El autismo es el
rechazo último de enfrentarse a la realidad física del mundo exterior, lo
cual trae una forma de repliegue sobre mi mundo exterior en el cual reinan lo
imaginario y los fantasmas.
Huyo una
situación o mi entorno porque me duele demasiado, o porque veo mi sensibilidad
maltratada. Mi pena, mi tristeza o mi desesperación son tan grandes que me
“corto” de lo físico mientras sigo teniendo este mismo cuerpo físico. El
mundo exterior me aparece como hostil y amenazador.
El
hecho que yo, como persona autista, me haya “encerrado” voluntariamente en mi “burbuja” hermética
implica que reciba miles de informaciones al día que están “almacenadas” y
“guardadas” en mi mundo interior en vez de intercambiar éstas con otras
personas. Me hallo en un agujero negro, una carretera que me parece sin salida.
Tengo la sensación de que los criterios que debo alcanzar son tan altos que es
más fácil retractarme dentro de un mutismo en vez de tener que superarme constantemente y tener que “rendir cuentas” a otros (padres,
profesores, autoridad, jefe, etc....)
Es
posible tratar este tipo de caso, pero las curaciones serán mucho más
interiores que exteriores, suponiendo que existan. De cualquier forma, mi
entorno debe ser capaz de comunicar a partir del interior (o del mundo
interior) conmigo para llevarme a conectarme de nuevo o más con el mundo físico.
Así, proyectándome en mi mundo interior, se puede tomar contacto mejor
conmigo y reconocer mejor mis necesidades y mis miedos para que pueda luego
manifestar la confianza y la apertura necesarias para volver a conectar con el
mundo físico.
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