Contentándote con
poco, lograrás mucho.
Persiguiendo mucho,
te desviarás del camino.
La
persona sabia atiende este precepto. ¡Y sería bueno que este precepto también
persuada al mundo entero!
La
persona sabia cree no sólo en lo que ve con sus ojos físicos y, por lo tanto,
ve claro.
Ella no se considera
como la única que tiene la razón y, por lo tanto, sabe la verdad.
Ella no tiene sed de
honor, pero las personas le honran.
No busca ser una
autoridad, pero las personas le siguen.
No
lucha contra nadie y, por lo tanto, es inven- cible.
No
siente la autocompasión y, por lo tanto, pue- de
perfeccionarse con éxito.
Sólo
aquel que no procura estar delante de todos puede vivir
en armonía con todos.
La persona sabia se
ocupa de todos y, por lo tanto, se vuelve un ejemplo para todos.
Es luminosa, pero no
busca brillar.
No se alaba, pero
aun así le respetan.
No se enaltece y,
por lo tanto, siempre le tienen
en mucha estima.
En
tiempos muy remotos, decían que lo imperfecto se mueve hacia la Perfección.
¿Acaso son palabras vanas? ¡No!
¡En
verdad, alcanzando la Unidad, llegarás
a la Perfección!
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