lunes, 23 de marzo de 2015

COMPASIÓN, CON DESAPEGO

CRISTO

La compasión y el desapego. La compasión es una de las manifestaciones del corazón y de la Unidad. La compasión, es sufrir con el otro, experimentar lo que el otro siente. A primera vista esto es efectivamente a la inversa del desapego. Esto no es realmente el caso. 

La compasión les hace tomar conciencia de la realidad del otro y de vuestro afecto en relación al otro y lo que vive. La compasión puede ser molesta en ciertas situaciones pero ella desemboca, en imagen restringida, en el Amor. Esta imagen restringida está vinculada precisamente a la carencia de desapego y por lo tanto a la implicación en el otro. 

Han existido, desde mi llegada en esta tierra, muchos seres que me han seguido, que han tomado prestados mis pasos, han tomado prestados mis palabras y que han sobre todo vivido lo que he vivido. La compasión y el desapego cuando van a la par y se manifiestan juntas, permiten a la Luz y a la Verdad germinar. Como dije: “Cuando estén dos reunidos en mi nombre, estaré entre vosotros”. 

La compasión, la capacidad a ser el otro, es exactamente lo que dije durante mi paso en un cuerpo. El desapego es indispensable porque la compasión sin desapego puede conducirles a experimentar sufrimientos cada vez más intensos que entonces, no son ya la compasión, sino una substitución en relación al otro. Es en cierto modo una visión y una experiencia falsificadas de lo que es el Amor.

La compasión es indispensable para socavar el corazón pero yo diría que no hace falta estar sometido a su propia compasión y no perder de vista la Unidad inherente a todas las cosas, y en particular en estos momentos. Quiero decir que cuando existe una vivencia de una compasión que puede afectarlos más allá de vuestra norma, entonces, en ese momento hay apertura del corazón y al mismo tiempo proyección de la conciencia, por compasión, en el corazón del otro. Solo las almas muy viejas, muy maduras, están en condiciones de llevar real y concretamente el peso de otras almas con todo desapego y toda compasión.  

La problemática más usual, yo diría, de la compasión, es precisamente la ausencia de desapego, que va a traducirse, más allá incluso de la compasión, por los miedos inherentes a este tipo de persona que manifiesta y vive la compasión, que siente íntimamente en cada fibra de su ser y que por lo tanto no está desapegada y está sometida, de una u otra manera, a la libertad del otro y no a su propia libertad.

La compasión vivida con desapego les hace salir de la personificación de la relación pero viene a manifestar mi Presencia en ella. La verdadera compasión es desapego pero no es vuestro fruto o vuestra obra. Ella deriva de la interacción de vuestro corazón con el corazón de la persona con la cual la compasión se expresa. Así pues, la compasión vivida según la persona no les hace salir de la persona y se traducirá inevitablemente por una incapacidad a desapegarse de las cosas, de las situaciones y de los recuerdos, a pesar de que el corazón esté abierto. Porque este corazón, incluso si es Amor incondicional, está de alguna forma injerto en el amor condicionado. Es por lo tanto un amor que no es libre, por el hecho mismo del apego.

La compasión es una virtud del alma pero nada tiene que ver con una virtud del Espíritu. La compasión vivida en el desapego les procura una fuerza pero que no proviene de ustedes, ella proviene exclusivamente de la frase que he pronunciado: “Cuando estén dos reunidos en mi Nombre, incluso sin saberlo y sin pronunciar mi Nombre, harán intervenir un tercer término que pasa por la compasión, por el desapego, y que se llama simplemente la Gracia”

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