«Quienes
están seguros del resultado pueden permitirse esperar, sin ansiedad». Esa es
la característica principal de la paciencia infinita. La noción de
certidumbre y la paciencia van juntas. Al confiar y saber que se está
conectado con esa inteligencia universal que lo provee todo, la persona sólo
tiene que permitirse la virtud de la paciencia. No impone ninguna restricción
temporal a tus manifestaciones y sigue con su vida cotidiana con la certeza de
saber que: «Dispongo de todo el tiempo que necesito, y estoy seguro del
resultado, de modo que permitiré que aparezca a su debido tiempo».
El secreto de ser
paciente está en la certidumbre del resultado. Cuando esa certidumbre se
manifiesta en ti en forma de confianza y conocimiento, puedes desviar tus
pensamientos del resultado deseado. Sin cólera ni angustia, puedes dirigir
entonces tu atención a todas aquellas tareas que ocupen tu actividad
cotidiana.
El hecho de saber y
la infinita paciencia te permiten sentirte tranquilo. Has practicado todos los
principios de la manifestación espiritual, y luego has permitido que el
universo se ocupe de los detalles. Sientes en tu interior que aquello que
deseas manifestar ya está ahí, y el bienestar de saber que ya has sido
bendecido con aquello que buscas. En consecuencia, no experimentas la presión
de querer que aparezca inmediatamente.
Al estar seguro del
resultado, al despreocuparte del cómo y el cuándo, cultivas el poder de la
paciencia infinita y, simultáneamente, te desvinculas del resultado. Una vez
que ha tenido lugar esta desvinculación, puedes ocuparte de asuntos cotidianos,
como educar a tus hijos, dedicarte a tu trabajo o formación, meditar y
comulgar con Dios, y limitarte a observar pacientemente. La paciencia es algo
espontáneo cuando se confía en la unicidad de la inteligencia universal.
La paciencia
infinita es una señal de confianza y exige de un amor infinito para producir
resultados en tu vida. Al desprenderte de la impaciencia, te alineas con la
fuerza de Dios, y desaparece la angustia de pensar en todo lo que falta en tu
vida. Cuando se apodera de ti la impaciencia basada en el temor, pierdes tu yo
infinito y te conviertes de nuevo en sujeto del ego, que no tiene paciencia
alguna con nada que se refiera a la infinitud.
El ego desea lo que
desea, y lo quiere ahora. Si no se ve satisfecho, te convencerá de que este
mundo está podrido y de que no puedes confiar en nada más que en tu yo
diferenciado, aun cuando haya sido ese yo el que ha producido las sensaciones
de carencia. Si satisfaces al ego, al día siguiente aparecerá una nueva lista
de exigencias. El nivel de angustia aumentará mientras te dediques a
satisfacer estas nuevas demandas. Y esa situación se prolongará mientras
permitas que el ego se haga cargo de tu vida.
La paciencia
infinita producirá resultados casi inmediatos en tu vida. Alcanzas la libertad
cuando eliminas la necesidad de tener lo que quieres ahora, con la seguridad de
que en realidad ya lo tienes, aunque aún no se haya presentado en tu entorno
inmediato tal como te gustaría. Como persona infinitamente paciente sabes que
ya estásallí donde querrías estar, que no hay accidentes, y que todo aquello
que parece faltar no es más que una ilusión perpetrada por tu ego.
Con esta conciencia,
la impaciencia desaparece y dejas de buscar resultados a tu meditación de la
manifestación. Diriges tus pensamientos hacia los asuntos cotidianos de tu
vida, sabiendo que no estás solo. Tu paciencia te permite apreciar en silencio
todo aquello que se ha manifestado en tu vida. Esta práctica de paciente
desvinculación del resultado es un concepto extraño para aquellos de nosotros
a quienes se ha enseñado que los objetivos, los símbolos del éxito y la
acumulación de méritos son formas de sentirse importantes y de encajar en
nuestra cultura. Has alcanzado la paz con tu infinita paciencia y la paz es
precisamente lo que trae la
iluminación.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario