martes, 27 de enero de 2015

ACERCA DE LA MUERTE

  1. LA MUERTE.
La muerte no es un castigo, es volver donde ya estábamos antes y reencontrarnos con seres que amamos.

La muerte no existe para el espíritu, no es más que el paso a otra dimensión de consciencia.

Todos morimos cuando es, ni antes ni después. Eso lo programas con Dios antes de venir. En efecto, hacemos un plan de vida y elegimos un tipo de muerte según lo que hay que aprender y enseñar.

Al morir se sale del cuerpo, después de un paso por una especie de túnel, se llega ante una luz de amor.

Esa luz es el mismo Dios y eres libre para unirte o no con ella y continuar tu evolución espiritual.

La muerte no se siente, es dormirse acá y despertar allá. Toda muerte es un acto de amor.

Al morir nadie te juzga, tú mismo te evalúas y sigues en el lento proceso de evolucionar espiritualmente.

Si quieres partir sereno, afronta desde ya los miedos a la muerte y aprende a mirarla positivamente. Partes sereno si hay paz en tu alma y andas ligero de equipaje, sin asuntos pendientes.

Es sano llorar y en nada perturba a quien parte, si no lloras te enfermas y el dolor te sofoca y te tritura. Eso sí, acepta la muerte y no retengas al ser amado. Entrégalo a Dios con amor o frenas su proceso y te haces daño.

Es sano hablar con el difunto y de él, pero sin aferrarlo, aceptando su muerte y despidiéndolo.

Los duelos son largos y los llevas mejor si liberas emociones como odio, culpa, rabia y aflicción.

Pregunte para que murió tu ser querido, en lugar de atormentarte con un lacerante "porque".

Una muerte repentina no es fácil de aceptar, se debe orar para ayudarle al ser amado a que la acepte y se una a Dios.


Un cementerio está lleno de mala energía, mientras menos vas allá, mejor. Allá no está tu ser amado

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