¿Cuántos de vosotros sois padres? ¿Cuántos
les habéis «dado» a vuestros hijos? Les «disteis» a vuestros hijos. ¿Cuántos
les recordáis eso a diario? ¿Cuántos hacéis que vuestros hijos se sientan
culpables porque deberían estar aquí?
Ahora, en cuanto a
tus hijos, ¿quiénes son? Bueno, podrían haber sido tus padres en otra vida. A
veces se portan de esa manera, ¿no es verdad? ¿Que tus hijos en realidad son
tus padres y que les hiciste la vida difícil y desgraciada? ¿Y que tomaste, tomaste
y tomaste hasta que a tu madre le dio un ataque al corazón y tu padre se
volvió alcohólico y huyó, y tú no entiendes cuál fue el problema? ¿Y puede
ser que hayan regresado a tu vida y que te parezcan un poco familiares?
¿Son tus hijos
posesivos? Porque si lo son es porque tú fuiste posesivos con ellos. Ten
cuidado: tus hijos fueron una vez tus padres. Ahora, si entendemos esa
situación terrible —por más verosímil que sea— veámosla entonces de la
siguiente manera: tus hijos están haciendo solamente lo que se ven obligados a
hacer. Están tomando y tomando y tomando porque todavía no se les ha
enseñado a dar. En
su vida pasada,
alguien tomó y tomó y tomó de ellos, pero ellos no entendieron el arte de
dar y amar.
A los niños se les
tiene que enseñar de nuevo cómo tener el sentimiento, así como se te tiene
que enseñar a ti. Los niños necesitan el ritual de dar. Es más, necesitan
las enseñanzas rituales de dar. A los niños se les debe enseñar lo que es poder
darle a otra persona su posesión más preciada. Así que, ¿cuál es tu tarea? Tu tarea es dar
amor a tus hijos. Y a cambio, la naturaleza de ese amor les enseñará a hacer
lo mismo.
No es casualidad que
sea importante recordar el cumpleaños de alguien o, en verdad, poder celebrar
el nacimiento y la resurrección de Cristo. Es un ritual de iniciación que
convoca a toda la gente de una cultura a la hora de dar gracias, y de dar y compartir.
Eso es lo que debe ser.
Recuerda: los Reyes
Magos fueron a ver a Yeshua ben Joseph cuando era un niñito pobre y le dieron,
a él que no tenía ningún sentido del valor, oro y mirra y sedas valiosas.
¿Crees que al niño le importaban el oro y la mirra? Ése no fue el caso. El caso
fue que la grandeza «dio» a la humildad. ¿Entiendes? Ésa es la simbología.
Y si no instruyes a
tus hijos, entonces a lo mejor un día regresarás como sus hijos. ¿Y no sería
un espectáculo horroroso tener a tus hijos de padres? ¿Y qué tan bien te
criarían ellos a ti?
Tomado del libro
"El misterio del amor"
RAMTHA.
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