ser cristalizado.
Normalmente, no eres más que una bolsa floja. No hay
cristalización, no hay verdadero centro... solo algo líquido, solo una floja
combinación de muchas cosas sin ningún centro. Una multitud que cambia se
mueve constantemente, sin ningún jefe. La conciencia es lo que te convierte en
jefe... y cuando digo jefe no me refiero a un controlador. Cuando digo jefe me
refiero a una presencia... una presencia continua. Hagas lo que hagas, y aunque
no hagas nada, una cosa debe estar constantemente en tu conciencia: que tú eres.
Esta
simple sensación de ser uno mismo, de que uno es, crea un centro, un centro de
quietud, un centro de silencio, un centro de dominio interior. Es una potencia
interior. Y cuando se dice «una potencia interior» quiere decir eso al pie de
la letra.
Si
empiezas a hacerte consciente, empiezas a sentir en ti una nueva energía, un
nuevo fuego, una nueva vida. Y gracias a esta nueva vida, nuevo poder, nueva
energía, muchas cosas que te estaban dominando se disuelven. Ya no tienes que
luchar con ellas.
Tienes que
luchar con tu ira, con tu codicia, con tu sexo, porque eres débil. En
realidad, la codicia, la ira y el sexo no son los problemas; el problema es la
debilidad.
En cuanto empiezas a ser más fuerte por dentro, con una sensación
de presencia interior -cuando sientes que eres-, tus energías se van concentrando, cristalizan en
un punto único y nace un yo. Recuerda, no un ego, sino un yo.
El ego es una falsa sensación del yo. Sin tener ningún yo, sigues
creyendo que lo tienes... eso es el ego. El ego es un falso yo... no eres un
yo, pero aun así crees que eres un yo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario