Hay muchos que creen
en la astrología. Y ésta posee, de hecho, su verdad, ya que es aceptada como
tal.
Pero llévala un
poco más lejos y pregunta: «¿Quién es el dador de esta verdad?» «¿Cómo
pueden las estrellas y los planetas en su movimiento ser más poderosos que los
dioses que los crearon en primer lugar?»
Lo que tú eres
nunca podrás descubrirlo basándote en los movimientos de tus cielos. Y con
respecto a los movimientos de los planetas y las estrellas determinando nuestro
destino, esto no es así. Porque si esto fuera verdad, ¿qué serían los
sueños, la imaginación, la creatividad o la vida misma?
En cada una de tus
vidas sobre este plano naciste bajo un gran número de estrellas, todas ellas
brillando en aquel momento. Decir que tu destino está controlado o
influenciado por unas pocas y escogidas, no sólo carece de sentido, sino que
además te roba la libertad e inocencia de expresar tu vida y el Dios que tú
eres.
Los dioses han
creado muchos juegos, y la astrología es uno de ellos. Y a veces es un juego
muy peligroso porque infunde en la persona un
miedo al futuro y predetermina sus futuros días de emoción. Todos los
que piensan que los astrólogos poseen una inteligencia sabia que lo conoce
todo, están literalmente poniendo sus valiosas vidas en las manos de otro.
Así como su
astrología, también son juegos su dogma religioso, su política, su mercado,
y cualquier cosa que permitan que los esclavice de manera que puedan jugar al
juego de la supervivencia.
Aquellos que
practican la astrología son verdaderamente hermosos en su sincera
preocupación por los demás y su deseo de ayudarlos. Y estudiar las estrellas
es algo maravilloso, pues ellas son hermosas en su movimiento y encantadoras en
su misterio. Pero si basas tu vida en ellas no eres más grande que los gases
que las forman.
La astrología es
sólo una herramienta; es sólo un juego.
La auténtica verdad
viene de la persona que abre la boca para decir: «¡Ah! He determinado lo que tu
futuro traerá», porque lo ha visto en el campo electromagnético que rodea al
ser para quien está haciendo esto. Si dejaras de lado el juego y le dijeras al
cliente estas mismas cosas, ciertamente se asombraría. Pero por supuesto, no
seria tan fascinante como decirle que cierta estrella tiene la culpa, y que él
es parte de algún plan cósmico y divino. Así ocurría con los sabios de la
antigüedad, que miraban a través de bolas de cristal, encendían fuegos,
miraban fijamente el agua, producían explosiones, bebían vino y elixires y
toda clase de cosas, sólo para comunicar una verdad haciéndola más
aceptable.
El hombre siempre ha
mirado fuera de sí mismo para encontrar respuestas y razones a su suerte y a
su destino. Siempre ha sido más cómodo echar la culpa a las estrellas
silenciosas, al gobierno de algún rey, o a la «voluntad de Dios», que mirar
hacia dentro, al creador de los universos.
Siempre ha sido más
fácil buscar sacerdotes, profetas y videntes para pedirles orientación, que
creer que uno mismo es lo suficientemente sabio para ser el dador de ella.
Mientras sigas
mirando fuera de ti mismo en busca de razones y respuestas, nunca oirás a la
voz que tienes dentro, el dador de toda verdad y el creador de todo lo que
existe, siempre estarás en manos de creencias supersticiosas y razonamientos
extraordinarios que no te permitirán ver el increíble poder y el infinito
entendimiento que realmente posees.
Tú eres una entidad
soberana capaz de aceptar y crear cualquier verdad que desees. Puedes
convertirte en el maestro de tu reino o ser su esclavo, lo que desees
experimentar. Cuando te des cuenta de que cada ser es el auténtico creador y
director de su vida, el diseñador de su destino, quizás tomes ese mismo
entendimiento y crees para ti mismo una vida más ilimitada. Y eso será algo
grandioso para tu ser.
Cuando estés
jugando con tus juegos de predicción, recuerda quién los creó.
Y recuerda que el
mismo creador, que puede volverse vulnerable a cualquier cosa que él desee,
puede, en un instante, cambiar todo lo que no le guste y una vez más tomar las
riendas de su vida.
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