Ya os he comentado que los gestos que repetimos en la vida cotidiana encierran una serie de enseñanzas que hay que saber descifrar. En estos momentos vosotros estáis participando en la construcción de nuestra nueva sala, pero nunca habéis reflexionado acerca de las lecciones que se desprenden de este trabajo.
¿Qué pasos hay que dar para construir una casa? Se empieza por hacer un proyecto, un plano.
En un principio, éste existe como una idea en el mundo invisible, más tarde se proyecta sobre un papel, es decir, en el plano físico. Una vez terminado el plano se buscan los materiales, y finalmente se contrata a los obreros que se encargarán de plasmar el plano. Así pues, hay tres etapas: el plano, la búsqueda de los materiales y la construcción.
Cuando se inicia la construcción no se instala en primer lugar el techo, sino que se empieza por los cimientos, por la base. Aunque penséis que esto es evidente, para algunos no lo es en absoluto. En realidad, muy pocos lo han comprendido. Después de los cimientos se construyen las paredes y, por último, el techo. Por consiguiente, para construir el exterior se va de abajo arriba. En cuanto al interior, ¿cómo se procede? ¿Acaso se instala primero el pavimento? No; se empieza por el techo, a continuación siguen los muros y, por fin, el suelo. Por tanto, para el interior se procede de arriba abajo. Cuando todo está terminado nos ocupamos del aspecto estético, de la decoración, la colocación de cuadros en las paredes, cortinas en las ventanas, etc...
Para el exterior se trabaja de abajo arriba, y para el interior de arriba abajo. Por lo tanto la casa nos enseña cómo trabajar con las dos corrientes de la evolución y de la involución. Todo este trabajo de construcción y acondicionamiento de la casa se resume y simboliza en los dos triángulos que se interpenetran formando el sello de Salomón, el cual encierra una profunda ciencia, que nos revela cómo Dios ha creado el mundo, y también cómo debemos trabajar nosotros. En primer lugar nos enseña que no debemos aplicar los mismos métodos para nuestra vida exterior e interior, sino que en el plano físico hay que trabajar de abajo arriba, mientras que en el ámbito de la vida interior hay que empezar por la parte de arriba y terminar abajo. ¿Os extraña? ...
Si queréis triunfar en el plano físico debéis trabajar de acuerdo con las leyes de la evolución y empezar por el lado sólido, material, para llegar, poco a poco, a cosas más sutiles. Por el contrario, cuando tenéis que trabajar en el plano psíquico, interno, hay que empezar por lo alto, es decir, con lo más sutil, luminoso y divino, y terminar con lo visible, tangible y concreto. Pero, ¿quién sabe trabajar así? Evidentemente cuando se trata de construir una casa sí que lo sabemos hacer, pero el aplicar las mismas reglas en la vida no es tan seguro que podamos hacerlo.
Para obtener resultados en el plano material tenéis que empezar por edificar una base sólida y resistente, mientras que para conseguirlos en el plano espiritual, ante todo tenéis que aseguraros el techo, de lo contrario aún la base se hundiría. Porque en el terreno espiritual todo está invertido; es como si la base se encontrara arriba yel techo abajo. Por consiguiente, tenéis que edificar las cosas en vuestra cabeza antes de intentar que desciendan estas construcciones espirituales al plano físico, tenéis que trabajar en ello durante muchos años para que un día se puedan materializar.
Este movimiento de arriba abajo nos enseña cómo creó Dios el mundo. Para crear, Dios tuvo que manifestarse, es decir, salir de SÍ mismo para «descender» a la materia. Pero a este primer movimiento de descenso, llamado involución, le sigue un movimiento de ascenso en el curso del cual Dios vuelve de nuevo a Sí mismo; eso es la evolución.
En un primer movimiento Dios sale para crear los mundos, después se repliega en Sí mismo y lo absorbe todo de nuevo en El. Estos dos movimientos han tenido lugar a lo largo de miles de millones de años.
El movimiento involutivo va de arriba hacia abajo - o del centro a la periferia -, mientras que el evolutivo va de abajo hacia arriba - o de la periferia al centro -. La involución ha precedido a la evolución. La primera es un proceso de materialización, y la segunda, por el contrario, es un proceso de desmaterialización. En la naturaleza estos dos movimientos continuamente aparecen juntos; ambos se encuentran y sus interferencias dan origen a la vida bajo todas sus formas.
Continuamente se crean nuevas formas en el espacio por medio del encuentro de estos dos movimientos, que son los movimientos de Dios mismo. No existe el espíritu ni la materia, sino solamente la vida que va del centro a la periferia y de la periferia al centro. Las formas se vuelven cada vez más sutiles a medida que se acercan al centro, y se materializan a medida que se alejan hasta alcanzar la periferia. Pues bien, todas estas formas circulan, volviéndose unas más sutiles, otras más materiales... Esto constituye el gran circuito de la vida.
¿En qué otro lugar podemos observar estos dos movimientos de la evolución y la involución?
Cuando nace el niño se produce la involución, por que él desciende a la materia; pero cuando el anciano muere se manifiesta la evolución, pues se separa de la materia para volver al espíritu.
Igualmente cuando nos desnudamos, se produce la evolución y cuando nos vestimos, la involución. Aún más, consideremos ahora el hecho de vestimos: ciertos vestidos nos los colocamos de abajo arriba, y otros de arriba abajo. Incluso en los gestos que hacemos para vestimos encontramos los dos movimientos evolutivo e involutivo. Pero como no reflexionamos, no nos damos cuenta.
Según la tradición Iniciática, son también estas dos corrientes involutiva y evolutiva las que han formado al hombre. En un principio, el hombre no era más que una cabeza. Después de mucho tiempo se han ido añadiendo progresivamente el corazón, los pulmones, el estómago y los miembros. Pero, en este momento, el hombre todavía era invisible; su cabeza aún no se había materializado, era una especie de bola de fuego que flotaba en el espacio etérico. Sólo cuando sus pies estuvieron formados el hombre comenzó a materializarse. Precisamente los pies han sido los primeros en materializarse, después las piernas, los muslos, los órganos genitales, el plexo solar, el estómago,.. y así sucesivamente hasta llegar a la cabeza. Aunque ésta fue la primera en formarse, fue la última en materializarse; y los pies, que fueron los últimos en formarse, fueron los primeros en materializarse.
En Astrología también encontramos las dos corrientes evolutiva e involutiva. Cuando enumeráis los signos del Zodíaco empezando por este orden: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, etc.., estáis siguiendo el movimiento involutivo, ya que el hombre se formó de este modo:
Empezando por la cabeza, y Aries, precisamente, es la cabeza, pues cada signo del Zodíaco corresponde a una parte del cuerpo humano. Sin embargo, el punto vernal asciende por el Zodíaco en sentido inverso, es decir, en el siguiente orden: Piscis, Acuario, Capricornio, Sagitario, Escorpio, etc... Su trayecto corresponde al movimiento evolutivo: sigue el orden en que se han materializado los órganos. Ahora bien, si consideramos el movimiento del Zodíaco en relación al de los planetas, encontramos la misma oposición. Las constelaciones del Zodíaco ascienden por el cielo siguiendo el orden Aries, Tauro, Géminis, mientras que los planetas van en sentido inverso. El curso de los planetas es, pues, involutivo, mientras que el del Zodíaco es evolutivo.
Pero no nos detengamos demasiado en la Astrología. Sobre todo, recordad que si queréis triunfar en el mundo espiritual debéis empezar por construir el techo, luego las paredes y finalmente los cimientos. Porque en el mundo invisible el techo es la base; los cimientos, la tierra sobre la que hay que edificar; pero para no confundirnos continuaremos llamándole techo. Así pues, cuando decía que en el mundo invisible hay que empezar por construir el techo, entre otras cosas significa que antes de presentarse ante los demás como un erudito, un profeta, un clarividente o un curandero, primero hay que estudiar durante mucho tiempo y unirse al Señor, a fin de echar raíces en lo divino. Antes de poder manifestar los verdaderos dones espirituales, son necesarios años de paciencia, estudio y trabajo.
Por desgracia, la mayoría de las personas que entran en la vida espiritual quieren que todo el mundo lo sepa y lo vea inmediatemente: se las dan de seres superiores e inspirados, se creen capaces de instruir y guiar a los demás, pero en realidad son ridículos e incluso a veces peligrosos. Es preciso saber que no se pueden manifestar los verdaderos dones espirituales hasta que hayan transcurrido varios años de trabajo, meditación y oración. ¡Trabajad, orad y dejad que las cosas se manifiesten por sí solas! Lo que sois se pondrá de manifiesto sin que habléis de ello, incluso a pesar de vosotros mismos.
Dejad que el mundo invisible se manifieste de manera visible en vuestras caras, en vuestros ojos, en vuestra voz, en vuestros gestos. Algunas personas nos cuentan que son enviados del cielo, que tienen tal o cual misión, que les escuchemos y les sigamos... Pues bien, esto sencillamente demuestra que no conocen las leyes del mundo espiritual. ¡Aunque fuerais el Cristo no tendríais que decirlo! No os impongáis nunca a los demás, esperad que sean vuestras cualidades y dones los que, poco a poco, se impongan, hasta que llegue el día en que sean los demás quienes no puedan hacer otra cosa que vedos y dar testimonio de ello. Los auténticos espiritualistas trabajan de esta manera. Durante años, sin decir nada, construyen en el mundo invisible, y un día, de pronto, incluso los más ciegos exclaman: «¡Oh, aquí hay algo sólido! »
Pero si queréis convencedos diciéndoles que sois el Mesías o la Virgen María, ¡os encerrarán!, igual que encerrarían a un loco que quisiera poner el techo sin haber colocado previamente los cimientos. Si decís a los demás que sois rico y capaz no os creerán, sino que querrán verificarlo, y en tanto no les mostréis vuestras riquezas y capacidades no os creerán; tampoco os creáis que basta con presentar una obra recién empezada. Nada conseguiréis. Lo mismo sucede en la vida espiritual, sólo que en este terreno, a pesar de que las personas sepan apreciar perfectamente las realizaciones en el plano físico, no tienen las mismas posibilidades de percepción en el mundo espiritual. Por esto hay que trabajar en este aspecto mucho más tiempo.
Veamos qué otras cosas puede enseñarnos la casa. Ya os he dicho que al rehacer el interior de una habitación hay que seguir un orden: el techo, las paredes - con las puertas y ventanas - y finalmente el suelo. Sucede exactamente lo mismo en la vida psíquica. Es necesario empezar por reflexionar lo cual corresponde al techo -; de una manera simbólica se cuelgan las lámparas y se encienden las luces. Luego nos damos cuenta de que lo que vamos a hacer es positivo. Y, por último, actuamos.
Para actuar no andamos por las paredes, ni por el techo, sino por el suelo. El techo, las paredes y el suelo corresponden a los tres ámbitos del pensamiento, el sentimiento y la acción. La luz, o sea, la sabiduría, la inteligencia, el conocimiento, viene de arriba. El ámbito del sentimiento son las paredes, donde se cuelgan los cuadros, los espejos y toda clase de cosas bonitas. Y la acción es el suelo por donde nos desplazamos y trabajamos. «¿Y las ventanas?» diréis. Son los ojos; y por esto hay que limpiarlas, para que todo resulte claro. Este es el libro de la naturaleza viviente y a este libro nunca se le conoce completamente.
Muchas personas empiezan por el suelo, la acción. En primer lugar actúan, y por eso tropiezan con los seres y con las cosas; entonces sufren, se dan cuenta de que la cosa no marcha y, finalmente, se ponen a pensar y a sacar conclusiones. ¡Tendrían que haber empezado por reflexionar! A menudo se dice que haciendo varios ensayos, se pueden sacar excelentes conclusiones. No; es preferible reflexionar al principio y sacar luego conclusiones verídicas. Es así de simple y claro.
Así pues, en el plano físico hay que actuar, con los métodos de la evolución, mientras que en el plano psíquico se debe actuar con los métodos de la involución, los métodos del espíritu.
Cuando un hombre exhibe ante una mujer sus coches, sus casas, y sus diplomas, es evidente que ella automáticamente confía en que él le asegurará el bienestar. Cuando un cliente compra algo en una tienda, al comerciante no le preocupa si es inteligente o no, sino si sacará su billetero y si éste contendrá dinero. Con respecto al Cielo es completamente diferente. Aunque tengáis casa, tierras, bancos, os dirá que no os conoce, porque todavía no habéis empezado vuestro techo en él.
Las personas todopoderosas, ricas y respetadas en el plano físico, no pueden hacerse respetar, amar y solicitar arriba, mientras no hayan empezado a formar en su interior virtudes y pensamientos puros y nobles.
Algunos se imaginan que al haber triunfado en el mundo material, visible, también triunfarán en el plano espiritual; se equivocan. Son dos campos distintos. Y aquéllos que han conseguido desarrollar virtudes y cualidades, se imaginan que esto les proporcionará el éxito en el plano material: también ésos se equivocan. Sus virtudes no se ven y, además, los materialistas no las aprecian. Para que les comprendan en el plano material hay que trabajar con los métodos de la corriente evolutiva, es decir, poner sólidas bases aquí en la tierra. Mientras que para triunfar en el plano invisible, para ser recibido y protegido por los espíritus superiores, para tener revelaciones, éxtasis, para alcanzar la plenitud, hay que trabajar cón los métodos de la corriente involutiva, es decir, empezar por echar raíces en el Cielo. Evidentemente la mejor solución es trabajar con las dos corrientes para ser recibido en el Cielo y en la tierra.
Entonces el Cielo reconocerá al Iniciado, y los hombres reconocerán al ser capaz de realizar en la tierra.
Desgraciadamente esto no abunda, y lo único que vemos actualmente son personas cualificadas en el plano físico e ignorantes en el plano espiritual, o bien espiritualistas que andan con el techo colgado en el aire, incapaces de realizar nada. Por este motivo, los auténticos discípulos de una Escuela Iniciática deben aprender las leyes del mundo espiritual, construyendo primero una casa en lo alto, sobre bases sólidas. Al mismo tiempo deben saber manifestarse en el plano físico mediante su trabajo y comportamiento sensato. De esta manera serán seres equilibrados y perfectos en ambos mundos. Todo esto es lo que nos enseña la casa.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
Los secretos del libro de la naturaleza