Cuando dos seres se unen en lazos matrimoniales, todos se alegran y
se hacen uno en la alegría que el acontecimiento amerita. Todos festejan
la nueva unión y auguran felicidad hasta que la muerte los separe y además, para completar la dicha, que tengan muchos hijos.
Al pasar el tiempo y al vivir las experiencias que el destino les depara, poco a poco la alegría va desapareciendo, se van aumentando las penalidades, las situaciones tensas, ya sea por los escasos recursos económicos o por la incomprensión mutua de la pareja, o porque no pudieron tener los hijos anhelados o porque los hijos que tuvieron salieron díscolos y arbitrarios, no dejándose someter a las reglas del hogar o por otros sinnúmero de razones por los cuales la alegría y la felicidad, fueron pa- sando a segundo plano.
Pues bien, ante este hecho matrimonial que antes fue motivo de tanta alegría, hoy es motivo de infelicidad, amargura, tristezas, depresiones, desengaños, arrepentimientos y muchas cosas más que se llevaron la paz, el amor y la felicidad en este hogar.
A pesar de que durante toda la vida anduvieron buscando no perder la felicidad que al principio vivieron y disfrutaron, pasó la vida y lo único que pudieron encontrar fueron mezquinos momentos de felicidad. Y todo el tiempo transcurrió en la “lucha” con la vida, en la batalla sin fin para hallar lo deseado.
Este drama es el pan nuestro de cada día del cual se alimenta la humanidad. ¡Qué lamentable! es ver cómo vosotros pasais la existencia, buscando la felicidad, la riqueza material, que tanto os agbia, su búsqueda en un mundo material, sin la cual no valeis nada y todo será pobreza y miseria, y todo aquello que para vosotros pensabais que sería vuestro bienestar.
Si pudierais contemplar, por un momento la vida, en el más allá, dentro de sus profundas aguas, os asombraríais de la belleza exuberante que se ve con todo su esplendor en la infinitud de sus criaturas, y os asombraríais de la armonía y la paz que allí se vive; también, os asombrariais de la abundancia excesiva de riquezas que allí se encuentran y os asombraríais también del amor, la dicha y la felicidad que hay en cada uno de los seres que habitan allí.
Al pasar el tiempo y al vivir las experiencias que el destino les depara, poco a poco la alegría va desapareciendo, se van aumentando las penalidades, las situaciones tensas, ya sea por los escasos recursos económicos o por la incomprensión mutua de la pareja, o porque no pudieron tener los hijos anhelados o porque los hijos que tuvieron salieron díscolos y arbitrarios, no dejándose someter a las reglas del hogar o por otros sinnúmero de razones por los cuales la alegría y la felicidad, fueron pa- sando a segundo plano.
Pues bien, ante este hecho matrimonial que antes fue motivo de tanta alegría, hoy es motivo de infelicidad, amargura, tristezas, depresiones, desengaños, arrepentimientos y muchas cosas más que se llevaron la paz, el amor y la felicidad en este hogar.
A pesar de que durante toda la vida anduvieron buscando no perder la felicidad que al principio vivieron y disfrutaron, pasó la vida y lo único que pudieron encontrar fueron mezquinos momentos de felicidad. Y todo el tiempo transcurrió en la “lucha” con la vida, en la batalla sin fin para hallar lo deseado.
Este drama es el pan nuestro de cada día del cual se alimenta la humanidad. ¡Qué lamentable! es ver cómo vosotros pasais la existencia, buscando la felicidad, la riqueza material, que tanto os agbia, su búsqueda en un mundo material, sin la cual no valeis nada y todo será pobreza y miseria, y todo aquello que para vosotros pensabais que sería vuestro bienestar.
Si pudierais contemplar, por un momento la vida, en el más allá, dentro de sus profundas aguas, os asombraríais de la belleza exuberante que se ve con todo su esplendor en la infinitud de sus criaturas, y os asombraríais de la armonía y la paz que allí se vive; también, os asombrariais de la abundancia excesiva de riquezas que allí se encuentran y os asombraríais también del amor, la dicha y la felicidad que hay en cada uno de los seres que habitan allí.
¡Qué hermoso! es vivir en la riqueza que mora en el silencio profundo
del océano; qué hermoso, es sentir la felicidad interior,
cuando todo se nos da en armonía y paz.
Comprende que cuando buscais la prosperidad material, ante todo debeis abrir los tesoros que en abundancia teneis en vuestro corazón, es allí, hermanos míos, donde está vuestra verdadera prosperidad; es en vuestro interno donde debeis abrir la puerta, para que toda la opulencia que hay en vuestro corazón, salga a fuera, a vuestro mundo exterior para deleitaros y agradaros.
Buscad y hallareis, se os dijo, mas, si no encontrais, es porque no habeis atesorado riquezas espirituales; porque no habeis sabido escuchar a vuestro maestro interno, y habeis llenado vuestro corazón de sentimientos oscuros y penosos que no os dejan ver vuestra verdadera riqueza que yace allá en el fondo, escondida y olvidada por vuestro sentir con vuestros hermanos.
Hoy, debeis pensar sobre el comportamiento que habeis tenido con vuestros hermanos, no solamente de sangre, sino también con aquellos que de una u otra forma han llegado a vuestra vida; debeis recordar como habeis pensado y hablado de quienes os rodean, para que podais medir el grado de riqueza del que podais disponer dentro de vuestro corazón.
Reflexionad y pensad, y además, debeis cuestionaros para que vayais cambiando vuestro tesoro de cobre que habeis ido acumulando con vuestro actuar dañino y perverso, por un tesoro de oro, donde se encuentren las riquezas de amor en abundancia y de esta manera, también vuestro mundo exterior disfrute de estas riquezas.
Cambia vuestro corazón, por un corazón amoroso, listo a perdonar y a servir, sin condiciones ni egoísmos.
Comprende que cuando buscais la prosperidad material, ante todo debeis abrir los tesoros que en abundancia teneis en vuestro corazón, es allí, hermanos míos, donde está vuestra verdadera prosperidad; es en vuestro interno donde debeis abrir la puerta, para que toda la opulencia que hay en vuestro corazón, salga a fuera, a vuestro mundo exterior para deleitaros y agradaros.
Buscad y hallareis, se os dijo, mas, si no encontrais, es porque no habeis atesorado riquezas espirituales; porque no habeis sabido escuchar a vuestro maestro interno, y habeis llenado vuestro corazón de sentimientos oscuros y penosos que no os dejan ver vuestra verdadera riqueza que yace allá en el fondo, escondida y olvidada por vuestro sentir con vuestros hermanos.
Hoy, debeis pensar sobre el comportamiento que habeis tenido con vuestros hermanos, no solamente de sangre, sino también con aquellos que de una u otra forma han llegado a vuestra vida; debeis recordar como habeis pensado y hablado de quienes os rodean, para que podais medir el grado de riqueza del que podais disponer dentro de vuestro corazón.
Reflexionad y pensad, y además, debeis cuestionaros para que vayais cambiando vuestro tesoro de cobre que habeis ido acumulando con vuestro actuar dañino y perverso, por un tesoro de oro, donde se encuentren las riquezas de amor en abundancia y de esta manera, también vuestro mundo exterior disfrute de estas riquezas.
Cambia vuestro corazón, por un corazón amoroso, listo a perdonar y a servir, sin condiciones ni egoísmos.
Además, no hay, ni puede haber cambios, si vosotros no lo deseais,
por ello, debeis hacer un examen de vuestra vida interior y si lo quereis,
según el balance que obtengais, toma la decisión y cambia, recuerda que
cada día debeis ser perfectos, pues, ésta es la verdadera felicidad.