Puedes
vivir la vida como si estuvieses hipnotizado —así es como vive el
noventa y nueve por ciento de la gente—, o puedes vivir con intensidad, con
conciencia.
Si vives con
conciencia maduras; si no, simplemente te haces viejo. Y hacerse viejo no es
volverse sabio. Si cuando eras joven eras un idiota, cuando seas viejo sólo
serás un viejo idiota, y nada más. No te vuelves sabio simplemente por
envejecer. Incluso puedes llegar a ser más idiota, porque puedes convertir tus
hábitos en algo mecánico, robótico.
Se puede vivir la
vida de dos maneras. Si vives inconscientemente, simplemente mueres; si vives
conscientemente lograrás tener cada vez más vida. Llegará la muerte, pero
sólo a la persona que ha envejecido y nunca a una persona madura. Una persona
madura nunca muere, porque estará aprendiendo incluso a través de la muerte.
La muerte se convierte en una experiencia para vivirla intensamente,
observarla, permitirla.
El hombre maduro
nunca muere. De hecho, la muerte lucha y se hace añicos, se suicida contra la
roca de la madurez. La muerte muere, pero no el hombre maduro. Éste es el
mensaje de los que están despiertos: que eres inmortal. Ellos lo han conocido,
han vivido su muerte. Han observado y han descubierto que te puede rodear, pero
te mantienes al margen, estás a mucha distancia. La muerte ocurre a tu
alrededor pero no te ocurre a ti.
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