lunes, 9 de marzo de 2015

EL PODER DE LA PACIENCIA INFINITA

«Quienes están seguros del resultado pueden permitirse esperar, sin ansiedad». Esa es la característica principal de la paciencia infinita. La noción de certidumbre y la paciencia van juntas. Al confiar y saber que se está conectado con esa inteligencia universal que lo provee todo, la persona sólo tiene que permitirse la virtud de la paciencia. No impone ninguna restricción temporal a tus manifestaciones y sigue con su vida cotidiana con la certeza de saber que: «Dispongo de todo el tiempo que necesito, y estoy seguro del resultado, de modo que permitiré que aparezca a su debido tiempo».

El secreto de ser paciente está en la certidumbre del resultado. Cuando esa certidumbre se manifiesta en ti en forma de confianza y conocimiento, puedes desviar tus pensamientos del resultado deseado. Sin cólera ni angustia, puedes dirigir entonces tu atención a todas aquellas tareas que ocupen tu actividad cotidiana.

El hecho de saber y la infinita paciencia te permiten sentirte tranquilo. Has practicado todos los principios de la manifestación espiritual, y luego has permitido que el universo se ocupe de los detalles. Sientes en tu interior que aquello que deseas manifestar ya está ahí, y el bienestar de saber que ya has sido bendecido con aquello que buscas. En consecuencia, no experimentas la presión de querer que aparezca inmediatamente.

Al estar seguro del resultado, al despreocuparte del cómo y el cuándo, cultivas el poder de la paciencia infinita y, simultáneamente, te desvinculas del resultado. Una vez que ha tenido lugar esta desvinculación, puedes ocuparte de asuntos cotidianos, como educar a tus hijos, dedicarte a tu trabajo o formación, meditar y comulgar con Dios, y limitarte a observar pacientemente. La paciencia es algo espontáneo cuando se confía en la unicidad de la inteligencia universal.

La paciencia infinita es una señal de confianza y exige de un amor infinito para producir resultados en tu vida. Al desprenderte de la impaciencia, te alineas con la fuerza de Dios, y desaparece la angustia de pensar en todo lo que falta en tu vida. Cuando se apodera de ti la impaciencia basada en el temor, pierdes tu yo infinito y te conviertes de nuevo en sujeto del ego, que no tiene paciencia alguna con nada que se refiera a la infinitud.

El ego desea lo que desea, y lo quiere ahora. Si no se ve satisfecho, te convencerá de que este mundo está podrido y de que no puedes confiar en nada más que en tu yo diferenciado, aun cuando haya sido ese yo el que ha producido las sensaciones de carencia. Si satisfaces al ego, al día siguiente aparecerá una nueva lista de exigencias. El nivel de angustia aumentará mientras te dediques a satisfacer estas nuevas demandas. Y esa situación se prolongará mientras permitas que el ego se haga cargo de tu vida.

La paciencia infinita producirá resultados casi inmediatos en tu vida. Alcanzas la libertad cuando eliminas la necesidad de tener lo que quieres ahora, con la seguridad de que en realidad ya lo tienes, aunque aún no se haya presentado en tu entorno inmediato tal como te gustaría. Como persona infinitamente paciente sabes que ya estásallí donde querrías estar, que no hay accidentes, y que todo aquello que parece faltar no es más que una ilusión perpetrada por tu ego.


Con esta conciencia, la impaciencia desaparece y dejas de buscar resultados a tu meditación de la manifestación. Diriges tus pensamientos hacia los asuntos cotidianos de tu vida, sabiendo que no estás solo. Tu paciencia te permite apreciar en silencio todo aquello que se ha manifestado en tu vida. Esta práctica de paciente desvinculación del resultado es un concepto extraño para aquellos de nosotros a quienes se ha enseñado que los objetivos, los símbolos del éxito y la acumulación de méritos son formas de sentirse importantes y de encajar en nuestra cultura. Has alcanzado la paz con tu infinita paciencia y la paz es precisamente lo que  trae la iluminación.

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