Tener la mente
cerrada es estar cerrado a la posibilidad de cualquier cosa que exista fuera de
los valores que pueden ser experimentados por los sentidos de tu cuerpo.
Sin embargo, en el
reino llamado Dios, nada es imposible. Si algo se puede concebir o reflexionar,
existe; pues cualquier cosa soñada o imaginada ya es parte del reino de la
existencia. Así es como la totalidad de la creación llegó a existir. Cada vez
que le digas a alguien «es sólo tu imaginación», lo estás programando para
la estupidez y la creatividad limitada. Y eso es, de hecho, lo que les ocurre a
los niños de este plano, a todos.
Cualquier cosa a la
cual se le permita ser pensada, existe, y todo aquello que te permitas pensar
lo experimentarás, ya que tu campo electromagnético lo atraerá hasta ti.
La atrocidad de
poseer una mente cerrada es que ello te impide conocer la alegría. Te mantiene
esclavizado a las ilusiones del hombre. Te impide conocer tu gloria y la de
Dios. Mientras tengas una mente enclaustrada, y vivas y pienses de acuerdo con
la conciencia social, nunca te aventurarás hacia lo desconocido, ni
contemplarás la posibilidad de realidades más grandiosas por miedo a que
ellas signifiquen cambio porque habrá mucho más que ver, que entender y de lo
cual formar parte que lo que había anteriormente en un mundo ordenado, que
vive y muere.
Mientras aceptes
sólo los pensamientos limitados que se te han inculcado, nunca activarás
mayores porciones de tu cerebro para recibir y experimentar otros pensamientos
distintos de aquellos con los que te encuentras cara a cara cada día de tu
existencia.
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