Para
obtener aquello que se llama sabiduría interior tienes que volverte humilde y
mirar quién eres —no lo que te dice el espejo, sino quién eres tú— y ver lo
que está dentro de ti, el sublime Dios individual. Y tienes que dejar de tener
prisionero al Yo. ¿Sabes lo que
es una prisión?
Eres prisionero de
ti mismo. ¿Sabes cómo encelas tu verdad? No sabes quién eres. ¿Sabes quién
eres tú? ¿Conoces la virtud que está dentro de ti? ¿Sabes qué viniste a
hacer aquí? Todas las culpas de tu vida las colocas sobre los hombros de
otros, todos lo habéis hecho. Todos los demás son responsables de tu
infelicidad. Eso es un gran disparate, pero es también un gran aprendizaje.
Cuando sepas quién
eres te mirarás a ti mismo y sabrás, rápidamente, quién ha creado todos los
destinos que has vivido por elección propia. Y toda la infelicidad es
cuestión de elección propia, así como la felicidad. Pero lo elegiste tú, y
nadie más. Cuando tengas la humildad de mirarte a ti mismo, de sentirte, y de
preguntarte por qué y luego decir: «Sé por qué», y puedas razonar con el Yo,
entonces le habrás quitado las barras de la prisión a la verdad, que es el
pájaro que se eleva en un cielo llamado felicidad, virtud, unidad y paz.
Tu vida es vida,
tras vida, tras vida. En una vida se pueden vivir un millón de años. ¿Sabes
por qué te toma tanto, tantas vidas? Por tu incapacidad de mirar quién eres.
Juzgas a otro, y un día, en verdad, decidirás vivir el juicio que has
expresado, será por tu propio bien, para que comprendas mejor a otros a
través del medio llamado el Yo. Pero en su mayor parte, has aprendido sólo
una cosa en cada una de tus vidas. Has sido muy lento para acelerar la
sabiduría interior, porque te has negado a mirar quién lo ha creado; te has
negado. Has sido toda entidad concebible
que haya sido creada por los genes del hombre y la mujer. Has sido todos los
colores, desde lo peor, como un lémur, hasta lo más arrogante, como un
atlante. Has sido todo eso, todo. Pero ¿por qué no acelerar en una vida lo que
puede proclamarse en un momento, y revelar el Yo en la compasión del alma,
mirando quién eres?
Y cuando decidas
comprender quién eres. Y decididamente amar lo que eres,
en verdad, te sentíras muy complacido contigo mismo,
así llegaras a ser tu Yo.
¿Por qué? Porque estarás en paz
con el Dios Desconocido, al que habrás
encontrado a través de ti mismo,
y a la manera maravillosa, única y
poderosa de crear tu destino y llegar a
un entendimiento mayor. Y cuando te
perdones a ti mismo y
comprendas por qué, lo que habías
hecho antes ya no te importa, pues ya no te
atormenta.. Ya hay no dolor, ya no hay
impulso para conquistar nada
externo.
Todo lo que has
sido, lo has sido con el fin de obtener entendimiento, amor. Cuando el hombre
creó el bien y el mal, la verdad sentenciosa, también creó el temor y la
culpa y la incapacidad de progresar en la vida espiritual. Cuando digo
espiritual, hablo de toda la vida, no simplemente de algo maravilloso de lo
cual hablar en términos filosóficos, o en ciertos días de tu semana, sino
todos los días. Entonces te vuelves inhibido y te ahogas en tu propio pesar,
te pierdes en tu propio menosprecio y te rechaza tu propio Yo. Te digo que todo
lo que has hecho en todas tus vidas está bien. Dios, el Padre, que es la
resonancia de esta maravillosa estructura molecular, no te ha juzgado; no
conoce el juicio, pues no conoce la perfección, que es una limitación total.
Él simplemente es. Es el estado de ser que ama, que es todo por sí mismo. Y
ese ser es el poder que abarca a todos vosotros que estáis aquí, a todas las
gentes en todas partes.
Dios nunca te
juzgó, nunca clamó para que fueras un santo o un demonio. Eso lo hiciste tú
mismo, de nuevo por no saber quién eras. Si el Padre, en todo lo que él es,
ha encontrado mucha bondad en tu maravilloso ser, y has obtenido y todavía
tienes vida en este momento que sigue, para vivir, para que rebose el Yo
divino, te aseguro , siente que eres
Dios, vívelo para que puedas perdonar, y ver y comprender por qué has sido
como has sido, en verdad.
Lo que has hecho en
tu vida
manifestalo valientemente para que tengas la oportunidad de mostrar
el deseo de ser humilde para ver quién
eres. Y para todos aquellos de vosotros que todavía cierran los ojos, no se le puede enseñar a la única imposibilidad que pueda existir:
una mente cerrada. Ellos ni oyen ni perciben, porque pone en peligro su verdad
encerrada que les proporciona seguridad. Tú, ¿cómo te conoces a ti mismo?
Como la paloma que está en la prisión. Perdónate a ti mismo. El Padre
siempre te ha perdonado; ha comprendido.
Contempla quién
eres; contémplalo. Contempla tu ira; ¿por qué estás furioso? Contempla tus
celos; ¿por qué eres celoso? Contempla tu envidia; ¿por qué eres envidioso?
Contempla tus inseguridades y entiende por qué. Contempla tus juicios; ¿por
qué juzgas? Contempla tu crueldad; ¿por qué no eres compasivo? Y contempla tu
risa; ¿dónde está? Reflexiona sobre todo esto que te he contado.
RAMTHA.
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