¿Qué
nos ha pasado? ¿Dónde, en qué lugar, en qué momento, perdimos la
conciencia que teníamos de nuestro ser espiritual, de nuestra esencia, de
nuestra verdadera condición de seres inmortales?
Vinimos
a la vida física a aprender, a crecer y a evolucionar, para regresar más tarde
enriquecidos con la experiencia adquirida. Pero resulta que en el afán de
hacer más cómoda y placentera nuestra estadía en la Tierra, nos hemos olvidado
de la verdadera finalidad de nuestra presencia aquí. Nos hemos creído que
éramos el cuerpo, cuando en realidad el cuerpo es la ropa que nos pusimos para
ir a la escuela y, cuando llega el momento de partir, nos desgarramos las
vestiduras por lo que creemos que vamos a perder, porque nos damos cuenta que
perdimos el tiempo o porque no tenemos la conciencia muy tranquila.
Estamos
aquí en la Tierra, para cumplir con nuestro propósito. Venimos con un plan
diagramado de antemano. Sabemos exactamente lo que tenemos que hacer y
aprender. Pero al poco tiempo nos olvidamos de nuestro objetivo. Así como un
muchacho es enviado por su padre a un país lejano para estudiar y, cuando está
lejos de su casa se olvida del estudio, seducido por las
tentaciones de un país diferente, así nosotros nos hemos olvidado de nuestro
Padre y nos deslumbramos como niños en un parque de diversiones.
Creemos
que el objetivo es pasarla bien y queremos probar todos los juegos. Y queremos
ganar todos los juegos que podamos y conseguir todos los premios que sea
posible, y competimos y rivalizamos con los otros y con nuestros propios amigos
y, si podemos hacer trampa, la hacemos, y ya lo único que nos importa es
ganar cada vez más y acumular más cosas y tener más poder que los
otros y sufrimos cuando no lo logramos.
Y así
se nos pasa esta viday, cuando llegamos al momento de la muerte, el
momento de regresar a casa y reunirnos con nuestro Padre, no queremos
saber nada y lloramos y pensamos que es un castigo, y que nuestro Padre es
injusto porque nos obliga a dejar a todos los amigos que hicimos y todas las
cosas que ganamos.
Sólo
después de desprendernos del cuerpo, al mirar hacia atrás, nos damos cuenta de
lo equivocados que estábamos, de lo tontos que fuimos al dejarnos
encandilar por la luces de un parque de diversiones y de que todo eso no
era nada más que una ilusión momentánea y pasajera.
Y
resulta que, por querer poseer una ilusión, no aprendimos nada, no
cumplimos con lo que nos habíamos comprometido y, encima, en el afán de
poseer más, engañamos, defraudamos, robamos y no nos importó el sufrimiento de
los que se quedaron fuera de la feria de diversiones.
Ahora tendremos que volver una vez más a
la Tierra. Y esta vez no habrá parque de diversiones. Sin embargo, ya nos
arreglamos para no hacer lo que tenemos que hacer. Esta vuelta, la excusa
será la lucha por la viday el esfuerzo para alcanzar una posición social
acomodada. Y una vez más llegaremos a la muerte con pánico y desolación.
Y una
vez más, cuando estemos del otro lado, nos daremos cuenta de que nos
equivocamos otra vez, de que nos olvidamos otra vez. Y seguirá ocurriendo así
hasta que despertemos a nuestra conciencia espiritual y recuperemos ese
conocimiento que está en nosotros mismos, en nuestra propia esencia.
Necesitamos
recuperar nuestra verdad, nuestra consciencia
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