miércoles, 25 de febrero de 2015

TODOS HICIMOS PACTOS EN EL MUNDO ESPIRITUAL

Este es el relato de un ser que vive la experiencia después de la muerte y en la luz vive  alguna de sus experiencias  con sus guías, este mismo ser luego retorna a su cuerpo porque no era el momento de dejar este plano...

"Se establece un período de tiempo durante el cual cada uno de nosotros ha de completar su educación terrenal. Algunos espíritus sólo vendrán para nacer y aportar una experiencia a los demás y se marcharán rápido de este mundo.
Otros vivirán hasta una vejez avanzada, cumplirán sus objetivos y beneficiarán a los demás con la oportunidad de ayudar. Unos vendrán para ser líderes o seguidores y otros para ser soldados, gente rica o gente pobre, pero el propósito, de su venida será el de que proporcionen situaciones y relaciones que nos ayuden para que aprendamos a amar.

Todos aquellos que se cruzan en nuestro camino contribuirán al cumplimiento de nuestra misión. Debemos sufrir la prueba de condiciones adversas que nos preparará para poner en práctica el mandamiento más importante de todos: amarnos los unos a los otros. Todos nos encontramos unidos por lazos colectivos mientras estamos en la tierra, unidos en ese supremo cometido: aprender a amarnos los unos a los otros.

Nuestra venida a la Tierra se asemeja mucho a la elección de un colegio o de una carrera. Cada uno de nosotros se encuentra en un nivel distinto de desarrollo espiritual y aquí ocupamos los puestos que más se adaptan a nuestras necesidades espirituales. En el momento en que juzgamos a los demás por sus fallos o sus defectos, nosotros mismos manifestamos defectos similares. Aquí no disponemos de los conocimientos necesarios para valorar a las personas con justicia.

Como quisiesen ilustrar este principio, los cielos se abrieron y vi a la Tierra de nuevo. Esta vez mis ojos se posaron en la esquina de una calle de una gran ciudad. Allí, al lado de un edificio, había un hombre tirado en la acera, embrutecido por la bebida. Una de mis guías me preguntó: “¿Qué ves?”
“Pues un vagabundo que se revuelca borracho”, dije sin comprender por qué se me ofrecía aquel espectáculo.

Mis escoltas se agitaron. “Ahora verás quién es en realidad”, me dijeron.
Me revelaron su espíritu y vi un hombre magnífico, lleno de luz. Su ser emanaba amor y supe que era muy admirado en el cielo. Aquel ser sublime vino a la tierra como maestro para ayudar a un amigo con quien había establecido lazos espirituales.

Su amigo era un eminente abogado cuyo despacho distaba pocas manzanas de aquella esquina. Aunque el borracho no guardaba ya recuerdo alguno del pacto hecho con su amigo, su propósito era advertirle de las necesidades ajenas. Supe que el carácter del abogado era compasivo por naturaleza, pero que la visión del borracho le impulsaría a hacer más por los necesitados. Supe que repararían uno en el otro y que el jurista reconocería al espíritu anidado en el borracho, al hombre dentro del hombre, y que se sentiría impulsado a hacerle un gran bien.

Nunca serían conscientes de los papeles que habían pactado representar; no obstante, sus misiones serían cumplidas. El borracho había sacrificado su tiempo terrenal en beneficio de otra persona. Su evolución proseguiría y, más adelante, se le otorgarían otros elementos necesarios para su progreso.

Mis escoltas me dijeron que nunca debía juzgar a los demás porque me faltaba el conocimiento puro. Los que pasaban por delante del borracho en la esquina no podían ver la nobleza de su espíritu y le juzgaban por las apariencias externas. Yo también era culpable de enjuiciamientos de ese tipo, yo también había juzgado a otros por su riqueza o por sus rasgos evidentes. Ahora veía que había sido injusta, que no sabía nada de sus vidas ni, lo que es más importante,  de sus espíritus.

También pensé: “Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuan queráis.” Pero el recuerdo de las Escrituras me incomodó. ¿Por qué están los pobres entre nosotros? ¿Por qué no puede Dios proveernos a todos? ¿Por qué no hace que el abogado comparta su fortuna con los demás? Las guías irrumpieron en mi pensamiento y dijeron: “Entre vosotros caminan ángeles que no reconocéis”.

Me quedé perpleja. Mis guías me ayudaron a comprender. Todos tenemos necesidades, no sólo los pobres. Todos nos hemos comprometido en el mundo espiritual a ayudarnos mutuamente. Pero nos lleva tiempo cumplir los pactos concertados tanto tiempo ha. Y el Señor envía a sus ángeles para impulsarnos, para que nos ayuden a cumplir nuestras obligaciones. Nunca nos fuerza, pero sí nos impulsa. Nosotros no sabemos quiénes son esos seres, su aspecto no tiene nada de particular,  pero nos acompañan más de lo que pudiéramos pensar. "


Extractado del  libro HE VISTO LA LUZ  

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