Hay que tomar conciencia de nuestros pensamientos
para luego ser
conscientes de nuestras palabras, herramientas
importantes para la cocreación de nuestra vida.
Tal como uno piensa que será su vida, así será. Si
nuestros pensamientos son puros, libres de juicios, de alta vibración y llenos
de entusiasmo, ilusión y alegría, así de pura será también nuestra existencia.
Si pronuncio una palabra, esta se convierte en
vibración, en energía, en conducta y en acción, es decir, en aquello que se
puede palpar, sentir, percibir. Las palabras, al igual que los pensamientos,
están cargadas de vibración. Una vez se emiten, salen al exterior, al universo,
y regresan a nosotros. Siempre, sí, siempre. Por lo tanto, hay que tomar
conciencia del poder de la palabra y del poder del pensamiento. Si tú lo dices,
así será. Por tanto, cuidado con lo que piensas y con lo que dices.
Cuando vas tomando conciencia de tu vida, empiezas a
ser consciente.
Saber lo que piensas, lo que dices, cómo actúas, es
ser zen. Cuántas veces uno crea su propio infierno por su inconsciencia. Por no
ser conscientes de las palabras podemos crear un conflicto o condicionar
nuestro programa para vivir anclados al sufrimiento.
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