Extracto
del Libro “La revolución de la conciencia”, de Isha, editorial Kier.
Imagínate por un momento que eres una manzana con una preciosa
cáscara brillante. Pules la cáscara cada día, y parece hermosa a la vista de
todo el mundo.
Esa manzana
es como nuestras personalidades. Nuestras personalidades están llenas de
máscaras. Llenas de conceptos ideales de cómo tendríamos que comportarnos y qué
tendríamos que hacer. Estos conceptos ideales nos dicen que deberíamos ser
gente buena, que no deberíamos enojarnos, que deberíamos ser exitosos,
que deberíamos ser padres amorosos. Nos proveen con un billón de presunciones
acerca de cómo tendríamos que ser.
Y caminamos
durante toda nuestra vida pretendiendo ser eso. Continuamos puliendo el afuera,
pero el centro y la esencia de quienes somos tiene un gusano muy grande
arrastrándose por dentro. Y este gusano ha sido creado por rabia, depresión,
auto-abandono, pérdida del espíritu y pérdida de la verdad de quienes somos.
Para que la parte exterior de la manzana sea realmente
brillante – sea realmente
perfecta, sea realmente luminosa – tenemos que ir adentro y remover lo que no es real. Ese
gusano grande y feo ha estado nadando alrededor de nuestra conciencia,
bloqueando la luz del amor incondicional en nuestras raíces o en nuestro
centro.
Así es que este Sistema va hacia adentro y comienza a desintegrar a
este gusano. Lo empieza a sacar pedazo a pedazo. Y a medida que los
pedazos van saliendo, comenzamos a ver las mentiras. Comenzamos a ver las
máscaras, comenzamos a ver la falta de verdad. Comenzamos a escuchar las voces
que nos mantienen en limitación.
En realidad, comenzamos a ser concientes de nosotros mismos. Y al
mismo tiempo, nos hacemos concientes de lo que no somos.
La esencia o el centro de lo que somos es la unidad, que es
ilimitada, el amor que nunca cambia. Y lo que no somos también se vuelve muy
claro.
Entonces, nos permitimos ser eso y ver a través de ello. Nos
permitimos ser esos pedazos del gusano que están atrapados dentro de esta
hermosa manzana y los expulsamos. Expulsamos cada pedazo que no sirve.
Y luego el centro, o el amor, que se había hecho diminuto,
nuevamente comienza a brillar. Y el interior de la manzana se limpia y todo se
completa. Entonces la superficie adquiere una nueva brillantez más
luminosa – que es la
verdad, que es lo natural –
porque ha abrazado cada aspecto de si misma. Ha abrazado cada una de las partes
que no quería ver.
Es la unidad de la unión.
Siempre digo que para poder ser divino, uno tiene que estar
dispuesto a ser un cien por ciento humano. Tenemos que estar dispuestos a
abrazar cada aspecto que juzgamos de nosotros mismos.
Necesitamos
abrazar la codicia, necesitamos abrazar el miedo.
Necesitamos
abrazar los celos.
Necesitamos
abrazar la ira.
Necesitamos
abrazar el egoísmo.
Necesitamos abrazar cada una de las partes que hemos estado
escondiendo bajo la falsa brillantez de la cáscara de la manzana, para poder
llegar a ser absolutamente completos.
Una persona
iluminada no es una “buena persona”.
Una persona
iluminada no es una persona que “da y da para recibir aprobación”.
Una persona iluminada no es una persona que abandona su grandeza
para poder “encajar”.
Una persona iluminada no es una persona arrogante, o “dueña de si
misma”, o que enmascara de alguna otra manera una multitud de cosas que
percibimos como pecados.
Una persona iluminada es solo un niño inocente que vive en cada
momento un cien por ciento, dándole amor a su Ser y a todos los demás, sabiendo
que también son el Ser.
Ese es el yo de la unión, ese el yo de la Unidad, ese es el yo
de la iluminación.
El yo de la personalidad, o el ego, es apenas ese gusano gordo que
ha estado merodeando por ahí, comiéndose el interior de la manzana e impidiendo
que la luz emane desde el centro.
Y es muy
importante que también amemos a ese gusano, porque el también es la Unidad.
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