Para ser maestros del tiempo, hay que entender cómo
funciona la Ley de Causa y Efecto, la Ley del Equilibrio. Si tienes prisa por
alcanzar la abundancia, la felicidad y el amor, solo debes eliminar todo
aquello que pueda estar impidiendo que logres el equilibrio.
Si deseas amor, da amor. Cuanto más entregues, más
acumulas para ti. Si vives en escasez, comparte lo poco que tienes y observa
cómo regresa a ti. Si vives deprimido, busca quien te ofrezca la oportunidad de
regalar sonrisas, porque siempre hay alguien peor que tú. Verás cuánta
felicidad sientes al recibir una sonrisa que parecía casi imposible. Y de
repente empiezas a salir de ese hoyo en el que te tiene sumido la depresión.
Para ser maestro del tiempo, es imprescindible
entender que en el universo todo es cíclico. Hay ciclos de un año, de doce
años, ciclos mensuales y menstruales, lunares y solares, cósmicos... Todo
vuelve, por lo tanto, en la Ley de Acción y Reacción: siempre regresa lo que
das. Y cuando eres consciente de que siempre es así, empiezas a tener más
cuidado con lo que das y procuras que todas tus acciones, palabras,
sentimientos e intenciones surjan del amor incondicional. Cuantos más actos de
amor incondicional, actos de caridad y gestos de entrega practiques, más
créditos acumulas en tu cuenta divina.
Cuanto menos tiempo transcurra entre
el deseo y su manifestación, más créditos habrás recaudado a tu favor. Y cuando
ocurre de forma instantánea, es decir, pides e inmediatamente se te da, eso
significa que te has convertido en un excelente maestro del tiempo, porque
sabes que el tiempo ya no existe y que no hay que hacer nada para conseguir lo
que necesitas. Has aprendido a vivir en abundancia y sabiduría, porque estás en
equilibrio con el universo y contigo mismo. ¿Te apetece un helado de chocolate?
Muy bien, el universo toma nota y en ese preciso instante pasa una persona
cerca de ti y te ofrece un helado de chocolate. Da igual por qué ha ocurrido y
cómo; simplemente de alguna forma mágica se ha manifestado tu petición. La
magia actúa y la verdadera maestría se muestra" cuando el universo te ofrece una nevera repleta de
helados para que escojas y puedas compartirlos con todos tus amigos.
El tiempo no existe. Todo es impermanencia; por lo
tanto, siempre hay tiempo para hacer todo aquello que realmente desees. Solo
debemos marcar nuestras prioridades y estar siempre dispuestos a cambiarlas si
es necesario. Las preferencias pueden modificarse sobrela marcha según las
circunstancias. Nada tiene importancia, solo la que tú le des.
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